viernes, 30 de agosto de 2013

**Capitulo 19**


Volvió en sí de la manera más horrible e indigna que podía imaginar. Inclinada sobre una palangana, empapada y con arcadas. Tom estaba detrás de ella, sujetándole el pelo hacia atrás mientras ella recuperaba el sentido y vaciaba su estómago. Estaba agitándose de forma violenta. Al fin, todo pasó. Sintió un enorme alivio cuando le puso un trapo húmedo sobre la cara y el cuello. Estaba sentada en el regazo de Tom, quien la asió firmemente contra su pecho hasta que los temblores comenzaron a remitir. Al fin se las arregló para pronunciar unas palabras.

—¿Dónde… dónde estamos?

—En los aseos para el personal del restaurante.

—Ay, lo siento mucho… —(Tu nombre) cerró los ojos y se aferró a Tom.

Cuando los volvió a abrir, se fijó en el baño. Debía de haberla reanimado poniéndola bajo la ducha.

—Lo siento mucho.

—(Tu nombre), ¿qué es lo que te ha pasado? —su voz sonó dura—. Por Dios, mujer, si eras alérgica al licor o al café, ¿por qué no me lo dijiste?

«¡Pero no soy alérgica!».

O, al menos, no había pensando que lo era. Pero incluso mientras (Tu nombre) pensaba en el alcohol en el café, podía ver las imágenes dando vueltas en su cabeza y sentir unas intensas náuseas. Cerró los ojos, asió la camisa y respiró profundamente. Aquello era ridículo. De ningún modo podía afectarla tanto. Tenía que ser la comida… o alguna otra cosa. No podía ser por lo que pasó hacía cuatro años.

—No, no pudo ser —replicó con la cabeza.

«No pudo ser», se dijo una vez más.

—Debe de haber sido algo que comí.

—Hemos comido lo mismo, y yo estoy bien —repuso con seguridad.

Ella estaba demasiado débil para discutir.

Él se levantó, tomándola consigo, sujetándola contra su pecho. Sólo entonces se dio cuenta de que Tom tenía el pelo y el pecho empapados. ¿También se había metido en la ducha? Él respondió a su mirada.

—Bueno, difícilmente pude evitar mojarme también, ¿no? No te podía arrojar ahí dentro.

—Lo siento —repitió ella en voz baja.

Él abrió la puerta del baño con el codo, y al salir se encontraron con Theo, el amigo y dueño del restaurante. Estaba muy nervioso y preocupado.

—Lo siento, Tom. No me explico cómo ha podido pasar esto.

(Tu nombre) tuvo un temblor involuntario, y Tom la agarró con más fuerza.

—Theo, no te preocupes. Olvídalo… aunque debemos marcharnos ya; estamos mojados.

Su amigo se apresuró a darles unas toallas.

—Tu automóvil está justo en la puerta, por detrás.

(Tu nombre) no pudo evitar mortificarse. Estaba convencida de que al gran Tom Kaulitz le incomodaría enormemente esa situación tan violenta. Él subió a la parte trasera del coche, aún con ella en brazos. (Tu nombre) quitó los brazos de su cuello y miró por la ventanilla.

—Lo siento —insistió ella, con todo su cuerpo en tensión—. No quería avergonzarte delante de tus amigos… de la gente del restaurante.

Tom la miró. Tenía la cabeza agachada, y el pelo, húmedo y brillante. Cuando ella había apartado los brazos de su cuello, había sentido la necesidad de volver a ponérselos. Y a pesar de lo que pudiera pensar, cuando se desmayó, el restaurante y la gente que allí estaba le importó un comino. Su única preocupación había sido (Tu nombre) y su bienestar. Incluso preguntó a gritos si había un doctor entre los presentes, aunque no hubo ninguno.

—No seas tonta, (Tu nombre). Te sacamos por detrás porque era más rápido.

—Ah…

Tomó una de las toallas y comenzó a desabrochar la camisa de (Tu nombre). Ella golpeó sin mucha fuerza su mano.

—¿Qué es lo que haces? —preguntó, alterada.

Él le quitó las manos de en medio.

—(Tu nombre), estás empapada, al igual que yo. A menos que quieras sufrir una hipotermia, tienes que quitarte la camisa.

Antes de que ella pudiera darse cuenta, él ya había desabrochado todos los botones y estaba sacando los brazos de las mangas.

—¡Tú chófer! —susurró, nerviosa.

Se había quedado tan sólo en sujetador, y Tom se estaba quitando también su ropa mojada. Sin pizca de vergüenza, no la hizo caso. Él llevó la espalda de (Tu nombre) contra su pecho desnudo y envolvió a los dos en un par de toallas. Un mar de sensaciones recorrió el cuerpo de (Tu nombre), haciendo que sus pechos se hincharan hasta el límite del dolor. Ella se mordió los labios. Tom miró hacia abajo y, cuando logró ver brevemente dos perfectos y cremosos montículos desbordando el sujetador, apenas pudo reprimir el deseo. La inevitable reacción fue más aguda. La mandíbula, tensa; la toalla, algo caída. Ella se movió para acomodarse, y él no pudo contenerse.

—(Tu nombre), deja de moverte.

Al sentir la presión debajo de ella, una oleada de calor inundó su cuerpo. El viaje de vuelta a la finca estaba resultando una tortura, y para cuando salió del coche, (Tu nombre) estaba en un estado casi febril.

Él la llevó hasta su habitación y la dejó con cuidado fuera de la puerta del baño. Ella se había apretado la toalla alrededor de su torso y miraba a todas partes salvo a los formidables pectorales que tenía delante.

—¿Necesitas ayuda?

—No —se apresuró a contestar—. No… gracias. No sé qué habría hecho si…

—Debes quitarte toda esa ropa húmeda antes de que te enfermes —la interrumpió.

Ella asintió con la cabeza y entró en el baño. Se desnudó y tomó una ducha caliente. Cuando salió, vestida con un voluminoso albornoz, para su frustración, no había nadie en el cuarto. Entonces apareció Thea por la puerta con una expresión de preocupación que enseguida disimuló al ver a (Tu nombre).

Thea entró y ayudó a (Tu nombre) a meterse en la cama, por lo que ésta pensó justo antes de dormirse que tal vez, después de todo, Thea no era tan distante y fría hacia ella como parecía. Quizás podía volver a intentarlo. Por lo demás, se negó a pensar en el hombre que la había salvado esa noche, que la había sostenido con tanta ternura. No había sucedido de esa manera; se estaba dejando llevar por su imaginación. Él se había limitado a ser práctico, nada más.


Cuando (Tu nombre) se despertó a la mañana siguiente, sintió los músculos del estómago doloridos. Justo cuando se desperezaba, la puerta se abrió. Allí estaba Tom, afeitado, vestido y con un aspecto despejado y alegre. Ella se puso algo nerviosa y tiró de las sábanas hasta su cuello.

Él entró y descorrió las cortinas que tapaban las puertas de estilo francés que conducían a la terraza. Se quedó de pie unos instantes con las manos en los bolsillos, contemplando el paisaje. Luego se dio la vuelta.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Mucho mejor, gracias. Yo…

—No digas que lo sientes, (Tu nombre) —la interrumpió—. No pudiste evitarlo. Debes de ser especialmente sensible a los licores. Quizás al marisco.

«¡Querrás decir al pasado!».

Ella observó con desconfianza cómo se acercaba hasta la cama. Era imponente, tan alto y masculino.

—Me temo que debo ir a Londres un par de días. En uno de nuestros barcos se ha producido una especie de motín entre la tripulación —hizo una mueca de disgusto—. Parece que sólo yo puedo solucionarlo.

Pese a lo que había sucedido entre ellos, (Tu nombre) se dio cuenta enseguida que sería un buen negociador. Duro pero flexible. A diferencia de lo que había pasado con ella, con aquella gente no habría resentimiento.

Ella asintió con la cabeza. Tom le lanzó una mirada indescifrable.

—No me extrañes mucho mientras estoy fuera.

—No lo haré —dijo, negando al tiempo con la cabeza.

Pero sí lo haría.

—Estoy seguro de que no, (Tu nombre) —añadió él con una fugaz sonrisa.

Chicas ...espero les guste el capi
Las Quiero
Bye D

miércoles, 28 de agosto de 2013

**Capitulo 18**


Tom estaba arrellanado en la butaca del vestíbulo, esperando a que (Tu nombre) bajase. Sentía un cansancio placentero. Tras aquella conversación, había estado haciendo largos en la piscina para olvidar que deseaba a (Tu nombre) más de lo que nunca había deseado a ninguna otra mujer. Y eso le preocupaba, pues tenía miedo de ser el primero que cruzase aquella puerta que comunicaba las dos habitaciones. Le ponía furioso el hecho de que ella pudiera excitarlo hasta el punto de hacerle perder el control de sus impulsos.

En ese momento, ella apareció al final de las escaleras, y la mera visión de aquella mujer dejó en nada todo el extenuante ejercicio físico que había realizado en la piscina. Como si acabara de recibir una inyección de adrenalina en estado puro, se incorporó como una bala. Para más inri, ni siquiera iba vestida como para impresionarlo. Llevaba unos vaqueros y una camisa blanca. El pelo suelto le caía por los hombros. Sin apenas maquillaje, un perfume fresco y ligero impregnaba levemente el aire a su alrededor. Se quedó de pie enfrente de él y esbozó una sonrisa algo forzada, pero incluso aquello le impresionó.

—Bien, me alegro de que no vayamos demasiado elegantes —dijo ella.

Él estaba extasiado por sus ojos, por su boca.

—¿Cómo?

Ella señaló la ropa que él llevaba puesta. Como ella, iba vestido de manera informal, con unos vaqueros y una camisa. Pensó que, si apenas podía contenerse al verla así, cómo podría mantener su autocontrol si se vistiese para causar sensación. Antes de que ella pudiera intuir lo que estaba pensando, la hizo salir de la casa y subir al coche. Los guardaespaldas, siempre presentes, les seguían en otro vehículo, y (Tu nombre) sintió un escalofrío al reparar en lo importante que era Tom, pues lo había llegado a olvidar con el fragor de la batalla que estaban librando.

Ella no pudo evitar la excitación que le producía la idea de ir a la ciudad. Siempre había amado el bullicio de Atenas. Al menos, así es como justificó lo que estaba sintiendo.

—¿Adónde vamos? Hace mucho tiempo que no vengo, y seguro que todo ha cambiado bastante.

Cuando Tom le dirigió una rápida mirada, ella se dio cuenta de que él estaba evitando mirarla a los ojos.

—Acaba de abrir un nuevo restaurante en Kolonaki que me gustaría probar.

—¿Sigue siendo ésa la zona de moda? —preguntó ella sin demasiado interés.

—Sí, pero hay barrios como Gazi que le están ganando terreno.

—Ese lugar estaba lleno de edificios en ruinas… no me lo digas, algún listillo ha convertido alguna vieja fábrica en un espacio artístico y ahora se está convirtiendo en hogar de bohemios y se está llenando de restaurantes modernos.

Ella vio cómo él hacía una mueca con la boca, y se quedó paralizada por la súbita claridad que parecía rodearlos.

A Tom le hizo gracia cómo se había expresado.

—Sí, esos condenados listillos magnates navieros tienen la costumbre de regenerar zonas degradadas.

(Tu nombre) tragó saliva y lo miró.

—¿Tú?

Él asintió con la cabeza y se encogió de hombros.

—Junto con otros cuantos. Bueno, era mejor que dejar que todo aquello se derrumbara. Ahora hay galerías, restaurantes, clubes… —se puso tenso por un instante—. Constantine Stakis había tomado el control de la zona y llevó años limpiarla. Se había convertido en un paraíso para el mercado negro, la delincuencia, la prostitución… ya sabes. Hizo una fortuna con todo aquello.

Ella se giró, mirando hacia Tom, ajena al resplandor natural de su cara, iluminada por un súpito entusiasmo.
—¿Podríamos ir allí en lugar de a Kolonaki, por favor? Me encantaría ver lo que has hecho en la zona. Siempre pensé que tenía un gran potencial.

Tom sintió una especie de pinchazo en su interior, una sensación de orgullo. Se limitó a contestar con un gesto y giró el coche en otra dirección. Hacía tanto tiempo que no había sentido esa sensación de placer compartido por la consecución de algo, que se mantuvo el resto del viaje en silencio.
 
 
A (Tu nombre) le encantó. El proceso de transformación de aquella zona había sido verdaderamente increíble. Sonriente, se volvió a mirarlo, fuera de una pequeña galería de grabados. Tom pensó:
«Si sigue sonriéndome de esa manera, no voy a poder…».
—Has hecho un trabajo fantástico. Debes de sentirte orgulloso de venir aquí y saber que has ayudado a mejorar la ciudad de esta manera.
Estaban uno al lado del otro. Él la miró, y ella pudo percibir en la sien de él la intensidad de su pulso. Quería tocarlo, pero ella enseguida borró la sonrisa de su cara. ¿Qué demonios le pasaba? Tan sólo llevaba unas pocas horas en Grecia y ya estaba cometiendo el mismo error que había cometido cuatro años antes. Resultaba patética; no había aprendido nada. ¡Por Dios, él la había chantajeado para conseguir el matrimonio y planeaba acostarse con ella como si fuese un puro objeto de placer!
—También a mí me encanta. Al igual que tú, siempre imaginé que esta área podía ser algo distinto.
Entre todo el torbellino de emociones que amenazaban con engullirla por completo, (Tu nombre), incómoda, tuvo que admitir que aquella primera impresión de que Tom se había vendido a una vida centrada en el dinero estaba resultando cuando menos inexacta. Durante un largo momento se quedaron mirando el uno al otro, momento que, para alivio de Tom, se vio interrumpido cuando una despistada pareja de enamorados se tropezó con ellos.
—Hay un restaurante al doblar la esquina. El dueño es amigo mío, uno de los socios que invirtió en la renovación de la zona.
Sin atreverse a hablar, (Tu nombre) se limitó a asentir con la cabeza. A pesar de todos sus esfuerzos, se dio cuenta de que los sentimientos empezaban a escapársele de las manos. Debía tener mucho cuidado. Sabía que Tom tenía un arma para vengarse mucho más poderosa a su disposición. Sabía que no podía permitirse cometer el mismo error que en el pasado. Porque esa vez no sobreviviría.
(Tu nombre) echó un vistazo al restaurante. El sube y baja emocional que estaba experimentando le resultaba extenuante. Tan pronto se abría, al igual que una flor en busca de luz, como enseguida empezaba a recordar y se cerraba. Tom era mucho más difícil de manejar cuando era… (Tu nombre) estuvo a punto decir para sí simpático, pero tampoco era que estuviera siendo especialmente simpático, sino educado y correcto, y ella era como un patético ratón comiendo de las migajas.
La cena había sido deliciosa y el entorno había sido fantástico. Sin embargo, las emociones encontradas no le daban tregua. Era como si una fuerza superior a ella estuviera manipulándola como a una marioneta. El que la conversación no hubiera entrado en zonas peligrosas y ella verdaderamente hubiera disfrutado charlando con él lo hacía aún más difícil. Por primera vez, llegó a sentirse algo relajada. En un momento dado, incluso rió, aunque con brevedad, lo que supuso un gran alivio a las semanas de tensión acumulada.
Acababan de servir el postre. (Tu nombre) tomó una cucharada de helado y lo saboreó con un placer inusitado. Por algún motivo, nunca antes se le había ocurrido pensar que la experiencia de tomar helado podía ser tan sensual, pero tenía que admitir que, al lado de Tom, todo era diferente.
Evidenciando que se encontraba en una sintonía muy diferente a la de ella, bastó una simple pregunta para devolverla a la realidad.
—¿Mencionaste que tu padre había matado a tu madre en el accidente?
Ella dejó la cuchara y asintió con desconfianza. ¿Qué necesidad tenía de recordar aquello ahora? Lo miró durante un buen rato a los ojos. No parecía haber maldad en aquella mirada.
—¿Recuerdas que él siempre fue un bon vivant? —dijo ella, esta vez sin mirarlo, mientras jugaba con la cuchara—. Cuando ya ya murió, las cosas empeoraron en la empresa y comenzó a beber cada vez más.
Ella dio un suspiro y continuó.
—Aquel día… aquel día mi padre ya había aceptado que necesitaba ayuda, pero quería tomar una copa más… y no dejó que mi madre condujese… —el recuerdo hacía aflorar el dolor a la superficie—. Así que ella, como no quería quedarse sola, se fue con él.
Finalmente miró a Tom con cierta expresión desafiante, lo que a él le sorprendió. ¿Qué se había creído? ¿Que ella buscaba compasión? Él respondió de forma instintiva.
—Lo siento, (Tu nombre), no tenía ni idea.
Ella se volvió a encoger de hombros.
—Bueno, entiendo que no lo supieras. No después de…
—No —concordó él. Ambos sabían que no necesitaba terminar aquella frase.
(Tu nombre) quería hablar de otra cosa.
—¿Y qué hay de tu madre? ¿Por qué no fue a la boda?
Él giro de la conversación fue radical. De pronto, a Tom le cambió la expresión de la cara. (Tu nombre) pensó que no iba a responder, pero al final sí lo hizo.
—Nunca le ha gustado viajar. Ella es feliz mientras sepa que la Naviera Kaulitz genera suficiente dinero para mantener su tren de vida.
Su voz sonó tan fría y distante, que (Tu nombre) se asustó un poco, pero no podía engañarla. Aunque él intentaba restarle importancia a la actitud de su madre, ella sabía por su propia experiencia con el dolor que la realidad era muy distinta. (Tu nombre) no podía creer el raudal de emociones que estaba surgiendo en dentro de ella. Quería ir y darle un abrazo, pero sabía que él no apreciaría su comprensión. Cuando depositó la cuchara en el plato, su mano estaba temblando.
Se excusó para ir al lavabo antes de que él se diera cuenta del estado en que se encontraba. Sólo regresó después de serenarse. La esperaba un café en la mesa.
—Gracias, pero no pedí café.
—Invita la casa… es un detalle de mi amigo Theo.
—Vale —aceptó.
Se hizo un silencio. Tom parecía estar dándole vueltas a algo. Obviamente, los temas más banales de conversación se habían agotado. Mientras tomaba el café, (Tu nombre)comenzó a pensar en lo que le preocupaba. Muy pronto estarían de vuelta en la finca, solos. ¿Dejaría él la puerta abierta esa noche? ¿La besaría hasta hacerla caer a sus pies? ¿La obligaría?
«No lo iba a necesitar…».
El pulso de (Tu nombre) se aceleró y dio otro gran sorbo a su café. Era incapaz de mirar enfrente de la mesa, donde estaba Tom. Tratando de pensar en otra cosa, volvió a tomar café. Éste tenía un sabor algo extraño que no lograba identificar.
—¿Qué tiene este café? Sabe de una forma diferente —preguntó sin poner demasiado interés, como para ocultar la confusión reinante en su cabeza.
Tom la miró fijamente, lo que aceleró de nuevo el pulso de (Tu nombre).
—Algún licor, creo que dijo el camarero.
Automáticamente (Tu nombre) pudo sentir algo en su interior. No había probado ni una gota de alcohol en cuatro años y de pronto, algo mareada, lo único que podía oler, saborear o sentir era el alcohol. Con una increíble intensidad, se encontró en el patio, con su cabeza dándole vueltas, sintiendo otra vez la misma profunda humillación de aquella lejana noche. El pánico la atenazó. Se llevó una mano al pecho, al lugar donde notaba una asfixiante presión.
Todo estaba empezando de nuevo. Otra vez se encontraba en Atenas con Tom, quien la estaba observando fijamente. ¿Acaso parecía graciosa? (Tu nombre) se sintió muy rara… y supo que por alguna razón había dejado de respirar.
—¿Qué te pasa? —la voz de Tom venía de muy lejos—. (Tu nombre), respóndeme.
Las palabras no le salían. No podía respirar.
—No lo sé… debe de haber sido algo…
Lo único que sabía con claridad meridiana era que él no podía saber a qué se debía semejante reacción. Todo daba vueltas en su cabeza y apenas podía mantener el equilibrio sentada. Entonces unos poderosos brazos la levantaron. Estaba mareada, pero se sintió a salvo, y enseguida perdió el sentido.
 

 
CHICAS....perdón por la demora...pero no tengo mucho tiempo... y las ficc que no he podido comentar es por eso.. no tengo tiempo de nada...pero si es posible el fin de semana..pasare a ver las ficc de ustedes...como la de sofii y la de Virgi =)
Cuídense
Las Quiero
Bye =D

viernes, 23 de agosto de 2013

**Capitulo 17**


—Pareces cansada.

—Gracias —repuso (Tu nombre) con sequedad, consciente de que él parecía resuelto y lleno de energía. Se encontraban en la terraza de la parte de atrás de la casa, sentados a la mesa de hierro forjado, que estaba cubierta con un mantel de lino blanco. Las puertas de estilo francés del salón habían sido abiertas de par en par. (Tu nombre) estaba segura de que Thea había insistido en servir la cena ahí fuera, pensando más en el placer de Tom que en el de ella. Sin embargo, tenía que admitir que era un lugar mágico. Estaba fascinada por las sombras que los faroles chinos dibujaban en el suelo, por el brillo del agua en la piscina y las luces de Atenas y de la Acrópolis brillando a lo lejos.

—Había olvidado lo impresionante que era esta vista.

—Sí, es cierto.

La tensión le estaba produciendo a (Tu nombre) dolor de cabeza. La escasa conversación durante la cena había resultado forzada, y ella no quería ni imaginarse las expectativas que Tom tendría para aquella noche. (Tu nombre) se levantó de la silla, que sonó al ser arrastrada contra la piedra.

—Me voy a dormir. Ha sido un día muy largo —dijo con una voz artificial.

Él la miro, y ella supo que, si él se levantaba y la tomaba en sus brazos, no podría ofrecer ninguna resistencia. Pero él se limitó a asentir con la cabeza, y ella sintió, de forma repentina e irracional, una decepcionada frustración. Pasó caminando por su lado y, justo cuando estaba alejándose, él la tomó de la muñeca. Su corazón dio un respingo del susto y lo miró con recelo.

—(Tu nombre), aquella puerta permanecerá abierta, no lo olvides —dijo con una voz dulce.

(Tu nombre) dio un tirón para liberarse y se fue a toda prisa. Ella no pensaba tomar la iniciativa, no todavía, pero deseaba que él diera algún paso.

 

 

Tom tomó el último sorbo de vino con un movimiento casi salvaje. Aquella noche, sentado frente a (Tu nombre), con la luz de los faroles y de la luna iluminándola, había tenido que hacer un enorme esfuerzo para controlarse y no tocarla. Y a pesar de todo, él había visto que sus ojos también expresaban innegablemente un deseo similar.

(Tu nombre) había bajado a cenar vestida con unos pantalones cómodos y un sencillo suéter cuyo escote dejaba entrever la desnudez de su cuerpo. ¿Por qué tenía que desearla tanto? Era muy probable que, de haberla visto desde un principio al lado de su tío, no la hubiera encontrado tan atractiva. Sabía que el ansia de venganza había tenido su origen de aquel intenso deseo que había sentido a primera vista, antes siquiera de haberla reconocido.

Desde luego, no era como las otras mujeres a las que estaba acostumbrado. Con éstas las cosas eran fáciles, como un baile cuyos pasos conocía a la perfección. Pero con (Tu nombre) todo era diferente. De repente sacudió la cabeza. ¡Ya era suficiente! No quería seguir dándole vueltas a ese asunto. Además, era lógico que después de haber estado ausente de Atenas durante mucho tiempo, el regresar con (Tu nombre) le despertase una mezcla de emociones vinculadas al pasado.

Se levantó con un movimiento brusco y entró en la casa mientras intentaba apartar de su mente aquellos pensamientos que le ponían nervioso. Se preguntó si no había sido un idiota al permitirle decidir a ella cuándo se acostaría con él, pero se consoló pensando que no tardaría en caer. Después de todo, ella tenía tan poca ganas de que aquel matrimonio durase como él mismo. Y aparte de esa cuestión, ambos experimentaban un deseo apasionado por el otro que tendría pronto que estallar.

 

 

A la mañana siguiente cuando se despertó, (Tu nombre) tomó una ducha rápida, se vistió con una falda lisa, una camiseta y unas sandalias y bajó a la cocina. Aquel lugar le traía tantos buenos recuerdos, que se quedó ensimismada, por lo que, al entrar Thea, se sobresaltó. Un escueto saludo fue todo. (Tu nombre) dio un suspiro y se fue al comedor, ya que era obvio que su presencia no era bien recibida en la cocina. Cuando Thea fue después del desayuno a recoger los platos, (Tu nombre) le preguntó de manera informal por Tom, a quien todavía no había visto aquella mañana. Thea le respondió que se había marchado y que se quedaría todo el día en la oficina de Atenas.

(Tu nombre) se llevó un gran disgusto. Un día entero sola en la finca, teniendo que aguantar el vacío que le hacía Thea. Pero se repuso y se dijo con determinación que no echaría de menos la compañía de Tom.

«Venga, sé honesta contigo misma. Cuando está cerca de ti notas cómo vibra tu cuerpo, cómo tu pensamiento se acelera. Nunca en tu vida te has sentido más despierta… ni excitada».

Sin poderse quitar aquella idea de la cabeza, (Tu nombre) volvió a explorar la finca de arriba a bajo, aunque evitó a propósito acercarse al patio. No podía soportar la idea de ver aquel lugar de nuevo, el lugar de su humillación original.

Y aunque podía pedir una llave a Thea para ir a ver la casa de su abuela, sabía que no era el momento. Se sentía demasiado vulnerable, temerosa de los recuerdos y los sentimientos que pudieran despertarse en ella.

Aquella noche, Tom regresó acalorado y sudoroso y algo contrariado consigo mismo por haberse ido a Atenas. Una visita que hizo a su madre no mejoró para nada su estado de ánimo. Ésta había estado tan distante y reservada como siempre. De hecho, ni siquiera se había molestado en asistir a la boda. Su propia familia había dejado mucho que desear. Tras asegurarse de que su madre tenía todo lo que necesitaba, se marchó sin que apenas ella se diese cuenta.

Sus padres nunca se habían preocupado verdaderamente ni de él ni de sus hermanas. Cuando nació diez años después de la hija más joven, fruto de un descuido, sus padres sólo se alegraron por el hecho de que al fin habían tenido un niño y, por tanto, un auténtico heredero. Para cuando Tom era un adolescente todas sus hermanas ya estaban casadas, aunque hacía tiempo que había superado la indiferencia de su familia.

Mientras se dirigía de vuelta hacia la finca en su todoterreno, se dio cuenta de que sus pensamientos apuntaban nuevamente en una dirección: (Tu nombre). Sintió curiosidad por saber qué habría hecho aquel día. Había ido a Atenas porque necesitaba espacio, pero, curiosamente, se sintió un poco culpable.

El silencio y la tranquilidad que se encontró al llegar le llenaron de calma. Fue de una habitación a otra. No había rastro ni de Thea ni de (Tu nombre), así que al final bajó hasta la piscina. Al principio le deslumbró el sol del atardecer, pero cuando se puso las gafas oscuras vio a (Tu nombre) allí. De una forma inconsciente y automática, su cuerpo se puso tenso y su respiración se aceleró. Ella llevaba puesto un pantalón de chándal y un top ajustado, y estaba haciendo una serie de movimientos orientada hacia el sol. A pesar de que él sabía que estaba haciendo yoga, le pareció algo más misterioso y reverencial.

Con tan escasa ropa, podía ver el cuerpo de (Tu nombre) en todo su esplendor. No era ni tan exageradamente delgado ni tan fibroso como los cuerpos que él solía asociar a la práctica del yoga. Tenía curvas y unos pechos bien torneados. Sus movimientos eran controlados y tan gráciles, que le llamaron poderosamente la atención. La contempló extasiado al ver cómo se ponía de pie, juntaba sus manos al centro de su pecho e inclinaba la cabeza en un gesto universal de oración y gracias. Parecía tan serena y llena de paz, que Tom sintió algo de envidia. Luego ella se volvió y lo vio allí.

—¡Oh!

Él notó cómo el pecho de (Tu nombre) se expandía y retraía después del esfuerzo realizado, y en ese momento se alegró de tener los ojos tapados por las gafas de sol. Disimulaban la mirada casi salvaje que ella había despertado nuevamente en él… la necesidad de poseer, de devorar.

Ella recogió la toalla que había estado usando a modo de colchoneta y se la puso por encima como si quisiera ocultarse tras ella.

—Tom —su voz sonó tranquila pero algo entrecortada, lo que no hizo sino aumentar su excitación. Él se acercó hacia ella con las manos en los bolsillos, ocultando sus irresistibles ojos. ¿Cuánto había visto? Ella odiaba la idea de que él hubiera sido testigo de una escena que para ella era íntima y privada. Él, por su parte, disfrutaba provocándole aquella evidente incomodidad.

Sus manos, metidas en el fondo de los bolsillos, estiraban la tela del pantalón. Por un instante, como por un acto reflejo, (Tu nombre) dirigió su mirada hacia esa zona, pero enseguida la apartó. Ya era tarde: al darse cuenta del bulto, sus mejillas se ruborizaron sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

—¿Yoga? —dijo él, levantando una ceja con expresión irónica—. Nunca lo hubiera imaginado.

—¿Por qué? —preguntó (Tu nombre) con dulzura mientras se consumía bajo su mirada—. ¿No concuerda con el concepto que tienes de mí como despiadada seductora?

Su gran cuerpo se quedó totalmente inmóvil, y (Tu nombre) estuvo a punto de retroceder unos pasos. A esas alturas debería haber aprendido a no provocarlo. Él se acercó, pero ella no cedió terreno.

En ese preciso instante se imaginó a (Tu nombre) desnuda, con aquel cuerpo flexible y exquisito debajo del suyo, con sus piernas entrelazadas entorno a su espalda mientras él la penetraba más y más profundamente…

—Para nada. En realidad, todo lo contrario. Sin duda va a hacer que el tiempo que pasemos en el dormitorio sea mucho más… entretenido —la desnudó con la mirada, y ella notó que sus pezones se habían hinchado y estaban empujando contra la delgada tela del top.

Apretó aún con más fuerza la toalla contra su cuerpo y sintió cómo se deslizaba entre sus pechos una gota de sudor. Se preguntó si él la habría visto.

Después de un largo momento, Tom se hizo a un lado para dejar que (Tu nombre) fuera delante. Venciendo su deseo de salir corriendo, entró en la casa, erguida, con la espalda recta, y entonces reparó en el último comentario que él había efectuado.

—¿Y qué se supone que significa eso? ¿Que soy una chica de compañía?

Él se detuvo en seco, sorprendido por la pregunta.

—Eso es. Me topaba a menudo con tu nombre, (Tu nombre), y nunca fuera de las páginas de sociedad. De hecho, me sorprende que no nos hayamos encontrado mucho antes sabiendo que frecuentabas todo tipo de saraos y fiestas nocturnas con increíble regularidad.

A (Tu nombre) le hirvió la sangre al escuchar ese reproche y pensar todo el tiempo y el esfuerzo que tuvo que invertir para sacar adelante su negocio. Después de todas y cada una de aquellas noches a las que él se refería, se levantaba sin falta a las seis de la mañana para volver al trabajo, y lo hacía sin resaca, porque ni siquiera bebía.

—Me sorprende, Tom, que alguien que tiene unas ansias irrefrenables por dominar el mundo no sepa reconocer a otro adicto al trabajo cuando lo ve —dijo, encogiéndose de hombros—. Piensa lo que quieras, aunque en realidad me importa un comino.

«Mentirosa».

Aquellas palabras lo arrastraron a lejanos lugares de la memoria, y sintió una inmediata necesidad de justificar algo. En todo caso, ¿cómo podía pretender ser adicta al trabajo si lo que ella llamaba trabajar era rodearse cada mañana de celebridades de segundo y tercer orden hasta bien avanzada la madrugada? Siempre había sentido escaso aprecio por la profesión de (Tu nombre), y él mismo hacía uso de su propio relaciones públicas en contadas ocasiones. Lamentablemente, hoy en día se había convertido en una profesión imprescindible dada la forma que tenían de trabajar los medios de comunicación. Callado y con una expresión sombría, se puso frente a ella, dando dos grandes zancadas.

—Esta noche cenamos fuera —dijo él. La ira de (Tu nombre) se disipó enseguida.

—De acuerdo —cualquier cosa antes que quedarse a solas con él en la finca. De hecho, sería aún mejor si no lo veía en absoluto—. Ya sabes que no tenemos que salir a cenar juntos. Si quieres, puedes salir tú. A mí no me importa quedarme aquí.

No la hizo caso; ni siquiera se dio la vuelta.

—Nos marcharemos dentro de unas dos horas.

En un gesto muy infantil, ella le hizo burla con la lengua por la espalda, cosa que, curiosamente, le hizo sentirse un poco mejor. A continuación, siguió a su autoritario marido hacia la casa.


CHICAS espero les guste el capi...Las Quiero
Bye =D

martes, 20 de agosto de 2013

**Capitulo 16**


Cuando al fin pudo hablar, preguntó, nerviosa:

—¿Se puede saber adónde vamos? —la idea de pasar una luna de miel con Tom la aterrorizaba.

Él la miró. Ella tenía los brazos cruzados en actitud defensiva, lo que no hizo sino aumentar el deseo de Tom. Estaba decidido a experimentar hasta sus últimas consecuencias la pasión que había inflamado el mero roce de sus bocas.

Él intentó relajarse para impedir que la chispa se convirtiera a la menor provocación en una auténtica llamarada.

—Tenemos nuestro equipaje, así que vamos directos al aeropuerto.

¿Se había empeñado en no escucharla? (Tu nombre) se sintió frustrada.

—¿Y es un secreto o me vas a decir dónde vamos?

Ella era perfectamente consciente del tono tirante de su voz. Tom la miró desde su asiento sin alterarse. A diferencia de ella, él parecía estar relajado y despreocupado.

—Vamos a la casa de campo que tengo en las afueras de Atenas.

(Tu nombre) recordó inmediatamente el nombre familiar griego con que llamaban a su abuela.

—¿La finca al lado de la ya ya?

Él asintió con la cabeza.

—Mi madre se ha mudado a la ciudad. Es más cómodo para ella, y así tiene más cerca a los médicos en caso de necesidad. Mientras tanto, he aprovechado para reformar la casa por completo.

(Tu nombre) se podía imaginar la opulencia de la mansión. Siempre había sido muy grande, especialmente comparada con la vecina y mucho más modesta finca de sus abuelos.

Ella se percató de que estaban entrando en un pequeño aeródromo y se dirigían hacia un jet privado. Intentó reprimir los nervios y miró a Tom como si quisiera apartar de su mente el hecho de que en breve estarían en un avión, volando hacia Atenas, para quedarse solos los dos. Era consciente de que estaba hablando deprisa y un poco a lo tonto.

—No he vuelto desde que ya ya murió. Su casa está ahora vacía. Creo que alguien de la familia va de vez en cuando, pero… —una repentina sensación de tristeza la invadió por sorpresa. Aquella casa albergaba recuerdos muy especiales para ella, y la idea de volver a verla sin su abuela le provocó una intensa nostalgia.

Ella no se había dado cuenta de que Tom la estaba mirando fijamente.

—¿Es la primera vez que vuelves a Atenas desde entonces? —preguntó él.

Tenía los ojos ligeramente humedecidos y un nudo en la garganta, pero se sobrepuso y lo miró, negando con la cabeza y tratando desesperadamente de controlar sus emociones.

—No, he estado de nuevo varias veces en Atenas, pero nunca en la casa de mi abuela.

Ella no sospechaba que la idea de regresar allí pudiera llegar a afectarla tanto.

Por suerte, el coche se detuvo y pudo salir a que le diera el aire y, de paso, a librarse de la penetrante mirada de Tom. A los pocos minutos ya estaban acomodados en los asientos de cuero del avión, sentados uno en frente del otro. (Tu nombre) se encontró algo más cómoda. No le resultaba nada fácil ser ella misma cuando estaba al lado de Tom. Tenía que vigilar cada palabra que decía y reprimir sus impulsos, algo a lo que no estaba acostumbrada. Sin embargo, tenía que reconocer que su franqueza y honradez no le habían servido de mucho en el pasado. Había descubierto que la gente no lo valoraba.

 

 

Tom estaba confuso, no sabía qué pensar. Había estado observando a (Tu nombre) y se había dado cuenta del brillo de las lágrimas en sus ojos, lo que le había desconcertado por completo. Incluso había estado a punto de preguntarle si, en lugar de ir a la finca de las afueras, prefería quedarse en el apartamento que él tenía en Atenas. Afortunadamente, había entrado en razón. No podía olvidar que (Tu nombre) Demarchis, a la temprana edad de veinte años, había hecho gala de una increíble vena mercenaria. Cuatro años después, la había perfeccionado, eso era todo.

El único motivo por el que ella lloraría sería para manipular una situación en función de sus propios intereses. Tenía que admitir que ella debía de estar furiosa, quizás incluso tramando algo. ¿Acaso podía ser de otro modo? Se aseguraría de que ella no obtuviera nada del matrimonio y vigilaría de cerca el estado de sus cuentas. Hacía tiempo que el dinero que había conseguido con la venta de sus acciones se había agotado, y la mujer tenía gustos caros. Sólo Dios sabía en qué se había gastado todo ese dinero.

Miró a lo lejos con desgana y observó cómo el suelo se hacía más pequeño según el avión ganaba altura. Todo lo que quería era acostarse con ella y desahogarse. No tenía que pensar en nada más. Tenía por delante dos semanas para saciarse y después solicitar el divorcio. De hecho, ya había pedido a su abogado que tuviera todos los papeles listos.

(Tu nombre) se dio cuenta de que sus facciones se habían ensombrecido, y como para confirmar sus sospechas, él la miró en ese momento de un modo tan frío y distante, que le produjo un escalofrío.

—¿Tienes hambre? —le preguntó por sorpresa a (Tu nombre). Ella negó con la cabeza. La invadió un terrible cansancio al que sucumbió con alivio y no sin una pizca de cobardía. Se encontraba desconcertada y confundida. Se alegró de poder descansar, aunque fuese un poco. Cerró los ojos, apartó de su mente la inquietante imagen de Tom y reclinó el asiento.

Un ligero toque la despertó y se encontró con la azafata de pie a su lado. Alguien la había tapado con una manta.

—Señora Kaulitz, vamos a aterrizar en breves minutos.

Durante un instante estuvo a punto de decir que ella no era la señora Kaulitz. Se desentumeció y vio con alivio que Tom no estaba en su asiento. Se atusó el pelo con las manos y se lo echó de nuevo hacia atrás. La orquídea se le quedó en la mano y se quedó contemplándola. ¿Qué extraña fuerza se había apoderado antes de ella para haberse puesto una orquídea en el pelo? La arrojó a la mesa que tenía al lado, contrariada con la idea de que lo había hecho inconscientemente por él. Quería quitarse el vestido y ponerse unos vaqueros… o una bata, o cualquier otra cosa.

¿Y quién la había tapado con aquella manta? La idea de que pudiera haber sido él la hizo derretirse. Tonta, se reprendió ella misma. Lo más probable era que hubiese sido la azafata. Levantó la mirada y vio a Tom salir de una cabina en la parte trasera del avión.

—Bueno, ya estás despierta. Estamos a punto de aterrizar.

Ella se limitó a asentir con la cabeza. No se atrevía a hablar y prefirió desviar la mirada hacia el exterior.

Atenas se veía más y más cerca, hasta que por fin aterrizaron. Tuvo una sensación agradable al reconocer el perfil de la ciudad. Regresar a Atenas siempre había sido como volver a casa.

Después de tomar tierra, todo transcurrió con enorme rapidez. En cuestión de minutos, salieron del avión y se acomodaron en un lujoso vehículo todo terreno con los cristales tintados. Un guardaespaldas iba sentado al lado del chófer y otro les seguía en un segundo automóvil con el equipaje. La sorprendió una súbita sensación de felicidad por el hecho de encontrarse de nuevo en Grecia.

A la entrada de la finca de los Kaulitz, cuando (Tu nombre) salió del vehículo, una cálida brisa acarició con suavidad su piel. El sol del atardecer esparcía por el cielo jirones de nubes rosas. A escasos doscientos metros, los árboles ocultaban la casa de su abuela. Respiró el aire primaveral y disfrutó con la vista que le regalaban los ojos. Desde niña, la mansión de Tom siempre la había intimidado con su aire de grandeza decadente, pero la impresionante reforma había cambiado todo. Estaba pintada de un color blanquecino que reflejaba el brillo del ocaso. La escasa altura de la fachada, junto a un tejado plano, le hacía parecer una construcción sin pretensiones, pero el gran porche que conducía a la enorme puerta principal delataba el lujo que yacía tras aquellos muros.

De no ser por la hilera de árboles que se extendía a lo largo de toda la fachada principal, el aspecto de la mansión habría sido más austero. Altos y esbeltos, los típicos pinos de la región estaban espaciados de tal modo que, en vez de menguarla, realzaban la vista de la casa. (Tu nombre) sabía que la primera impresión era engañosa.

Levantada sobre una colina, la casa gozaba de dos extraordinarias vistas de la ciudad de Atenas, una desde el jardín y otra desde la piscina que estaba al final de una serie de terrazas labradas en la tierra y rodeada de olivos.

La puerta principal se abrió, y una figura de cuerpo entero que le resultaba familiar a (Tu nombre) se apresuró a bajar los escalones. Era Thea, el ama de llaves de siempre. (Tu nombre), algo deshabituada a escuchar un griego tan veloz, trató de no perder comba de lo que decían mientras aquélla daba a Tom un efusivo abrazo de bienvenida. Sin embargo, cuando se acercó a (Tu nombre), la saludó de un modo muy distante. (Tu nombre) se sintió mal. Por lo visto, Thea tampoco la había perdonado. Hubo un tiempo en que había sido la favorita del ama de llaves. De muy joven, (Tu nombre) solía colarse en la cocina para aprender a hacer las recetas tradicionales griegas. Pero Thea nunca había perdonado a (Tu nombre) por el modo en que había tratado a Tom. (Tu nombre) había intentado explicárselo, pensando que, entre todo el mundo, si alguien iba a escucharla, ésa era Thea, pero no fue así. Y después de transcurridos cuatro años, (Tu nombre) era consciente de que ahora Thea sería mucho menos receptiva para escuchar su versión de lo sucedido.

Una vez en el vestíbulo, Thea llamó a una joven criada y le pidió que mostrara a (Tu nombre) su habitación, con la frialdad de una completa desconocida. (Tu nombre) estaba decidida a no dar ninguna muestra de dolor por ese trato, y siguió a la joven escaleras arriba. Se sintió aliviada cuando vio que no se trataba de la habitación principal, pero la tranquilidad le duró poco cuando vio aparecer a Tom por la puerta.

El inmenso deseo que él tenía de llevársela a la cama le hizo desconfiar. La criada la había llevado por error a un cuarto de invitados. Él había planeado que ella se quedara con él en su habitación, pero ahora ya no estaba tan seguro de que eso fuera una buena idea, a pesar del clamor de su pulso. Él era una persona civilizada, no una especie de hombre de las cavernas que se dejase gobernar por instintos primitivos. Decidió jugar un poco con la situación.

—Te he dado tu propia habitación, (Tu nombre) —dijo mientras entraba en el cuarto.

Ella retrocedió hasta la pared opuesta, observando con atención cómo él se dirigía hacia otra puerta. Se trataba de la puerta que comunicaba el dormitorio de (Tu nombre) con la habitación principal. Él la dejó abierta.

—En esta puerta no hay cerradura. Como te dije en París, vendrás a mí. Y yo estaré listo cuando lo hagas.

Se acercó hasta ella y extendió el brazo para dibujar con la mano la forma de una de las clavículas que el vestido de (Tu nombre) dejaba al descubierto. Su respiración se aceleró. Saltaban chispas entre ellos. Bajó con la mano hasta alcanzar las laderas de sus pechos. Mirándola fijamente, Tom abarcó uno de los pechos. El pezón se le endureció de inmediato y empujó a través de la seda del vestido contra la palma de su mano. Él se esforzó por no estrecharla entre sus brazos y devorarle la boca.

Hacía un rato que (Tu nombre) había renunciado a averiguar cómo podía seguir en pie. Pudo notar cómo resbalaba una gota de sudor por su frente. Sus labios se estremecieron bajo aquella mirada y pudo sentir cómo su propio cuerpo quería hacer presión contra la mano de Tom, que su mano le acariciara el pecho, que sus dedos apretasen su pezón, que latía con fuerza. Entonces, de pronto, apartó cruelmente la mano. Nada hacía pensar que él estuviera inmerso en la misma agitación que ella.

—No tardes mucho, (Tu nombre). No habrá divorcio hasta que consumemos este matrimonio, así que hasta pronto… depende de ti. Está en tus manos el hacer que esto discurra tan rápido o tan despacio como quieras. Mientras tanto, disfrutaré imaginando lo que me espera.

En aquel momento, (Tu nombre) no quería otra cosa que tener el valor de agarrarlo, traerlo de nuevo hacia sí y entregarse a él. Pero estaba convencida de que un hombre con su reputación, acostumbrado a mujeres del estilo de Isabelle Zolanz, se llevaría una gran decepción cuando se acostase con ella.

Tom se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta para volverse justo al llegar a ésta.

—La cena se servirá a las ocho.

Ella se quedó mucho rato de pie, esperando a que su cuerpo se calmase. Al oír un golpe seco en la puerta, (Tu nombre) se preparó para toparse con Tom, pero en su lugar apareció Thea, quien dejó el equipaje dentro de la habitación. Ya se estaba marchando cuando (Tu nombre) la llamó.

—Thea.

Ésta se detuvo, y (Tu nombre), afligida por semejante frialdad, se acercó.

—Thea… me alegro de volver a verte.

La vieja ama de llaves se limitó a mirarla, a gruñir alguna palabra ininteligible y a marcharse.

Confusa, se sentó en la cama. Poco podía imaginar (Tu nombre) cuando Tom la arrojó de su vida que, cuatro años después, tendría que hacer frente de nuevo a sus demonios. ¡Y de qué manera!

Chicas... aquí un nuevo capi.. y bueno perdón por la demora..pero la verdad es que últimamente no tengo tiempo... en el trabajo estoy demasiada ocupada .. y bueno en el estudio ..ni se diga.. y no creo que pueda subir tan seguido.. ya que a mi casa llego a las 12 de la noche... pero si en el trabajo se me dan tiempos como este podre subir.. y bueno en mi otra ficc.. tratare de subir esta semana...espero me entiendan...
Las Quiero
Bye =D

PD: Jenni.. no alcance a terminar el one shot e.e asi que creo que el fin de semana lo terminare para subirlo... ya que esta semana estoy a Full...

sábado, 17 de agosto de 2013

One Shot

Chicas.... Para las que no sabían.. hace un tiempo subí un One Shot el cual se llama "Mejores Amigos" y hoy subí la continuación...para las que quieran pasar les dejo el link


 
Espero Les Guste =D

miércoles, 14 de agosto de 2013

**Capitulo 15**


«En la riqueza y en la pobreza…».

(Tu nombre) daba vueltas a aquellas palabras. Permaneció de pie en el despacho del ayuntamiento con Tom a su lado. Nada de aquello le había parecido real desde que había entrado en la sala acompañada por Alexei y había visto a Tom allí, esperándola, con un traje gris metálico. Su corazón dio un vuelco al verlo tan alto, tan moreno y tan atractivo.

Miembros de las dos familias se hallaban sentados detrás de ellos. (Tu nombre) se sentía abrumada por la velocidad con que habían transcurrido los acontecimientos en las últimas semanas y por la reacción de su cuerpo al encontrarse al lado de aquel hombre. Se esforzó por mirar a un punto fijo, y sólo con retraso se dio cuenta de que Tom estaba girándola hacia él después de que el oficiante le dijera que podía besar a su esposa.

«Su esposa…».

Estaba ligado a él ante la sociedad, con todo el mundo por testigo. Impotente, (Tu nombre) levantó la mirada para verle la cara. Trató de comunicarse con él sin palabras. Intentó que relajase las severas facciones de su rostro, al menos por un momento para poder alcanzar algo de la persona que ella conoció un día. Pero fue en vano. Mientras él se inclinaba sobre ella dispuesto a besarla por segunda vez en dos días, ella sintió cómo su cuerpo, pleno de deseo, la traicionaba. Al contacto con su boca, (Tu nombre) se esforzó todo lo que pudo para no reaccionar del mismo modo que el día anterior.

Él tomó su cabeza entre las manos y se la inclinó hacia arriba. ¿Por qué tuvo que hacer eso? ¿Por qué no pudo darle un sencillo beso en los labios, rápido y eficaz? Tenían las caras muy juntas. Con aquellas grandes manos abarcando su cara, acarició con los pulgares sus mejillas, y ella notó cómo su temperatura se disparaba, y se imaginó que él debía de darse cuenta de que estaba a punto de explotar.

Despacio, y rodeados por el silencio de la sala, él se fue acercando más y más hasta que los ojos de (Tu nombre) quedaron atrapados por los de él. Finalmente los cerró y las dos bocas se unieron en un perfecto ensamblaje. Al roce de sus labios, (Tu nombre) sintió cómo sus rodillas flaqueaban, y tuvo que asirse con las manos a su cintura para no perder el equilibrio. El aroma de Tom la embriagó y su calor la envolvió en un manto de sensual calidez. Al igual que el día anterior. Era un juguete en sus manos.

 

 

Él había pensado en darle un beso rápido. Aunque cada vez le resultaba más difícil controlar su deseo por ella, Tom no tenía ninguna intención de dar el espectáculo delante de la gente. Por eso, aquel beso debía ser casto y sin lengua. Todo menos lo que terminó siendo. Tom fue incapaz de controlarse al tocar la piel de (Tu nombre), al sentir sus labios. Viejos recuerdos emergieron a la superficie cuando notó las pestañas de ella rozando sus mejillas. Y ya fue demasiado cuando sintió cómo temblaba, cómo se agarraba a él con las manos, tratando de afianzarse. Al fin y al cabo, era humano. Tiró de ella y deslizó una mano por su espalda para sujetarla contra su cuerpo. Ya no importaban los testigos: el mundo había sido reducido a ese momento, a esa mujer, a esos labios que se abrían a él de forma tan seductora, con una dulzura irresistible. Y antes de poderse dar cuenta ya se había sumergido en un torbellino de pasión que le sacudió y que se vio obligado a controlar para no explorar el húmedo y cálido interior.

Como si de un cubo de agua fría se tratase, el llanto de un niño le trajo de nuevo a la realidad. Se las arregló para retroceder. Cuando abrió los ojos, los tenía borrosos, y los de (Tu nombre) aún estaban cerrados. Podía percibir la jadeante respiración de ella.

 

 

(Tu nombre) era consciente de que él tenía que dejar de besarla. Lo sabía de una forma racional, pero aun así ni abrió los ojos ni se movió. Cuando notó el roce de un dedo contra mejilla, salió por fin de la inmóvil espera en que se hallaba. Su mirada corrió a encontrarse con la de él. Al oír un ruido se giró, y vio a los familiares observando la escena con la boca abierta.

(Tu nombre), incapaz de mirarlo de nuevo, dibujó una amplia sonrisa que rompió el hechizo que parecía haberse apoderado de los presentes. La gente comenzó a aplaudir, y Tom la tomó de la mano y la condujo afuera. Sólo cuando (Tu nombre) estuvo segura de haber recuperado el autocontrol, se volvió hacia él.

—No creas que porque pueda montar esta actuación para la familia, será lo mismo cuando estemos a solas —dijo ella con tranquilidad antes de empezar la rueda de abrazos y felicitaciones.

Su expresión se tornó algo sombría, y (Tu nombre) se alegró de poder fastidiarlo, aunque fuera tan sólo un poco, si bien era consciente de que aquél no era un hombre con quien se pudiera jugar. Por cada tanto que ella se apuntara, él buscaría venganza. Ella se salvó de una respuesta cáustica, ya que enseguida se vieron rodeados de invitados. Al poco tiempo, ya estaban saliendo de un coche y entrando en un exclusivo pero discreto hotel donde se iba a celebrar la recepción.

Miembros de su familia que no había visto en años y algunos otros parientes de Tom estaban sentados en pequeñas mesas redondas esparcidas por el salón. Petra, la mujer de Alexei, le hizo un saludo con la mano que (Tu nombre) devolvió tímidamente.

Antes, ese mismo día, cuando habían salido de la ceremonia a la Place du Panteón, con su enorme monumento a la gloria del secularismo dominando la magnífica plaza, la mujer de su tío se había acercado a (Tu nombre) con lágrimas en los ojos y, aprovechándose de que Tom estaba hablando con alguien más, le había susurrado al oído:

—(Tu nombre), cariño, estoy tan feliz por ti. Debo reconocer que cuando Alexei me lo contó, me preocupé un poco, pero después de veros ahora… es evidente que estáis enamorados.

(Tu nombre) no podía creer que la gente viera con tanta claridad lo que quería ver y no lo que tenía delante de la cara. Nadie se daba cuenta de que estaba haciendo todo aquello en contra de su propia voluntad.

Cuando el almuerzo terminó, (Tu nombre), con el pretexto de ir al lavabo, pudo por fin ausentarse y alejarse de la molesta presencia de Tom. Afortunadamente, él estaba de acuerdo con que no pronunciarían ningún discurso. Una vez en el baño, (Tu nombre) se echó agua fresca en las muñecas y el cuello para relajarse y bajar el ritmo de las pulsaciones, aceleradas desde aquel beso.

Ella se sintió aliviada de que no se le hubiera ocurrido invitar ni a Eleni ni a su marido, aunque a continuación se sintió mal por semejante pensamiento. Quizás Eleni estaba ingresada otra vez en el hospital. Torció el gesto delante del espejo. ¿Por qué no podía parecerse más a él y ser capaz de desvincularse emocionalmente de su entorno?

Se peinó, se arregló el maquillaje y volvió al gran salón, decidida a evitar pensar en cualquier cosa que tuviera que ver con el futuro o incluso con lo que acontecería más tarde esa misma noche. Aún no se había figurado cómo lidiar con Tom, porque de algo estaba segura: no tenía la menor intención de dormir con él.

 

 

Tom no podía concentrarse en la conversación. (Tu nombre), radiante, sobresalía como un faro por encima de la multitud. La observó según volvía al salón. Era el único miembro de la familia que no era enteramente griega por ambas partes. Apenas llevaba maquillaje y tenía el pelo recogido y una orquídea en él. Tom pensó que nunca había visto nada más hermoso.

Su conjunto era sencillo, y resaltaba su natural elegancia. Tenía que admitir que no había sido del todo justo cuando había criticado su forma de vestir. Llevaba un traje claro de seda hasta las rodillas con un chal dorado de gasa fina y unas sandalias altas de correa que revelaban unos tobillos delgados y preciosos talones. Y cuando se movía para saludar a alguien, como entonces, la seda del vestido la acompañaba, ciñéndose a las caderas. Una vez más, Tom no salía de su asombro ante el cambio que habían obrado los años en aquella mujer. ¿Pero acaso no había poseído siempre esa belleza? Siempre había tenido esos característicos ojos de color verde y azul, unos labios suaves… sintió un deseo incontrolable al recordar el beso que se habían dado en el ayuntamiento.

Sin pensárselo dos veces, se abrió paso entre la gente. Había llegado el momento de salir de allí y llevársela con él.

 

 

(Tu nombre) aún estaba hablando con una de sus tías cuando sintió que había alguien detrás, y un hormigueo le recorrió la piel. Cerró los ojos brevemente y, cuando los volvió a abrir, tenía un poderoso brazo alrededor de la cintura. No miró a Tom, pero sonrió a la mujer y continuó hablando por hablar. Podía notar cómo su brazo aumentaba la presión en torno a su cintura, despertando en ella un torbellino de sensaciones.

—¿Estás lista para marcharnos?

Como si tuviera elección, (Tu nombre) se puso algo nerviosa. Asintió al darse cuenta de que en realidad quería dejar de ser el centro de atención, de las miradas y de las preguntas. Se despidieron de los invitados y salieron del salón.

En el vestíbulo, firmemente agarrada de la mano por él, (Tu nombre) se tropezó intentando seguir el paso que marcaban sus largas piernas. En aquel momento, se le vino encima toda la enormidad de lo que acababa de pasar. Se encontraban a punto de salir del hotel, lejos de cualquier salvaguarda. Se quedaría a solas con Tom, y él…

Se detuvo en seco, obligándole también a pararse. Él miró hacia atrás con una expresión sombría.

—¿Qué pasa?

—¿Que qué pasa? ¿Que qué pasa? —la voz de (Tu nombre) iba ganando volumen a la par que también crecía su miedo. Tiró de su mano para liberarse de la de Tom y se quedó de pie, temblando—. ¿Qué diablos te sucede? Esto no es real… esto es una farsa. Y todo el mundo allí dentro cree que estamos enamorados, que formamos un verdadero matrimonio —comenzó a retroceder hacia el salón, balbuceando—. No puedo hacerlo, no puedo. Se lo voy a decir. Trabajaré para Alexei, haré lo que sea para ayudarle a conseguir otro préstamo… pero no me hagas… no puedo hacerlo, no puedo.

Tom alcanzó a (Tu nombre) a toda velocidad cuando ésta estaba a punto de dirigirse de nuevo hacia el salón. Tomándola en sus brazos, la besó de forma apasionada, acallando sus palabras. Ella forcejeó, pero él no dejó de besarla hasta que cedió toda resistencia.

La ira fue dejando paso a un deseo que, comenzando poco a poco, terminó por extenderse a todo su cuerpo. Con las manos atrapadas contra el pecho de Tom, podía sentir la potente musculatura bajo su camisa. Cuando notó la dureza de su miembro a través de la suave seda de su vestido, ya no pudo retirarse. Sus caderas se movían en un esfuerzo por acercarse más a él, y éste, con un pequeño impulso, la puso en su regazo.

Después de unos cuantos minutos, él levantó la cabeza con expresión triunfante. (Tu nombre) todavía estaba demasiado aturdida por la intensidad de su propia reacción como para hacer nada. Sólo sentía la fuerza de la sangre que corría agitada por sus venas.

Él la sonrió mientras deslizaba un dedo por la barbilla de (Tu nombre). A diferencia de ella, él parecía capaz de hablar.

—Es demasiado tarde, (Tu nombre). Ya nos hemos casado. Pareces haber olvidado que has firmado el acuerdo que garantiza el préstamo a tu tío, y esto… —con un ligero movimiento de cadera, presionó de un modo tentador su erección contra la cima de sus muslos cubiertos de seda—. Esto es en gran medida la próxima parte del plan.
Ella no podía apartar los ojos de él; estaba hipnotizada por su mirada. Por primera vez se preguntó qué haría él al descubrir que lamentablemente carecía de experiencia en el terreno amoroso. Aquella idea la paralizó. Él no querría dormir con una novata. Aunque estrictamente hablando no era virgen, se puede decir que sí lo era comparada con él. Debía decírselo en ese momento antes de seguir adelante. Por algo así podía abandonarla. Abrió la boca pero no fue capaz de decir nada. Estaba en guerra consigo misma: por un lado, quería marcharse y olvidarse de que se había encontrado con Tom; y por otro, deseaba acostarse con él en aquel mismo instante.
Todavía estaban juntos; de hecho, no podían estar más cerca el uno del otro. Tenía que decir algo, no podía ser tan cobarde. De repente, el flash de una cámara de fotos le hizo a (Tu nombre) dar un respingo en sus brazos. En cuestión de segundos, habían sido rodeados por un ejército de paparazzi. Los conserjes del hotel y los guardaespaldas, que también habían aparecido como de la nada, estaban intentando contenerlos. En el tumulto que siguió, (Tu nombre) y Tom fueron introducidos en un coche con tanta rapidez, que en cuestión de segundos ya se estaban alejando de aquel lugar a toda velocidad. Ni hablar de lanzarse a confesar su inexperiencia sexual.

CHICAS.. aquí un capi nuevo.. quisiera saber si les gusta o no la ficc.. ya que no hay comentarios y eso me extraña.. porque si no les gusta lo dejo hasta aquí.. ahí me dicen que piensan..
Cuídense
Las Quiero
Bye =D