(Tu nombre) estaba
esforzándose por respirar en el intenso dolor.
—No puedo… Tom… No puedo
respirar… no puedo moverme…
Por un instante, cuando (Tu
nombre) lo empujó débilmente, él pensó que todavía estaba luchando con él, pero
enseguida se dio cuenta de que estaba pálida, como aquella noche en el
restaurante.
Aterrado, la tomó en
brazos y entró corriendo en la casa. A gritos, pidió ayuda a Thea, y cuando
ésta apareció le pidió que llamara al médico.
Después de que (Tu
nombre) hubiese vomitado, la llevó a la cama y la acunó en su regazo hasta que
las violentas sacudidas remitieron. Estaba a punto de llamar a Thea cuando el
médico apareció por la puerta. Sintió un inmenso alivio.
No pudo dejar de moverse
de un lado para otro fuera del cuarto mientras el médico la examinaba.
Finalmente, el doctor salió y le dijo a Thea que le preparase a (Tu nombre) una
taza de té caliente. Tom miró al doctor, incapaz de tranquilizarse.
—¿Y bien?
—De lo que he observado,
su mujer ha sufrido un severo ataque de pánico. No es grave, pero es algo
espantoso para la persona que lo padece y para sus acompañantes. Los síntomas típicos
son dificultad para respirar, miedo, convulsiones, náuseas, dolor en el pecho…
Los tiene todos, no hay duda.
Tom se sintió
desconcertado. ¿Un ataque de pánico?
—Le sucedió en el patio…
¿hay alguna razón por la que pudiera haberle pasado allí? —inquirió el médico.
—Tal vez… no estoy
seguro —le poseyó una pavorosa sospecha.
El doctor prosiguió.
—Me dijo que le pasó lo
mismo una noche después de tomar alcohol. Me da la impresión de que todo está
relacionado. Algo sucedió que desató la reacción. Es más común de lo que uno
pueda pensar —el doctor se encogió de hombros—. Sólo ella tiene la respuesta.
Tom estaba
apesadumbrado. Empezaba a ver lo que hasta entonces no había querido afrontar.
—Gracias por acudir tan
rápido.
—No hay de qué. Puede
llamarme cuando lo necesite.
Él le llevó a la
habitación el té que Thea había preparado. Tapada con la colcha, (Tu nombre) lo
miró con ojos asustados. Él le dio de beber el té y vio cómo poco a poco
recobraba el color.
—Tom… —dijo ella
finalmente.
—Shh —él puso un dedo en
sus labios—. Mañana hablaremos. Ahora descansa un poco.
Tenían mucho de lo que
hablar. Él esperó a que se durmiera para marcharse. No pudo dormir aquella
noche.
Muy temprano, él subió a
su coche y abandonó la finca.
A (Tu nombre) le costó
despertarse. No podía creer que hubiera tenido otra vez aquella reacción. ¿Qué
debió de pensar Tom, que era una histérica? Se levantó de la cama, aliviada por
no tener las náuseas de casi todas las mañanas. Volvió a sentirse avergonzada
al recordar que él ya la había visto vomitar dos veces. No parecía el escenario
más romántico del mundo, aunque, en cualquier caso, ¿qué tenía que ver el
romance con todo aquello? Pensó que Tom correría a buscar el divorcio, que se
lanzaría a los brazos de Isabelle Zolanz antes de verla de nuevo en aquella
situación.
Thea le preparó el
desayuno y se sentó a su lado en la mesa de la cocina.
—¿Cuándo vas a
contárselo?
—¿Perdón? —(Tu nombre)
casi se atragantó con la tostada.
—Sabes muy bien de lo
que estoy hablando —Thea hablaba en serio.
—Ah, ¿eso? Fue sólo un
ataque de pánico, ¿puedes creerlo? —(Tu nombre) encontró una brillante excusa—.
Ahora me encuentro bien. El doctor dijo incluso que una vez que sabes lo que
es, tal vez no vuelva a ocurrir.
—¡Médicos! —resopló Thea—.
¿Qué saben ellos? Tú sabes a lo que me refiero, (Tu nombre).
(Tu nombre) no sabía qué
decir, pero justo entonces llegó Tom.
(Tu nombre) se puso
nerviosa. Thea se levantó y la miró.
—Tienes que decírselo
todo. Ahora.
(Tu nombre) se incorporó
de la silla y se fue hasta el vestíbulo desde la cocina. Tom bajaba las
escaleras.
—Te estaba buscando.
Ella asintió con la
cabeza.
—Creo que tenemos que
hablar —dijo ella.
—Sí —repuso serio—.
Tenemos que hablar.
«Ya está. Me va a
proponer el divorcio y sé que debería contarle lo del embarazo ahora, pero si
lo hago…».
—¿(Tu nombre)? —la
estaba mirando fijamente.
—¿Sí?
—Sentémonos.
«Ay, Dios, va a ser
amable… eso sólo lo hará más difícil».
—(Tu nombre), el doctor
me ha dicho que lo que te pasó anoche fue algún tipo de ataque de pánico.
Ella asintió, aliviada
de que aún no hubiera mencionado lo del divorcio. Se concentró en su cara, en
sus facciones, como si tuviera que imprimirlas en la memoria.
—Anoche estabas pensando
en lo que pasó hace cuatro años, ¿verdad?
Se sintió sobrecogida y
asustada. Pero terminó por asentir.
—(Tu nombre), he estado
pensándolo mucho. Sospecho que tu reacción en el restaurante tiene que ver
también con lo que sucedió aquella noche, y que el alcohol pudo, de algún modo,
ayudar a desencadenarla, especialmente después de llevar tanto tiempo sin
beber.
¿Cómo pudo él intuir lo
que ella se había figurado por sí misma?
—El médico… ¿Pero cómo…?
—balbuceó.
—Porque ahora te
conozco, (Tu nombre) —dijo, dibujando una gran sonrisa—. También te conocía
entonces, y por eso creo que me sorprendió tanto cuando intentaste seducirme.
Un rubor subió a las
mejillas de (Tu nombre). Su voz sonó ahogada.
—Sólo tenía veinte años.
Era un amor adolescente, Tom, eso es todo. No tenía ningún propósito oculto.
Era la misma persona que conocías. Simplemente estaba creciendo y quería que me
vieras como adulta.
—(Tu nombre), la última
vez que habíamos hablado de verdad fue antes de que mi padre muriera… tenías dieciocho
años. ¿Puedes entender lo que fue para mí que me besaras de repente,
especialmente cuando había estado tan distraído y ocupado? No nos habíamos
visto en mucho tiempo… y pensé que habías cambiado por completo —tomó aire y
prosiguió—: Pero sé que no fuiste responsable de lo que pasó, (Tu nombre).
Cuando pensé de verdad sobre ello y recordé tu reacción aquel día… cuando te
mostré el periódico, no sabías nada, ¿verdad?
Ella asintió sin poder
dar crédito a lo que estaba oyendo.
—Y te llevaste un gran
disgusto cuando Thea te contó lo que había pasado después. Dijiste que no
habías leído el artículo, pero yo preferí no creerte. Era más fácil.
«Más fácil que
enfrentarse a sentimientos incómodos», se dijo.
Pero aún no podía
ocuparse de eso; antes había otras prioridades.
—Ya es hora de que me
digas lo que pasó.
(Tu nombre) respiró
profundamente. La conversación estaba transcurriendo por unos derroteros tan
distintos a los que esperaba, que se encontraba desorientada. Sintió que ya no
podía seguir andándose con rodeos. Thea tenía razón. Además, sabía que él no le
haría nada a Eleni. Así que se lo contó todo, hasta cómo había confiado a su
prima las conversaciones privadas que habían mantenido ellos dos.
—Yo confiaba en ella, Tom
—sus ojos le suplicaban—. Nos lo contábamos todo. Al menos eso es lo que yo
creía.
Y luego le confesó que
no le había dicho nada hasta ese momento porque había prometido no hacerlo
preocupada por el delicado estado de salud de Eleni. La expresión de Tom se
tornó colérica, se levantó y caminó unos pasos en dirección opuesta a donde
estaba (Tu nombre).
—¿Qué ocurre? —ella
vaciló, preocupada de que la disposición de Tom a escuchar su versión de los
hechos hubiese sido producto de su imaginación. ¿Iba a volver a llamarla
mentirosa?
Pero entonces él se
volvió, y (Tu nombre) vio en su rostro una expresión tan desolada, que le
impresionó.
—(Tu nombre) —se quedó
de pie—, hace años pasó algo más… algo que nunca te dije porque no tuve ocasión
y porque supongo que asumí que lo sabías.
—¿Qué? —preguntó,
asustada.
—Eleni…
—Eleni… —repitió (Tu
nombre) con ansiedad.
—Unos pocos días antes
de la fiesta, coincidimos en la misma discoteca en Atenas. Antes de poder darme
cuenta, me estaba intentando seducir, tratando de besarme.
Se volvió a sentar a su
lado y tomó su mano, que estaba fría en comparación con la de Tom.
—Parecía trastornada,
insistiendo sobre mi compromiso con Ria… y no tengo ni idea de cómo se enteró
porque era un secreto muy bien guardado. Se puso muy pesada intentando
convencerme de que se podía casar conmigo, de que su padre podía ofrecerme otro
acuerdo de fusión —sacudió su cabeza en un gesto de desaprobación—. Al final,
tuve que hacer que la echaran de la discoteca. Y entonces, un par de días
después, vas tú y haces casi lo mismo… Con independencia de cualquier otra
cosa, di por supuesto que se trataba de algún tipo de estrategia por parte de
tu familia para sabotear mi compromiso.
La mente de (Tu nombre)
emprendió un viaje interior. Todo calzaba, todo tenía sentido. Se sintió muy
afectada al comprobar lo poco que conocía a su prima, y lo mucho que aún ésta
le había ocultado, a pesar de la confesión. Él negaba con la cabeza.
—No puedo creer que la
defendieras de forma tan incondicional, especialmente cuando sabías lo que
había hecho.
—Lo siento mucho, Tom.
No tenía ni la menor idea de lo que pretendía —le inundó un terrible sentimiento
de culpa—. Si no te hubiese seguido aquella noche, tratado de besarte… nada de
esto habría pasado —las lágrimas en sus ojos le dijeron a Tom todo lo que
necesitaba saber.
—Si no me hubieras
seguido hasta el patio, no estaríamos ahora aquí.
(Tu nombre) casi se
quedó sin respiración. ¿Qué es lo que pasaba? La estaba mirando como sí…
—(Tu nombre), yo… —y en
ese preciso momento sonó el móvil en su bolsillo.
La conversación fue muy
breve, tan rápida, que (Tu nombre) no pudo seguirla.
—Hay algo que debo hacer,
pero no quiero que te muevas de aquí. Prométeme que te quedarás exactamente
donde estás. Volveré en media hora. Todavía no hemos terminado de hablar.
Ella asintió despacio y
sintió que algo trascendental iba a pasar, pero no quiso aventurar nada.
Cuando él se fue, ella
se quedó en el sofá, tal y como le había pedido. Se sentía extrañamente en paz.
(Tu nombre) se
sobresaltó al oír el teléfono del vestíbulo. No se movió, pensando que Thea
atendería la llamada, pero como seguía sonando se figuró que estaría en el
jardín y se levantó ella a responder. Una voz seca preguntó apremiante por Tom.
—No está. Ha ido a
Atenas.
—Traté de llamarlo al
móvil. Es muy importante que hable con él.
—Algunas veces no hay
buena cobertura. En fin, yo soy su mujer.
—¿Entonces es usted (Tu
nombre) Demarchis?
—Sí.
—Bueno, entonces esto
tiene que ver también con usted. En cualquier caso estoy seguro de que usted
debe de estar al corriente. Es relativo al divorcio. Me dijo que debía
producirse cuanto antes.
A (Tu nombre) casi se le
cayó el teléfono de la mano.
—Disculpe, ¿quién dijo
que es usted?
—Soy su abogado. Mire,
siento las prisas, pero no pensé que tuviera que llamar. Por favor, dígale que
me llame al móvil cuando regrese. Si quiere acelerar el proceso, necesito que
me firme algunos papeles cuanto antes. Ah, señora Demarchis, probablemente
tendrá noticias de su abogado la próxima semana. Que tenga un buen día.
Chicas... aquí un nuevo capi... bueno en la otra ficc.. no creo que pueda subir todavía porque...puede que me pueda echar un ramo en la universidad... y para tratar de pasarlo ocupara todo el tiempo que tengo disponible aparte de mi trabajo... tratare de seguirla después... por si me demoro y no subo..para que no se preocupen porque seguire la ficc.. pero en cuanto haya posibilidad de salvar mi ramo =/
Y espero les guste este capi...
Cuídense
Bye...