viernes, 15 de noviembre de 2013

Epílogo


La luz de la luna iluminaba el patio con un brillo mágico. En un asiento con grandes cojines, Tom besaba el cuello de (Tu nombre), y ella se reclinó sobre él lanzando un suspiro de felicidad.

La abrazó y puso las manos en su dilatada tripa. Las manos de ella estaban encima de las de él. Los dedos de ambos, entrelazados.

—¿Algo? —le susurró él al oído.

Ella negó con la cabeza. Las luces de Atenas brillaban a lo lejos.

—¿Estás segura?

Ella se giró de lado en su regazo, enlazando sus manos detrás del cuello de Tom y sintiendo cómo su vientre lo presionaba. Él la estrechó aún más contra su pecho.

—La única cosa que noto, señor Kaulitz, es a tu hijo o hija jugando al fútbol en mi interior… y también lo enamorada que estoy de ti.

Ella se movió en su regazo y sonrió ante el pequeño gemido de placer que emitió su esposo.

—Humm, y algo duro…

Él la besó, y ella sintió un hormigueo por todo su cuerpo. Thea cruzó el patio en ese momento con un pequeño retorciéndose en sus brazos.

—Alguien no quiere irse a dormir a menos que papá le lea otro cuento.

Tom lanzó una protesta y dio un beso a (Tu nombre) que prometía un rápido regreso. Ella se incorporó, no sin algo de dificultad, para dejar que se levantara del asiento. Él tomó a su hijo Nikos de brazos de Thea y lo sujetó bien alto.

—Vamos a tener que trabajar en tu horario, jovencito.

—¿Qué es horario, papi? ¡Buenas noches, mami! —gritó el niño mientras su padre se lo llevaba a acostar.

(Tu nombre) les envió un beso por el aire y les sonrió. Colocó el reverso de una mano sobre su tripa y bajó hasta el muro para contemplar las maravillosas vistas. Algunas lágrimas corrían por sus mejillas, pero eran lágrimas de felicidad, por estar por fin junto al hombre que siempre ha amado, y junto a su hijo de tres años, y su hijo o hija que viene en camino, la vida no podía ser mejor.


Chicas.. aquí el epílogo.. espero les guste.. y les haya gustado toda esta ficc completa.. y bueno sobre seguir con otra.. lo voy a pensar... ya que tengo otras historias adaptadas.. pero hay veo si subo otra nueva o no =) .. y sobre mi otra ficc... bueno este fin de semana me ire a desestresarme a la playa.. y buscare tiempo para seguir ahí la ficc.. y asi subir capi.. solo les pido paciencia hacia mi persona jaja xd.....y bueno... ahí me comentan que tal =)
Cuídense
Bye =D

martes, 12 de noviembre de 2013

**Capitulo 29** (Final)


(Tu nombre) dejó caer el teléfono, y Thea apareció por la esquina.

—¿Sonó el teléfono?

—Se equivocaron de número —sólo la miró fugazmente.

(Tu nombre) subió al dormitorio y comenzó a recoger sus cosas. Debía marcharse inmediatamente, antes de que Tom regresara. Tomaría un vuelo a París e, incluso, un tren a Londres por unos días, algún lugar donde él no pudiera encontrarla. No podía creer que hubiera estado tan cerca de decirle… de decirle todo.

Se puso una mano temblorosa en la tripa. Afortunadamente no le había contado que estaba embarazada.

La puerta se abrió. Era Tom.

—(Tu nombre), ¿por qué no te quedaste abajo? —entró y se contestó él mismo—. No importa. Tengo que decirte que… —se detuvo en seco al ver la expresión de (Tu nombre). Estaba muy pálida. Preocupado, se acercó aún más, pero no llegó a tocarla.

—¿Qué sucede, (Tu nombre)? ¿Has tenido otro ataque? —al ver la maleta de (Tu nombre) en la cama le cambió la cara—. ¿Qué es lo que pasa?

(Tu nombre) se puso de pie, obligándole a retroceder ligeramente.

—Quiero irme a casa, Tom. Como te dije anoche, ya he tenido suficiente.

—(Tu nombre), ¿qué diablos pasa? —insistió, agarrándola de los brazos.

Ella se rió, y cuando él la miró a los ojos y no vio vida en ellos sintió pavor.

—Tom, sabes perfectamente lo que pasa. Los dos debemos pasar página. Por favor —trató de soltarse los brazos—, deja que me vaya.

—No hasta que me cuentes qué es lo que ha pasado. Cuando me marché estabas tranquilamente sentada.

(Tu nombre) tembló ante su mirada.

—Tu abogado llamó por teléfono.

—¿Qué es lo que dijo? —preguntó, apretando aún más los brazos a (Tu nombre).

—Sólo que lo llames.

—No te creo.

—De acuerdo —llena de rabia, se decidió a hablar—. Dijo que, si quieres tu divorcio exprés, tendrás que firmar algunos papeles en cuanto regreses a París.

Tom no reaccionó, mantuvo la calma.

—¿Y por qué te molesta esto tanto, (Tu nombre)? ¿Acaso no es lo que también querías? ¿Lo que me imploraste anoche?

—Por supuesto que sí. Es lo que más quiero en el mundo. Deja que me vaya —insistió.

—Te dejaré ir, (Tu nombre), pero sólo después de que me hayas escuchado. Voy a preguntarte algo y, si después aún quieres irte, no seré yo quien te lo impida.

(Tu nombre) no podía hacer otra cosa. Se sentó en la cama, pensando que enseguida podría marcharse.

Él la sorprendió al arrodillarse ante ella. Ella se iba a levantar, pero las manos de él en sus rodillas se lo impidieron.

—(Tu nombre), maldita sea, quédate quieta. Deja de luchar conmigo durante un segundo.

Ella no daba crédito: a Tom le temblaban las manos.

—(Tu nombre), nunca he hecho nada parecido en mi vida. Todo esto es nuevo para mí, y me ha llevado un tiempo descubrir lo que estaba pasando. Desde que te vi aquella noche en el Ritz, te deseé con una pasión que nunca he sentido antes —el modo en que la estaba mirando… no podía ser… debía de ser alguna cruel broma.

—Tom…

—(Tu nombre) —la interrumpió—, estoy en medio de la cosa más difícil que he hecho nunca —y continuó—: Obligarte a que te casaras conmigo fue la estúpida reacción al deseo que sentía. Mi abogado podría haber arreglado una boda con otra mujer, pero yo quería casarme contigo —mientras hablaba, no apartaba los ojos de ella—. Desde el primer día no te ajustaste a lo que yo esperaba. Y cuando dormimos juntos… Bueno, jamás he experimentado algo tan intenso, y no sólo la primera vez, sino todas.

(Tu nombre) se puso colorada y presintió que algo de vital importancia estaba a punto de suceder.

—La razón por la que me ausenté hace un rato es porque tenía que recoger algo. Después de pasar toda la noche pensando, esta mañana fui a Atenas a por esto…

Sin dejar de mirarla ni un solo instante, sacó del bolsillo de sus pantalones una pequeña caja. La abrió ante (Tu nombre). Allí, en una caja de terciopelo, había un anillo, una aguamarina rodeada de pequeños diamantes, imponente en su sencilla belleza. Ella se quedó con la boca abierta, contemplándolo sin acabar de creer lo que veía. Él lo extrajo de la caja y se lo puso en el anular.

—(Tu nombre) Demarchis, ¿quieres casarte conmigo?

—Pero… pero… —su boca se abría y cerraba como la de un pez.

—(Tu nombre), por favor —él estaba otra vez pálido—, di que sí.

Él le separó las piernas para acercarse más y poder tomar su cara entre las manos. Ella podía sentir cómo su propio cuerpo respondía a la proximidad de Tom.

—¿Olvidé mencionar que te amo?

Ella no se podía mover. Se encontraba en un estado de profunda conmoción.

—(Tu nombre), te amo —la besó en la frente—. Te amo —la besó en la mejilla—. Te amo —la besó en la otra mejilla—. Te amo —se quedó mirándola a los ojos durante una eternidad hasta que ella pudo leer la verdad en los suyos. Entonces él la besó en los labios, en la boca, en el alma, tan dulcemente y con tanta pasión, que ella se sintió como drogada. ¿Podía creérselo? ¿O era ésa la venganza última y más cruel de todas?

Cuando finalmente él se retiró, (Tu nombre) abrió sus asombrados ojos. Él la miraba intensamente.

—Di algo —rogó él.

Ella podía sentir las lágrimas.

—Yo no… ¿Cómo puedo creerte? Después de todo lo que ha pasado, tú no…

(Tu nombre) tragó saliva, tenía la respiración entrecortada. La magnitud del momento, el sentimiento de estar al borde del precipicio… Él la estaba pidiendo que lo hiciera de nuevo, que le abriera las puertas de su corazón de par en par. Y ella no sabía si podría hacerlo.

—Amor mío, vas a tener que confiar en mí. No quiero hacerte daño. No quiero que nadie te haga daño nunca más. Confía en mí. Por favor.

Ella buscó su cara, sus ojos. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Finalmente habló.

—Estuve enamorada de ti hace mucho tiempo… cuando fui a ti aquella noche, estaba segura de que te amaba con toda mi alma…

—Y yo te rechacé —la interrumpió él, acongojado.

¿Tan terrible había sido la herida que ahora ya no podría amarlo?

—(Tu nombre)…

—Espera —de pronto su voz sonaba más fuerte. Incluso si aquello era alguna suerte de cruel castigo, no podía seguir ocultando la verdad, ni a él ni a ella misma. Tenía que confiar en él—. Yo era joven y muy ingenua, pero no lo lamento. Fue valiente por mi parte, a pesar de las dramáticas consecuencias —respiró profundamente—. Lo haría otra vez si tuviera la oportunidad, y lo haré ahora —permaneció callada durante un largo segundo, y entonces añadió con total sinceridad—: Tom, te amo.

Ella levantó su mano y le besó en la palma. Luego tomó su cabeza y lo besó en los labios.

—Te amo, Tom Kaulitz, y nada en el mundo me haría más feliz que ser tu mujer —había dado el paso.

Estaban exultantes, felices. Él se levantó y la estrechó en sus brazos con tanta pasión, que (Tu nombre) no quería que ese momento terminase nunca. El anillo parpadeó en su dedo, y ella lo miró.

—Pero… ya estamos casados. ¿Cómo podemos…?

—Quiero que demos tres vueltas alrededor de un altar, en una iglesia, para simbolizar nuestro viaje juntos, desde cuando nos conocimos hasta el fin de nuestros días… juntos.

Ella asintió, entre lágrimas, uniendo su boca con la de él.

Después, cuando ambos yacían en los brazos del otro entre sábanas revueltas, (Tu nombre) miró a Tom.

—Hay algo que tengo que decirte.

—¿De qué se trata?

Ella abrió la boca, pero se detuvo, temerosa de que tal vez fuera demasiado pronto, de que él no estuviera preparado. No quería que aquel amor se evaporase ante sus ojos.

—¿(Tu nombre)? —la miró, preocupado.

Tenía que volver a confiar en él. Tomó una bocanada de aire y se lanzó.

—Estoy embarazada. Estaba tomando la píldora, pero cambié justo antes de encontrarnos —era consciente de que estaba empezando a balbucear—. Por eso anoche insistía en el divorcio. No podía soportar la idea de un matrimonio sin amor si lo descubrías…

Durante un momento, él permaneció sin reaccionar, y luego algo poderoso se movió en su interior. Puso la mano en el vientre de (Tu nombre). Ella estaba nerviosa.

—¿Estás…?

—¿Es demasiado pronto? —preguntó, preocupada.

El negó con la cabeza, incapaz de hablar durante unos instantes. Que (Tu nombre) lo amase era el colmo de la felicidad, y ahora eso; nada le hacía más feliz en el mundo.

—Nosotros… vamos a tener un bebé.

Inclinó la cabeza y le dijo todo lo que necesitaba saber con su beso.

Chicas -.- este es el último capi de la ficc... lo hubiese subido antes...pero e tenido mucho trabajo...esta semana les subo el epílogo.. espero le haya gustado
bye =D

martes, 5 de noviembre de 2013

**Capitulo 28**


(Tu nombre) estaba esforzándose por respirar en el intenso dolor.

—No puedo… Tom… No puedo respirar… no puedo moverme…

Por un instante, cuando (Tu nombre) lo empujó débilmente, él pensó que todavía estaba luchando con él, pero enseguida se dio cuenta de que estaba pálida, como aquella noche en el restaurante.

Aterrado, la tomó en brazos y entró corriendo en la casa. A gritos, pidió ayuda a Thea, y cuando ésta apareció le pidió que llamara al médico.

Después de que (Tu nombre) hubiese vomitado, la llevó a la cama y la acunó en su regazo hasta que las violentas sacudidas remitieron. Estaba a punto de llamar a Thea cuando el médico apareció por la puerta. Sintió un inmenso alivio.

No pudo dejar de moverse de un lado para otro fuera del cuarto mientras el médico la examinaba. Finalmente, el doctor salió y le dijo a Thea que le preparase a (Tu nombre) una taza de té caliente. Tom miró al doctor, incapaz de tranquilizarse.

—¿Y bien?

—De lo que he observado, su mujer ha sufrido un severo ataque de pánico. No es grave, pero es algo espantoso para la persona que lo padece y para sus acompañantes. Los síntomas típicos son dificultad para respirar, miedo, convulsiones, náuseas, dolor en el pecho… Los tiene todos, no hay duda.

Tom se sintió desconcertado. ¿Un ataque de pánico?

—Le sucedió en el patio… ¿hay alguna razón por la que pudiera haberle pasado allí? —inquirió el médico.

—Tal vez… no estoy seguro —le poseyó una pavorosa sospecha.

El doctor prosiguió.

—Me dijo que le pasó lo mismo una noche después de tomar alcohol. Me da la impresión de que todo está relacionado. Algo sucedió que desató la reacción. Es más común de lo que uno pueda pensar —el doctor se encogió de hombros—. Sólo ella tiene la respuesta.

Tom estaba apesadumbrado. Empezaba a ver lo que hasta entonces no había querido afrontar.

—Gracias por acudir tan rápido.

—No hay de qué. Puede llamarme cuando lo necesite.

Él le llevó a la habitación el té que Thea había preparado. Tapada con la colcha, (Tu nombre) lo miró con ojos asustados. Él le dio de beber el té y vio cómo poco a poco recobraba el color.

—Tom… —dijo ella finalmente.

—Shh —él puso un dedo en sus labios—. Mañana hablaremos. Ahora descansa un poco.

Tenían mucho de lo que hablar. Él esperó a que se durmiera para marcharse. No pudo dormir aquella noche.

Muy temprano, él subió a su coche y abandonó la finca.

 

 

A (Tu nombre) le costó despertarse. No podía creer que hubiera tenido otra vez aquella reacción. ¿Qué debió de pensar Tom, que era una histérica? Se levantó de la cama, aliviada por no tener las náuseas de casi todas las mañanas. Volvió a sentirse avergonzada al recordar que él ya la había visto vomitar dos veces. No parecía el escenario más romántico del mundo, aunque, en cualquier caso, ¿qué tenía que ver el romance con todo aquello? Pensó que Tom correría a buscar el divorcio, que se lanzaría a los brazos de Isabelle Zolanz antes de verla de nuevo en aquella situación.

Thea le preparó el desayuno y se sentó a su lado en la mesa de la cocina.

—¿Cuándo vas a contárselo?

—¿Perdón? —(Tu nombre) casi se atragantó con la tostada.

—Sabes muy bien de lo que estoy hablando —Thea hablaba en serio.

—Ah, ¿eso? Fue sólo un ataque de pánico, ¿puedes creerlo? —(Tu nombre) encontró una brillante excusa—. Ahora me encuentro bien. El doctor dijo incluso que una vez que sabes lo que es, tal vez no vuelva a ocurrir.

—¡Médicos! —resopló Thea—. ¿Qué saben ellos? Tú sabes a lo que me refiero, (Tu nombre).

(Tu nombre) no sabía qué decir, pero justo entonces llegó Tom.

(Tu nombre) se puso nerviosa. Thea se levantó y la miró.

—Tienes que decírselo todo. Ahora.

(Tu nombre) se incorporó de la silla y se fue hasta el vestíbulo desde la cocina. Tom bajaba las escaleras.

—Te estaba buscando.

Ella asintió con la cabeza.

—Creo que tenemos que hablar —dijo ella.

—Sí —repuso serio—. Tenemos que hablar.

«Ya está. Me va a proponer el divorcio y sé que debería contarle lo del embarazo ahora, pero si lo hago…».

—¿(Tu nombre)? —la estaba mirando fijamente.

—¿Sí?

—Sentémonos.

«Ay, Dios, va a ser amable… eso sólo lo hará más difícil».

—(Tu nombre), el doctor me ha dicho que lo que te pasó anoche fue algún tipo de ataque de pánico.

Ella asintió, aliviada de que aún no hubiera mencionado lo del divorcio. Se concentró en su cara, en sus facciones, como si tuviera que imprimirlas en la memoria.

—Anoche estabas pensando en lo que pasó hace cuatro años, ¿verdad?

Se sintió sobrecogida y asustada. Pero terminó por asentir.

—(Tu nombre), he estado pensándolo mucho. Sospecho que tu reacción en el restaurante tiene que ver también con lo que sucedió aquella noche, y que el alcohol pudo, de algún modo, ayudar a desencadenarla, especialmente después de llevar tanto tiempo sin beber.

¿Cómo pudo él intuir lo que ella se había figurado por sí misma?

—El médico… ¿Pero cómo…? —balbuceó.

—Porque ahora te conozco, (Tu nombre) —dijo, dibujando una gran sonrisa—. También te conocía entonces, y por eso creo que me sorprendió tanto cuando intentaste seducirme.

Un rubor subió a las mejillas de (Tu nombre). Su voz sonó ahogada.

—Sólo tenía veinte años. Era un amor adolescente, Tom, eso es todo. No tenía ningún propósito oculto. Era la misma persona que conocías. Simplemente estaba creciendo y quería que me vieras como adulta.

—(Tu nombre), la última vez que habíamos hablado de verdad fue antes de que mi padre muriera… tenías dieciocho años. ¿Puedes entender lo que fue para mí que me besaras de repente, especialmente cuando había estado tan distraído y ocupado? No nos habíamos visto en mucho tiempo… y pensé que habías cambiado por completo —tomó aire y prosiguió—: Pero sé que no fuiste responsable de lo que pasó, (Tu nombre). Cuando pensé de verdad sobre ello y recordé tu reacción aquel día… cuando te mostré el periódico, no sabías nada, ¿verdad?

Ella asintió sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo.

—Y te llevaste un gran disgusto cuando Thea te contó lo que había pasado después. Dijiste que no habías leído el artículo, pero yo preferí no creerte. Era más fácil.

«Más fácil que enfrentarse a sentimientos incómodos», se dijo.

Pero aún no podía ocuparse de eso; antes había otras prioridades.

—Ya es hora de que me digas lo que pasó.

(Tu nombre) respiró profundamente. La conversación estaba transcurriendo por unos derroteros tan distintos a los que esperaba, que se encontraba desorientada. Sintió que ya no podía seguir andándose con rodeos. Thea tenía razón. Además, sabía que él no le haría nada a Eleni. Así que se lo contó todo, hasta cómo había confiado a su prima las conversaciones privadas que habían mantenido ellos dos.

—Yo confiaba en ella, Tom —sus ojos le suplicaban—. Nos lo contábamos todo. Al menos eso es lo que yo creía.

Y luego le confesó que no le había dicho nada hasta ese momento porque había prometido no hacerlo preocupada por el delicado estado de salud de Eleni. La expresión de Tom se tornó colérica, se levantó y caminó unos pasos en dirección opuesta a donde estaba (Tu nombre).

—¿Qué ocurre? —ella vaciló, preocupada de que la disposición de Tom a escuchar su versión de los hechos hubiese sido producto de su imaginación. ¿Iba a volver a llamarla mentirosa?

Pero entonces él se volvió, y (Tu nombre) vio en su rostro una expresión tan desolada, que le impresionó.

—(Tu nombre) —se quedó de pie—, hace años pasó algo más… algo que nunca te dije porque no tuve ocasión y porque supongo que asumí que lo sabías.

—¿Qué? —preguntó, asustada.

—Eleni…

—Eleni… —repitió (Tu nombre) con ansiedad.

—Unos pocos días antes de la fiesta, coincidimos en la misma discoteca en Atenas. Antes de poder darme cuenta, me estaba intentando seducir, tratando de besarme.

Se volvió a sentar a su lado y tomó su mano, que estaba fría en comparación con la de Tom.

—Parecía trastornada, insistiendo sobre mi compromiso con Ria… y no tengo ni idea de cómo se enteró porque era un secreto muy bien guardado. Se puso muy pesada intentando convencerme de que se podía casar conmigo, de que su padre podía ofrecerme otro acuerdo de fusión —sacudió su cabeza en un gesto de desaprobación—. Al final, tuve que hacer que la echaran de la discoteca. Y entonces, un par de días después, vas tú y haces casi lo mismo… Con independencia de cualquier otra cosa, di por supuesto que se trataba de algún tipo de estrategia por parte de tu familia para sabotear mi compromiso.

La mente de (Tu nombre) emprendió un viaje interior. Todo calzaba, todo tenía sentido. Se sintió muy afectada al comprobar lo poco que conocía a su prima, y lo mucho que aún ésta le había ocultado, a pesar de la confesión. Él negaba con la cabeza.

—No puedo creer que la defendieras de forma tan incondicional, especialmente cuando sabías lo que había hecho.

—Lo siento mucho, Tom. No tenía ni la menor idea de lo que pretendía —le inundó un terrible sentimiento de culpa—. Si no te hubiese seguido aquella noche, tratado de besarte… nada de esto habría pasado —las lágrimas en sus ojos le dijeron a Tom todo lo que necesitaba saber.

—Si no me hubieras seguido hasta el patio, no estaríamos ahora aquí.
 
(Tu nombre) casi se quedó sin respiración. ¿Qué es lo que pasaba? La estaba mirando como sí…
—(Tu nombre), yo… —y en ese preciso momento sonó el móvil en su bolsillo.
La conversación fue muy breve, tan rápida, que (Tu nombre) no pudo seguirla.
—Hay algo que debo hacer, pero no quiero que te muevas de aquí. Prométeme que te quedarás exactamente donde estás. Volveré en media hora. Todavía no hemos terminado de hablar.
Ella asintió despacio y sintió que algo trascendental iba a pasar, pero no quiso aventurar nada.
 
 
Cuando él se fue, ella se quedó en el sofá, tal y como le había pedido. Se sentía extrañamente en paz.
(Tu nombre) se sobresaltó al oír el teléfono del vestíbulo. No se movió, pensando que Thea atendería la llamada, pero como seguía sonando se figuró que estaría en el jardín y se levantó ella a responder. Una voz seca preguntó apremiante por Tom.
—No está. Ha ido a Atenas.
—Traté de llamarlo al móvil. Es muy importante que hable con él.
—Algunas veces no hay buena cobertura. En fin, yo soy su mujer.
—¿Entonces es usted (Tu nombre) Demarchis?
—Sí.
—Bueno, entonces esto tiene que ver también con usted. En cualquier caso estoy seguro de que usted debe de estar al corriente. Es relativo al divorcio. Me dijo que debía producirse cuanto antes.
A (Tu nombre) casi se le cayó el teléfono de la mano.
—Disculpe, ¿quién dijo que es usted?
—Soy su abogado. Mire, siento las prisas, pero no pensé que tuviera que llamar. Por favor, dígale que me llame al móvil cuando regrese. Si quiere acelerar el proceso, necesito que me firme algunos papeles cuanto antes. Ah, señora Demarchis, probablemente tendrá noticias de su abogado la próxima semana. Que tenga un buen día.


Chicas... aquí un nuevo capi... bueno en la otra ficc.. no creo que pueda subir todavía porque...puede que me pueda echar un ramo en la universidad... y para tratar de pasarlo ocupara todo el tiempo que tengo disponible aparte de mi trabajo... tratare de seguirla después... por si me demoro y no subo..para que no se preocupen porque seguire la ficc.. pero en cuanto haya posibilidad de salvar mi ramo =/
Y espero les guste este capi...

Cuídense
Bye...