(Tu nombre) tuvo que
hacer un esfuerzo para no echar la silla hacia atrás. Presentía que estaba
metida en algo grande, pero que no tenía ni idea de qué se trataba. Se sentía
como una mosca atrapada en una tela de araña, y no le gustaba. Y menos aún
cuando Tom le sonrió como una araña hambrienta.
—Cuéntame, ¿cómo has
acabado viviendo aquí en París? —preguntó él en tono afable—. ¿No fuiste a la
universidad en Inglaterra?
Ella asintió despacio
con la cabeza, dispuesta a reprimir el miedo que sentía, a no mostrarse
intimidada. Pero a pesar de todo, no tuvo ninguna dificultad en expresarse.
—Tras la muerte de mis
padres, quería alejarme de Londres. Siempre me ha encantado París. Había pasado
un año aquí aprendiendo francés durante mis estudios de Empresariales. Parecía
una salida clara. Contaba con el dinero de la herencia, y monté nuestra pequeña
empresa. Enseguida nos hicimos un hueco al dedicarnos a las relaciones públicas
para las compañías inglesas que deseaban establecerse aquí y, viceversa, para
las empresas francesas interesadas en Londres.
Tom recordó la rápida
investigación que había efectuado aquel mismo día sobre (Tu nombre). Había
descubierto innumerables fotografías suyas en diferentes eventos sociales, y en
todas (Tu nombre) parecía ser el alma de la fiesta. Aunque su apariencia en el
restaurante parecía indicar otra cosa, pues su ropa no podía ser menos
llamativa, en realidad ésta no contribuía precisamente a disimular las curvas
que tanto habían llamado la atención de Tom la otra noche.
Y a pesar de que ella no
había tomado nada de alcohol, él no tenía la menor duda de que en aquellas
fiestas sí lo hacía. Tom comenzó a sentir una rabia difusa, una nebulosa
sensación de frustración, pero se esforzó por ser cortés. Al menos por el
momento.
—No sólo te has hecho un
hueco, como dices, en el negocio de las relaciones públicas. Leí en la prensa
financiera que tu compañía había sido galardonada con el premio a la mejor
nueva pequeña empresa del año. Eso es un gran logro.
(Tu nombre) estaba muy
sorprendida por aquellos halagos y se encogió de hombros con modestia.
—Como dije, entramos en
el momento adecuado. Con el túnel bajo el Canal de la Mancha, Inglaterra nunca
ha estado tan cerca de Francia, y mucha gente está aprovechándose de ello. Yo
soy una de tantos.
—Sí, pero no todo el
mundo triunfa. No hay duda de que tienes los genes de los Demarchis.
—Que no son nada
comparados con los genes de los Kaulitz —repuso ella con una sonrisa irónica
mientras comenzaba a sentirse algo más relajada.
Sorprendida de su propia
sonrisa, enseguida frunció los labios. Era consciente de que bajar la guardia
suponía entrar en un territorio muy peligroso.
—Es posible —la mirada
de Tom descendió hasta su boca.
Aquella repentina
sonrisa también le había pillado desprevenido. Era incapaz de pensar en otra
cosa que no fuera en apresar aquel labio inferior entre los suyos, explorar esa
exuberante y almohadillada suavidad, separarles dulcemente con su lengua.
Aliviado, vio cómo el
encargado del restaurante se acercaba a la mesa.
—Señor Kaulitz, siento
molestarle. ¿Tomarán otra bebida aquí o desean pasar ahora a su mesa?
Se levantó con la
agilidad de una gran pantera, lo que hizo que (Tu nombre) se estremeciera.
—Ahora, Pierre. Gracias
por esperar.
Aguardó a que (Tu
nombre) se levantara para ir detrás de ella. Tuvo que reprimir un repentino
deseo de poner las manos en las curvas de sus caderas, de sentir su balanceo
contra su mano, de explorar el roce de la seda de la camisa sobre su piel. Se
fijó en el brillo de su cabello, más largo por detrás de lo que se había
imaginado. Los revoltosos rizos de la juventud habían sido reemplazados por una
suave ondulación.
Aquel paralizante
aburrimiento se había disipado definitivamente. Por primera vez en mucho tiempo
miraba el futuro con ilusión.
—¿Está bueno? –preguntó
él.
(Tu nombre) lo miró con
cautela mientras él se repantigaba en el asiento. Resultaba evidente que Tom se
encontraba en su salsa en el suntuoso ambiente de aquel famoso restaurante. Les
Ambassadeurs. Ella había oído que éste era el hotel en el que cada año se
celebraba un exclusivo baile en el que veinticuatro privilegiadas jóvenes de
todo el mundo, entre los quince y los diecinueve años de edad, hacían su
presentación en sociedad. (Tu nombre) sintió un escalofrío cuando se acordó de
cómo era con dieciocho años.
Ella asintió con la
cabeza y, habiéndoselo terminado todo, dejó los cubiertos sobre el plato. Un
suave rubor coloreó sus mejillas. ¿Por qué tuvo que comer de aquella manera? Él
debía de sentir asco ante el modo como había engullido. El lugar de quitarle el
apetito, la tensión le hacía comer más, y no le gustaba nada que se lo
recordaran. Después de todo, no hacía tanto tiempo que había dejado de ser una
chica regordeta.
—Espectacular —respondió,
enérgica, con una resplandeciente sonrisa—. Como recordarás, nunca me ha
faltado el apetito.
Él recorrió el cuerpo de
ella con su mirada, o lo que podía ver del mismo. En concreto, hasta donde su
cintura se curvaba antes de ensancharse de nuevo a la altura de sus caderas. Y
lo que contemplaba le estaba resultando una provocadora invitación.
(Tu nombre) sintió cómo
subía su temperatura corporal bajo la presión de aquella mirada, lo que le hizo
lamentar el haber atraído su atención. Recordó la malintencionada pulla que le
lanzó días atrás cuando él sugirió que ella había pasado por un quirófano para
hacerse algún retoque. Afortunadamente, él dejó de mirarla así para mirarla
directamente a los ojos.
—Parece que sigues
siendo tímida. Tal vez eras un poco rechoncha, pero ¿qué adolescente no pasa
por eso?
«¡Rechoncha!».
(Tu nombre) volvió a sentirse
humillada cuando recordó lo apasionada que había sido aquella noche en el
patio, con qué intensidad había deseado a Tom, pero también qué torpes y
desmañadas habían sido sus maneras; cómo, por una vez en su vida, había sido
completamente ajena a todo lo que no fuera ese raudal de sensaciones que se
había apoderado de ella; cómo había creído poder despertar en él los mismos
sentimientos. Quería cerrar los ojos, dejar de verlo.
—Tom, creo que deberías contarme…
—No, aún no –la interrumpió de nuevo, haciendo caso omiso de su
súplica.
Ella se acobardó un poco ante el severo tono de sus palabras, y
él pareció darse cuenta.
—Dime, (Tu nombre), ¿por qué sentiste la necesidad de
contar aquellas cosas sobre nuestras conversaciones? ¿No bastaba con publicar
la foto?
Se puso roja como un tomate. Para cuando se enteró de cómo
habían abusado de su propia confianza de una manera tan abominable, ya había
sido demasiado tarde. ¿Y entendería él lo que era ser una chica adolescente
completamente enamorada? ¿Cómo ella simplemente había confiado en alguien con
quien pensaba que podía contar? Por supuesto que no. Tal vez pudiera el Tom que
ella había conocido hacía largo tiempo… pero el hombre que tenía ante ella, no.
Se alegró de no haber dicho nada sobre Eleni, de no contar la
verdad. Dada la situación de su prima, no era fácil utilizarla para justificarse.
Lo que tenía que hacer era averiguar qué era lo que él quería, porque no había
ninguna duda de que buscaba algo.
(Tu nombre) endureció su
corazón. No tenía más remedio. Las conversaciones que él había mencionado
habían pertenecido a otra época, a un tiempo más inocente cuando ella había
creído que ambos compartían inquietudes y forma de ser. Pero cuando su padre
murió y él se hizo cargo de la empresa naviera, él cambió. Bajo su dirección,
la compañía multiplicó de forma exponencial sus beneficios. Aquélla no era la
misma persona que algún tiempo antes le había confesado su interés por estudiar
Arte. Estaba claro que le había tentado más la oportunidad de ganar dinero,
muchísimo dinero, y eso lo había cambiado.
—No lo hice. No fue como
tú piensas —respondió ella torpemente.
Él se inclinó hacia
delante. Su cara tenía una expresión severa.
—Ah, ¿y entonces cómo
fue, (Tu nombre)?
Aquello ya era distinto.
Tom estaba enojado, manifestaba su odio. (Tu nombre) sintió algo de alivio. Al
menos podía lidiar con eso. Ella lo miró sin amedrentarse.
—Nunca tuve la intención
de hacerte daño, Tom. Puedes creer lo que quieras. Aquel día ya te formaste una
opinión.
—No me hiciste daño, (Tu
nombre) —dijo en tono burlón—, pero con tus acciones imprudentes y crueles, causaste
verdaderos estragos.
No era fácil para (Tu
nombre) oír aquello. No había sido cruel a propósito. Pero él tenía razón:
había sido imprudente. No podía llevarle la contraria en ese punto.
—Tu tío Alexei… —no
terminó la frase. Aquel rápido cambio de tema le pilló desprevenida. Parecía
como si estuviera jugando con ella a algún tipo de arte marcial mental.
Inmediatamente ella se
puso en guardia.
—¿Qué pasa con él?
—He oído que está atravesando
por algunas dificultades —Tom se encogió de hombros como quitándole
importancia.
Una sensación de culpa
invadió a (Tu nombre). Recordó de pronto las palabras de su tío la otra noche,
cuando mencionó que había tenido que ponerse en contacto con Tom. No se le
había ocurrido preguntarle sobre el asunto.
—¿Qué clase de
dificultades? —dejándose llevar por la cólera que sentía en ese momento hacia Tom,
picó en el anzuelo. Él estaba sacando provecho de cada momento de la cena, y
ella tenía los nervios a flor de piel.
—Nada que no se pueda
resolver con una inyección de unos cuantos millones de euros.
(Tu nombre) intentó
evitar que su rostro delatase el impacto de la noticia. Estaba claro que Tom
estaba buscando algún tipo de venganza, y de repente (Tu nombre) sintió que se
encontraba en una posición muy vulnerable.
.
—Ni siquiera tienes tus
acciones, ¿verdad?
Desconfiada, ella negó
con la cabeza.
—Por lo que parece,
apenas habías enterrado a tus padres y ya las habías vendido.
Ella se quedó
boquiabierta por la crueldad de aquellas palabras. No había pasado tal como él
insinuaba. En realidad, se las había cedido a Alexei; éste las había vendido y
le había pasado a (Tu nombre) la pequeña suma de dinero que necesitaba para
comenzar su negocio. Ella rechazó el resto, ya que su tío lo necesitaba más.
Llena de rabia por ese
comentario tan injusto, ella se inclinó hacia delante, sin advertir qué dejaba
al descubierto una tentadora vista de su escote.
—Lo que hice o dejé de
hacer con mis acciones no es asunto tuyo, Tom.
Él hizo un gesto
despreciativo, como si no le importara mucho, y (Tu nombre), impotente, sintió
ganas de levantarse y darle una bofetada en la cara para quitarle ese aire de
superioridad. Tenía toda la arrogancia de sus antepasados.
—El hecho es que tu tío
ha venido a mí pidiéndome ayuda… un préstamo.
(Tu nombre) se echó contra
el respaldo de su asiento. «Ay, Alexei, ¿qué has hecho?». Su tío nunca había
sido el cerebro de la Compañía Naviera Demarchis. Lo había sido su padre, hasta
que…
Su mente se dio de
bruces con dolorosos recuerdos.
—Mira, Tom, ¿qué es lo
que quieres? Todo esto no puede ser por lo que pasó hace años, ¿verdad?
—¿Por qué no, (Tu
nombre)? ¿Acaso piensas que, después de todo, lo que hiciste no estuvo tan mal?
¿Qué el tiempo lo ha borrado? Intentaste seducirme, y cuando no lo conseguiste,
en un ataque de despecho arremetiste contra mí. Impediste un matrimonio tú
sola.
—Pero, Tom —se sentía al
borde del pánico—, seguramente Ria te habría concedido el beneficio de la duda
si se lo hubieras explicado. Estoy segura de que podrías haberla convencido de
que aquello no significaba nada, que era algo intrascendente… —se vio obligada
a detenerse un momento cuando el recuerdo se volvió demasiado doloroso—. Si te
amaba…
Aquel comentario le dio
donde más le dolía, un compartimento de su vida que había cerrado hacía mucho.
—¿Amor? Eres increíble.
El amor nunca tuvo nada que ver con aquel compromiso, (Tu nombre). Se trataba
de un matrimonio de conveniencia, de una fusión entre dos familias. No hace
falta decir que la fusión se fue al garete tan pronto como perdieron la fe en
mi capacidad para hacer el trabajo. Gracias a tus revelaciones chismosas —la
cólera surgió de nuevo—. ¡Por Dios, (Tu nombre)!
Ella se quedó sin habla.
Siempre había creído que él había estado enamorado de Ria. E incluso, aunque no
había filtrado nada a la prensa, y tampoco tenía nada que ver con aquella
maldita foto, siempre se había sentido culpable por intentar seducirlo cuando
él sólo había aspirado a una amistad.
La patética debilidad
que aún sentía por aquel hombre la sacaba de quicio. Abrió su boca, estuvo a
punto de proclamar su inocencia, pero se detuvo. Eleni. Y no se trataba sólo de
Eleni. Incluso si él supiera la verdad, (Tu nombre) era aún responsable a su
manera. No podía decir nada. Enojada e impotente por el modo en como se
encontraba atrapada, dejó su servilleta sobre la mesa, y se fue a levantar
cuando él se lo impidió, sujetándola de la mano.
El tacto de aquella piel
suave y cálida, el pulso acelerado, como el de un pajarillo atrapado, le dejó
confuso durante un instante. Él tenía que recordar por qué estaba allí y
esforzarse por mantener el control.
—No he terminado
contigo, (Tu nombre). De hecho, no hemos hecho más que empezar.
Ella apartó la mano, sin
preocuparle si la gente estaba mirando.
—No hay nada que
empezar, Tom. Me voy.
—No, no lo harás —dijo
con una voz baja pero mortífera—. Si te levantas, cargaré contigo, te sacaré de
aquí a hombros y te llevaré hasta mi apartamento. No lo dudes. Así que podemos
hacer esto aquí y ahora o provocar otro escándalo y dar a los paparazzi
que están ahí fuera algo que fotografiar.
CHICAS.. aquí con un nuevo capi.. que espero les guste mucho.. les comento.. no se si pueda publicar en estos días ya que pedi unos días de vacaciones en mi trabajo para poder descansar antes de entrar nuevamente a los estudios -.- si puedo tratare de subirles algo =) ...
Y ya estoy esperando por subir el capi donde sale el plan que tiene Tom =/ ..
Cuídense
Las Quiero
Bye =D