martes, 24 de septiembre de 2013

**Capitulo 23**

Chicas...primero quiero darles una disculpa porque me he demorado unos días en subir... la verdad es que no han sido mis mejores días ya que e tenido algunos problemas...a parte de que la universidad y el trabajo en estos momentos no me dan tiempo... la verdad estaba pensando en poner en Stand by un tiempo la ficc hasta que salga de las pruebas y los trabajos.. y los problemas que tengo se solucionen. y después de eso seguir subiendo capis.. pero ahí vere que pasara... por eso tampoco e subido capi en mi otra ficc... porque todavía no tengo la continuación...pero espérenme un tiempo más.. y les prometo que cuando todo pase.... podre subir seguido los capis...espero me entienda ...



Tom permaneció callado al volante durante un rato. (Tu nombre) no se fiaba; aquella mañana había salido del dormitorio como medida de autoprotección. ¿Podía sentirse enfadado porque ella no hubiera estado allí cuando él despertó? Seguramente todo lo que quería era sexo.

(Tu nombre) lo observó. Tenía un rostro serio y su mandíbula estaba tensa. Tenía ganas de acercarse y darle un beso para que se relajara o para robarle una sonrisa como la que había visto antes, aunque se la había dirigido a Thea, no a ella. Sabía que, a pesar de lo que dijera, él la odiaba. Después de todo, era natural, puesto que ella representaba una época horrible de su vida, cuando tenía todo y a todos en su contra y estaba completamente solo. Se vio obligada a desviar la mirada y a taparse los ojos con unas gafas de sol para que él no pudiera notar las lágrimas.

—¿Qué te parece si vamos a Kaisariani, en el Monte Hymmetos?

(Tu nombre) prefirió no hablar y se limitó a asentir con la cabeza.

Como no contestó, él le dirigió una fugaz mirada.

—(Tu nombre), ¿me oíste?

De pronto, se sintió sobrepasada. Ya no podía soportar más ese sentimiento de culpa, no después de lo que había pasado la noche anterior entre los dos. Las lágrimas distorsionaron su voz.

—Tom, no tenía ni idea… te lo juro, yo no lo hice… y no sabía nada de aquel asunto de la fusión —tragó saliva y respiró profundamente mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y cruzaba los brazos alrededor de su estómago, buscando algo de protección.

Tom soltó una maldición y paró el vehículo en el arcén. Tenía que indicar a los escoltas que les seguían que no había ningún problema.

Se giró, le quitó las gafas de sol a (Tu nombre) y le puso las manos en los hombros. Ella tenía la cara colorada y los ojos llorosos.

—¿De qué diablos estás hablando?

—Thea… me lo contó —(Tu nombre) hizo un enorme esfuerzo para controlarse, y se frotó la cara con el reverso de sus manos. Tom todavía estaba borroso.

—¿Qué te contó Thea? —preguntó, sacudiendo su cabeza, enojado.

—Thea… —dijo, dando un gran suspiro—. Nosotras hablamos… me contó lo que había pasado, lo que pasó después… después de…

Las manos de él le apretaron los hombros con tanta fuerza, que ella hizo una mueca de dolor. Luego la soltó, y ella, más tranquila y sin llanto, se reclinó en el asiento.

—Nunca leí aquel artículo, Tom. No lo sabía, lo juro.

—Ellos transcribieron conversaciones, conversaciones privadas que sólo nosotros mantuvimos —su voz sonaba rara y algo artificial, como si estuviera repitiendo algo a un niño.

—No te imaginas cuánto lamento aquello ahora.

—Las pruebas estaban allí, en su correo… fue tu e-mail, tu contraseña. ¿Me estás diciendo que facilitaste esos datos a otra persona?

Sintió una punzada en el pecho. Afligida, tuvo que negar con la cabeza. Por supuesto que no había dado a nadie su contraseña.

Tenían que volver a empezar. ¿Cómo había permitido que sus emociones la dominasen de aquella manera? De lo único que se tenía que preocupar era de salir entera de aquello. Y cuando Tom hubiera tenido suficiente, lo que esperaba que sucediera pronto, él la dejaría marcharse. Aquélla era la decisión a la que había llegado durante sus largas horas de meditación el día anterior. ¿Por qué tenía que ser tan impetuosa? Más valía que le confesara que estaba otra vez enamorada de él, que nunca había dejado de amarlo.

Se sentía la mujer más desconsolada del mundo. Para su desgracia, también era consciente de parte de la razón por la que no podía lanzarse a contarle toda la verdad. Es cierto que estaba preocupada por lo que les pudiera pasar a Eleni y a su familia, pero después de haber estado con él la noche anterior, también tenía miedo de perderlo. ¿Estaba de verdad dispuesta a confesarse culpable con tal de conseguir cualquier cosa que ese hombre pudiera ofrecerla? Se volvió a cubrir los ojos con las gafas de sol.

 

 

Tom sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al ver cómo se transformaba ante él en una suerte de robot. ¿Por qué insistía tanto en proclamar su inocencia? ¿Qué sentido tenía? De repente, según presenciaba aquel súbito cambio, se le ocurrió algo. Estaba tratando de encontrarle un punto débil, de jugar con él, de hacerle dudar de sus sospechas. ¿Qué esperaba conseguir? ¿Una relación más duradera? ¿Algún otro tipo de beneficio? Sintió una opresión en el pecho. Ella lo había hecho esperar hasta que quiso, y ahora, después de acostarse con él, fingía arrepentimiento o inocencia.

Ignorando tramposamente que fue él quien la había perseguido para llevársela a la cama, se dijo a sí mismo que ella debía de haber asumido que su relación podría haberle ablandado. ¡Incontables mujeres antes que ella habían hecho lo mismo! Se deshizo de su preocupación y de las confusas contradicciones que le habían asaltado al verla llorar. ¡Estaba incluso haciéndole la pelota a Thea, por el amor de Dios!

—No quiero volver a oírte ninguna mención al pasado. Ya no tiene importancia.

«Aparte del hecho de que lo utilizaste para llevarla donde tú querías».

Obviando todas las contradicciones, se concentró en la mujer que estaba delante de él, cada vez más excitado al ver cómo su pecho subía y bajaba al ritmo de la respiración. Ella estaba mintiendo, y lo iba a probar en ese instante.

—La única cosa que importa es esto.

(Tu nombre) sintió cómo se le clavaba en la espalda el manillar de la puerta. Tom se estaba echando encima de ella. Interpuso sus manos, pero se topó con una pared de músculos. Se derritió al recordar cómo había tocado y gozado de aquel cuerpo la noche anterior. Él estaba sujetando la cabeza de ella entre sus manos de tal forma que no se podía mover, y (Tu nombre) cerró con fuerza su boca para impedirle el acceso. Pero en lugar del beso brutal que ella esperaba, fue suave y tierno. Apenas rozaba su boca, como si de un susurro o de una invitación erótica se tratara. Él era implacable, pacientemente seductor, incansable. Ella no podía seguir resistiéndose a aquella avalancha de sensualidad. Al igual que sucedió la noche anterior, él se las arregló para reducir todo el universo de (Tu nombre) al aquí y al ahora. Nada más existía.

Cuando él sondeó con su lengua aquella boca, rozó la costura de sus labios hasta que ella suspiró y los abrió un poco más. Pero todavía no entró. Ella sintió hervir su sangre, y levantó las manos hasta sus hombros en señal de entrega. Entonces, supo exactamente qué era lo que él quería. Vacilante, tocó la boca de él con su lengua y trazó el dibujo de sus labios en una inocente incursión. Después, profundizó en aquella oscura y húmeda oquedad, envalentonada y embriagada cuando su lengua finalmente se enredó con la de ella.

Ella sintió cómo una mano bajo su top le acariciaba un pecho, mientras la yema del dedo gordo frotaba el pezón. La lengua empujó con más fuerza y arqueó la espalda, presionando con su pecho en la palma de su mano. Y entonces, para sorpresa de (Tu nombre), como si de pronto se hubiese ido la corriente, él retrocedió, puso las manos sobre los hombros de ella y la miró fijamente a los ojos.

—¿Lo ves? Esto es de lo único que tenemos que preocuparnos. Mientras dure, seguiremos casados.

Él levantó su mano y le dio un beso en la palma. Incapaz de moverse durante un largo momento mientras la miraba, sintió cómo se le clavaba en la cintura el cinturón de su asiento. Los coches pasaban zumbando a su lado.

Humillada, (Tu nombre) le quitó las manos de encima y se sentó correctamente. Por lo que a él respectaba, ella era tan débil como un gatito, y le había ayudado a conseguir su objetivo. Ya no sería tan tonta de volver a mencionar el pasado.

martes, 10 de septiembre de 2013

**Capitulo 22**


Él apartó la mano del sexo de ella. Ardía en deseos de ser poseída. Aunque todo entre ellos era complicado, sus emociones, su historia, y a pesar de la inexperiencia de (Tu nombre), aquello parecía una coreografía que ella llevaba preparando mucho tiempo. Sabía exactamente lo que debía hacer. Y era asombroso.

Él la apretó la espalda, y ella notó cómo cambiaba de postura. Él se situó sobre ella, y ésta se arqueó, dirigiendo sus caderas hacia él, hasta que la cabeza de su miembro, todavía en la mano de ella, se situó a las puertas de su baluarte. Nunca había sentido nada tan erótico. Estaba completamente volcada en el aquí y el ahora, todo lo demás carecía de importancia. Ni el pasado ni el futuro, sólo el presente existía.

Él se preparó para penetrarla. (Tu nombre) finalmente quitó su mano y se arqueó aún más. Con las caderas elevadas, trató en vano de rodearlo, así que puso sus manos en su cintura, sintiendo el masculino relieve que delineaba la unión de sus muslos.

Ella se mordió los labios, a punto de implorar, y entonces, en un momento brutal, él estaba allí, deslizándose hacia su interior, empujando en su húmedo calor. Los músculos de ella se apretaron en torno a él, conduciéndolo hacia el interior, hasta el fondo, hasta que estuvieron completamente unidos. Y cuando él comenzó a moverse dentro de ella, (Tu nombre) terminó por perder todo vestigio de control y cordura.

Tom se encontraba en otro universo, en un lugar en el que nunca antes había estado. Entrar en (Tu nombre) fue como entrar en un reino extraño y, no obstante, en cierta forma, conocido. El modo en que ella fue a su encuentro, la sutil e inocente presión de sus muslos contra los suyos le hizo apretar aún más y penetrarla más y más profundamente. Despacio, disfrutando con cada segundo, envuelto en su cálida exuberancia, salió de ella para volver a entrar de nuevo. Y sintió como que regresaba al hogar.

El sudor le corría por la frente. (Tu nombre) lo miró y se aferró a sus hombros mientras él la penetraba de nuevo. Luego bajó con las manos hasta sus duros glúteos, instándolo a ir más adentro, más duro. Él ya no pudo seguir conteniéndose. Se le agotó la voluntad de ser paciente y delicado. Necesitaba poseerla ya. Abandonando todo control, complaciendo los deseos más salvajes de ella, la penetró sin piedad, fuerte y deprisa.

El cuerpo de (Tu nombre) se volvió a arquear, sus caderas se balanceaban contra él y sus pechos estaban aprisionados contra sus músculos. Él sintió cómo ella se deshacía en sus brazos, obligado a hacer un increíble esfuerzo para sostenerse hasta el último momento, cuando los dos se unieron en un clímax total y maravilloso.

 

 

(Tu nombre) se despertó con las primeras luces del amanecer. Estaba de lado, mirando a Tom, a escasos milímetros el uno del otro. Contempló su cara, que parecía mucho más joven y vulnerable en reposo. Nada hacía pensar en el exitoso y agresivo hombre de negocios en que se había convertido; antes al contrario, aquella imagen le recordó tanto al joven que un día conoció, que se sintió sobrecogida. De repente la invadió una increíble sensación de ternura y de algo más, y el pánico la atenazó. No, no podía, no debía sentir eso. Sabía que aquello era tanto como concederle el poder de destruir su vida más allá de todo límite.

Intentó calmarse, diciéndose a sí misma que todos aquellos sentimientos eran perfectamente comprensibles. Al fin y al cabo, ¿cuánta gente realizaba sus sueños, sus más íntimas fantasías? Cerró los ojos durante unos instantes mientras recordaba lo que había sucedido la noche anterior. Él había sido todo lo que ella podía haber deseado. Un amante sin igual, un auténtico maestro, más sintonizado con su cuerpo de lo que ella misma había estado. Aquellos pensamientos volvieron a despertar su deseo. Él la había llevado al límite, y lo habían traspasado juntos una y otra vez. Ella había sido tan insaciable como él.

Abrió sus ojos de nuevo y, conscientemente, evitó mirar aquel tentador cuerpo tendido a su lado. Entonces las palabras de Thea resonaron en su cabeza como veneno, esparciéndose por su mente y empañando lo que había pasado entre ellos dos. Las cosas eran mucho peores de lo que se había imaginado. ¿Cuál sería su reacción cuando despertase? ¿Quizás una sonrisa triunfante y burlona? Miles de posibles escenarios acudían a su imaginación, a cada cual peor, y no quería esperar para averiguarlo.

Sintió vergüenza cuando pensó en la débil resistencia que había ofrecido. Podría muy bien haberle estado esperando en su cama, envuelta en papel de regalo. Esa idea le dio el impulso necesario para levantarse de la cama. Recogió la ropa que tenía esparcida por el suelo, no sin un cierto rubor, y salió de la habitación.

 

 

Cuando Tom se despertó, se quedó unos instantes tumbado sin abrir los ojos. Por primera vez en su vida se sentía… satisfecho, completo. El recuerdo del cuerpo de (Tu nombre) bajo el suyo le provocó una sonrisa. Nunca antes se había sentido así a la mañana siguiente. Y según se despertaba un poco más, otra sensación, cada vez más intensa, empezó a sustituir a la anterior. Un fuerte deseo, el ansia de un cuerpo que después de haber probado el paraíso le pedía más, y se lo pedía ya.

Sonrió incluso más cuando pensó en las instrucciones que había dado a su abogado para que tuviera listos los papeles del divorcio para después de la luna de miel. Si se sentía así después de una sola noche, no era difícil imaginar que el matrimonio podría durar algo más. Estaba claro que su venganza estaba resultando muy dulce.

En todo caso, ¿dónde estaba (Tu nombre)? Cuando, exhaustos, se durmieron, ella se había acurrucado junto a su pecho y había puesto una pierna encima de las suyas. Aún sonriente, estiró un brazo, esperando encontrar un cuerpo cálido y sexy. Pero no ocurrió así. Del todo despierto, abrió los ojos al instante. La cama estaba vacía. El sol entraba por la ventana, y él buscó el reloj con la mirada.

—¡Dios santo!

Él nunca dormía hasta tan tarde; no le había pasado en años. Y nunca se había despertado solo tras pasar la noche con una mujer en su cama. Siempre era él el primero en despertarse y en marcharse. Se levantó de la cama y se puso unos vaqueros y una camiseta. Al llegar a la puerta, se le vino algo a la cabeza. Con el ceño fruncido, se apresuró a mirar en el dormitorio de (Tu nombre), pero tampoco estaba allí. Su expresión se tornó aún más sombría.

Con creciente irritación y sin saber realmente por qué se sentía tan molesto, Tom bajó por fin a la cocina. El sol penetraba por la puerta abierta que daba al pequeño patio de Thea, donde cultivaba hierbas y tenía algunos olivos. Escuchó voces y el sonido de unas risas.

«¿Era (Tu nombre)?».

Caminó hasta la puerta y, al ver a (Tu nombre), se quedó paralizado. Estaba con los pies descalzos e iba vestida con unos pantalones cortos y un chaleco de estilo campestre. Tenía el pelo recogido y un pañuelo de vivos colores que la protegía del sol. Ella y Thea estaban una junto a la otra, al lado de unos tiestos que iban a trasplantar. ¿Desde cuando se habían vuelto a hacer amigas? Él había notado cómo se había portado Thea con (Tu nombre), e incluso había sentido algo de pena por ella.

Pero ahora… Le recordaba dolorosamente otra época, lejana ya en el tiempo. Él pronunció algo ininteligible, y las dos mujeres se giraron a un tiempo.

La sonrisa de (Tu nombre) se borró enseguida cuando vio el semblante malhumorado de Tom. Afortunadamente Thea anunció al instante que prepararía el desayuno e hizo el gesto de dirigirse hacia la cocina, pero Tom, sin apartar la mirada de (Tu nombre) en ningún momento, la detuvo con una brusca negativa.

—No.

A (Tu nombre) le pareció que estaba luchando con algo, y entonces de pronto le cambió el semblante y sonrió a Thea. Aquella sonrisa dejó a (Tu nombre) sin respiración. Lo rejuveneció de pronto y lo hacía parecerse de nuevo a aquel joven que había vislumbrado por la mañana a su lado en la cama. Sintió una dolorosa punzada. Era consciente de que estaba en serias dificultades. Él dirigió sus palabras a Thea pero miró a (Tu nombre).

—Voy a llevar a (Tu nombre) a dar una vuelta con el coche. ¿Podrías prepararnos algo para comer al aire libre, por favor?

Thea asintió con entusiasmo y parloteó acerca de dónde deberían ir. Cuando entró a la cocina, Tom se acercó a (Tu nombre), y ésta para verlo se protegió con la mano del sol que la cegaba. La expresión en el rostro de Tom, su actitud, parecían gritar:

«No vas a escapar tan fácilmente».

(Tu nombre) tragó saliva. Él se dio cuenta y tocó con un dedo su garganta.

—Nos iremos dentro de una hora —dicho lo cual, se dio la vuelta y entro de nuevo en la casa.


Chicas...bueno aquí esta la continuación del el capi que yo creo que todas esperaban jajaja...espero les guste.. y si puedo el jueves subo capi.. ya que estoy en semana de examen en mi universidad...y estoy con muchas cosas encimas en mi trabajo.. asi que espero que el jueves este mas desocupadas...
Se cuidan...
Las quiero
Bye =D

PD: Para aquellas que están recién leyendo mi ficc...les dejo el link de mi otra ficc... http://miverdaderoamortu.blogspot.com/2013/07/capitulo-1.html que creo que el fin de semana subiré capi en ella =D ...

viernes, 6 de septiembre de 2013

**Capitulo 21**


(Tu nombre) se despertó, sobresaltada. Había estado soñando algo. Su corazón latía a toda velocidad. Con los ojos llorosos, se levantó de la cama y fue al baño. Todo estaba tranquilo. Inmediatamente pensó en Tom. ¿Habría regresado? Ella sabía que no había dormido más de un par de horas. A punto de regresar a la cama, se detuvo y miró el pomo de la puerta contigua. En su fértil imaginación, parecía brillar ligeramente iluminado por el resplandor de la luna. Había dejado las cortinas descorridas.

Siguiendo un impulso incontrolable, caminó hacia esa puerta. Probablemente ni siquiera estaría allí, se dijo a sí misma. Puso la mano sobre el pomo. Su respiración era agitada… ¡y todavía ni lo había girado! Finalmente se decidió y dio media vuelta al tirador de la puerta. Esta se abrió hacia ella, sorprendiéndola por lo pesada que era.

La habitación estaba a oscuras. Entró con sumo sigilo. La cama estaba sin abrir. No había nadie allí. En penumbra, como su propio cuarto, sólo podía vislumbrar algunas formas. Era austera y masculina, apropiada para alguien como Tom. Y sin embargo había cuadros en las paredes. No eran pinturas abstractas, como había esperado, sino pequeño estudios, retratos, paisajes…

De pronto se sintió como una mirona y regresó a su cuarto, y en aquel mismo instante se abrió la puerta del baño en el otro lado de la habitación. La luz se desparramó por la habitación y vio salir a Tom, en cueros y secándose el pelo con una toalla.

Ella debió de hacer un pequeño ruido porque él se detuvo en seco, con los músculos tensos, y al levantar la cabeza la descubrió al instante. No hizo nada, simplemente se quedó allí de pie, magnífico y sin ruborizarse. Ella no supo cuánto tiempo se quedaron mirando el uno al otro. Sólo era consciente de los veloces latidos de su corazón, del modo en que su cuerpo parecía derretirse e inflamarse.

—(Tu nombre)…

Él era real, no era una aparición. (Tu nombre) finalmente se movió. Se dio la vuelta y habría salido corriendo hacia su dormitorio de haber tenido en ese momento la coordinación necesaria. Tropezó con la puerta, y ella misma la cerró en sus narices, quedándose dentro de la habitación de Tom. Sin duda él estaba pensando que ella lo había oído llegar y estaba cumpliendo con su deber marital.

En cuestión de segundos la mano empezó a sudar y el pomo resbalaba sin girar. Ella dejó escapar una queja de frustración. Y entonces se detuvo. La alfombra había amortiguado sus pasos, pero pudo sentir el calor de su cuerpo detrás de ella, y cerró los ojos. Sin ni siquiera mirarlo, fue su cuerpo lo que veía, o más bien la impronta que su cuerpo había dejado en su retina unos momentos antes. Un cuerpo tonificado, sin un gramo de grasa, atlético, perfectamente formado, sin imperfección alguna en aquella piel tersa y aceitunada.

Cuando las pesadas manos de él se posaron sobre la piel desnuda de sus hombros fue incapaz de reprimir un escalofrío. Él le giró la cabeza hacia él sin que ella opusiera resistencia. (Tu nombre) mantuvo los ojos cerrados, consciente de que, si se movía aunque fuera un milímetro, entraría en contacto con aquel cuerpo de acero.

—(Tu nombre) —algo salpicó su voz: ¿era diversión?, ¿irritación?—. ¡Abre los ojos!

Ella los abrió, y se sorprendió al ver que la luz de la luna bañaba la habitación con una luz más intensa de lo que había pensado. Las limpias facciones de su cara estaban claramente delineadas, como lo estaba el deseo en sus ojos. Era incapaz de mirar hacia abajo para ver si se había puesto la toalla. Con sólo pensar que podía estar desnudo le fallaban las piernas. Aquel leve movimiento la había puesto en sus manos. Ella sintió la toalla, pero era una endeble barrera contra la intensa y dura erección que ocultaba. Las piernas de (Tu nombre)Kallie no dejaban de temblar. Sólo la sujetaban aquellos poderosos brazos.

Tampoco su camiseta de seda ni sus bragas de encaje significaban una barrera efectiva. (Tu nombre) sintió la puerta contra su espalda y cómo los brazos de él aflojaban la presión y sus manos alcanzaban su cara. Estaba inundándola, separando sus muslos con su pierna. Era algo inevitable. No había vuelta atrás. Aquello era por lo que estaba allí, era lo que había surgido entre ellos desde la primera vez que se volvieron a encontrar.

Y de pronto dejó de importar por qué estaba allí; sólo era consciente de aquel muslo entre los suyos, y de cómo ansiaba sentir más, gozarlo plenamente.

Él emitió un sonido gutural, algo en griego, e inclinó su cabeza sobre la de ella para besarla salvaje, apasionadamente. Un estremecimiento de placer recorrió todo su cuerpo. Incapaz de resistirse a su abrumador deseo, se puso de puntillas para encontrarse con él y rodearle el cuello con los brazos. Anhelaba estar más cerca aún, y pudo notar la húmeda expresión de su deseo entre sus muslos, en sus bragas mojadas. Se movió sutilmente contra él, pugnando por liberar la tensión acumulada entre sus piernas.

Él apartó su boca de la de ella y descendió trazando un camino de besos a lo largo de la barbilla y continuando por el cuello. (Tu nombre) echó su cabeza hacia atrás hasta darse con la puerta, pero ni siquiera notó dolor. Todos los músculos de su cuello se tensaron mientras sentía cómo él, con su mano, abarcaba uno de sus pechos, palpándolo, acariciándolo por encima de la fina seda. Con su muslo aún sujetándola, la tocó con la boca, rodeando el dilatado pezón y devorándolo a través de la seda. La espalda de (Tu nombre) se arqueó y pudo sentir cómo se astillaba en mil pedazos. Nada la había preparado para ese torbellino de sensaciones.

Antes de que ella se perdiera por completo, él retrocedió. (Tu nombre) abrió los ojos y vio en los de él las brasas incandescentes de su deseo, de su deseo por ella. Todo lo que podía hacer era experimentar ese momento, sentirlo.

Ella se estiró y tomó su cara entre las manos, acercándosela. Cuando la boca de él tocó otra vez la suya, ella emitió un suspiro de profunda satisfacción. (Tu nombre) bajó con las manos, deleitándose en el contacto con su piel, con sus anchas espaldas, hacia los bíceps, dilatados de sujetar su cintura, de abarcarla con las manos. (Tu nombre) siguió descendiendo hasta alcanzar la toalla de Tom. Entonces rodeó su cintura con las manos para llegar a la espalda, y una vez allí las deslizó debajo de la toalla y se recreó amasando aquellos glúteos duros y bien formados.

Tom se estremeció mientras su erección presionaba contra la tripa de ella.

—(Tu nombre), (Tu nombre), ¡cuánto he deseado esto desde que te vi! Te deseo con locura.

Ella besó su cuello, su hombro. Las palabras fluían sin dificultad. Ni siquiera tenía que pensarlas.

—Yo también te deseo.

—¿Entonces por qué intentaste marcharte?

Le faltaba el aliento, apenas podía mantener la coherencia.

—Yo… yo no sabía que tú estabas aquí… No quería que pensaras que estaba rindiéndome.

Algo en el modo en que lo dijo, quizás una suerte de provocadora independencia, la hizo parecer insoportablemente vulnerable. Él tenía que manejar la situación.

—Bien, ahora estás aquí y es demasiado tarde para volver atrás.

Él la levantó con un ágil movimiento y la transportó hasta la cama, recostándola con sorprendente cuidado. Ella se tumbó boca arriba y observó cómo él apoyaba sus fuertes brazos sobre ella. Por un instante recobró la claridad y la cordura. Aquel hombre la despreciaba y quería acostarse con ella como un modo de castigarla. Pero entonces, ¿cómo podía resultar tan placentero? Notó cómo algo inexorable emergía dentro de ella.

Ella se había entrelazado a él con tanta intensidad, que Tom se sintió próximo a estallar. Pero justo entonces ella se incorporó sobre los codos, manifestando en su mirada una pasión que dejaba vislumbrar algo más. Algo que él era incapaz de definir.

—Tom, ¿cómo puedes…? ¿Cómo podemos hacer esto cuando tú me odias tanto?
 
«¿Qué?».
Algo en su cuerpo se enfrío. No su deseo. Eso nada podía apagarlo. Sus pensamientos empezaron a fluir en contra de su voluntad. Tenía que reconocer que desde que se había marchado, no había dejado de pensar en ella, en el pasado… la deseaba con un ansia que tenía que ser puramente física. Desde luego, eso es lo que parecía en ese momento, cuando ella estaba allí tumbada, enfrente de él, ardiente y con los labios hinchados a causa de sus besos. Cualquier otra cosa tenía que deberse al pasado, eso era todo.
El pasado era complicado, pero esto no lo era. Esto era sencillo.
Todos sus músculos se habían tensado al salir de la ducha y verla allí. Ella parecía una joven divinidad. Blanca y resplandeciente a la luz de la luna, tenía los pechos levantados y seductoramente visibles bajo la camiseta. La sombra que ocultaba su sexo era una misteriosa promesa del paraíso.
«¡Basta de pensar, basta de hablar!».
—No, (Tu nombre) —dijo con voz ronca—. No te odio. Te lo dije una vez, el amor es la otra cara del odio. Tú debes tener la otra. Te deseo… eso es todo.
Y con una ferocidad que le hizo sentirse en un terreno más seguro, se inclinó sobre el cuerpo de (Tu nombre), encontró su boca y la tomó cruelmente para saciar su hambre e inflamar la de ella. Al principio ella se quedó rígida, como si rechazase sus palabras, pero luego, poco a poco, él pudo sentir el temblor que anticipaba su entrega.
(Tu nombre) trató de quedarse con aquellas palabras brutales, trató de guardarlas en su cabeza para permanecer rígida, merme, pero no fue capaz. Era demasiado débil. En ese punto sólo tenía clara una cosa. Sólo había una cosa que deseara más que su perdón, más que su aceptación: a él mismo.
Apartando su boca de la de ella, tiró de (Tu nombre) hacia arriba. Ella tenía el pelo sobre los hombros, y su largo flequillo le cubría los ojos. Con una rodilla en la cama, le levantó los brazos para quitarle la camiseta. Luego la presionó sobre su espalda para tumbarla de nuevo. Ella miró a lo lejos durante un instante como para evitar mirarlo a los ojos, pero (Tu nombre) le hizo girar la cabeza, tomándola por la barbilla. La miró fijamente a sus ojos verdemar, unos ojos que ahora, con la excitación, habían cobrado una tonalidad más oscura.
—(Tu nombre), no me rehuyas. Me deseas… Dilo.
—Te deseo —dijo como si estuviera hipnotizada.
Él vio un destello en su mirada, y en ese momento lo agarró de los hombros y tiró de él hasta ponerlo encima de ella, y no paró hasta encontrar su boca.
Cuando él se retiró, aquel brillo había desaparecido de sus ojos, como si hubiera sido fruto de su imaginación. Se palparon cada palmo de sus cuerpos. Él tuvo cuidado en no dejar caer todo su peso sobre ella. Acarició sus pechos, trazando círculos con los dedos. Los dos perfectos montículos se hincharon; sus pezones eran pequeños guijarros. Ella arqueaba la espalda y contraía el estómago, mientras Tom examinaba uno con más detalle, pellizcando y jugando con el pezón.
—Tom… por favor…
Él se inclinó para permitir que su boca y su lengua la devorasen. Primero uno, luego el otro. Las manos de ella trataban de agarrarse a su cabeza y dirigirlo. Él puso la otra mano en la suavidad de su vientre, palpando su estremecimiento, y a continuación la deslizó bajo las bragas. El vello era suave, sedoso. Le quitó las bragas mientras ella levantaba las piernas para ayudarlo. Estaban humedecidas por su excitación, y su pene reaccionó al instante con una formidable erección. Apenas podía refrenar las ganas de penetrarla intensa y profundamente, pero sabía que sería más placentero hacerlo despacio. Además, ella le había hecho esperar, así que ahora le tocaba a ella.
La estrechó con fuerza entre sus brazos. Se hallaban muy juntos, casi soldados el uno al otro. Los pechos de (Tu nombre) estaban aprisionados contra su pectoral, y él con una mano abarcaba la desnudez y la voluptuosidad de sus redondas nalgas. Él le separó las piernas y su mano se abrió camino desde los suculentos carrillos hasta los suaves rizos de su sexo, pasando de nuevo por la tersura de su vientre. Sus dedos se introdujeron dentro de ella, acariciándola rítmicamente. Ella tenía la boca contra su hombro, al que mordía con suavidad en un continuo jadeo mientras luchaba por reprimir sus gemidos.
(Tu nombre) puso la pierna sobre el muslo de él, abriéndose aún más, estirándose para alcanzar su miembro erecto. Cuando lo tocó, se quedó tan impresionada, que puso los ojos como platos.
—Es todo para ti —susurró él, y la besó. Sus dedos seguían acariciándola, jugando con su pequeña fuente de placer, frotándola sin descanso, moviéndola en círculos, antes de volver a sumergirse. Ya eran tres los dedos que metía y sacaba. Incapaz de sostenerla, (Tu nombre) echó su cabeza hacia atrás, gimiendo en voz alta, mientras con la mano movía arriba y abajo la piel de su pene. A Tom le sacudió un estremecimiento de placer tan intenso, que durante un segundo tuvo que quedarse completamente quieto. Ella casi lo había llevado al límite.
—(Tu nombre).
—Tom.
—Para.
—Pero… te deseo… quiero más.

Chicas..... espero les guste el capi.. y bueno estoy muy ocupada por eso no subi xd... espero les guste las quiero bye =)

 

lunes, 2 de septiembre de 2013

**Capitulo 20**


Mientras Tom se alejaba en su coche de la finca, tuvo que admitir que por el momento el matrimonio con (Tu nombre) no se parecía en nada a lo que había imaginado. Y tenía el presentimiento de que las cosas no harían sino complicarse aún más. De nuevo sintió esa extraña sensación de que quizás en algún momento había cometido un monumental error de juicio. Por primera vez en su vida, no se había acostado con una mujer a la que deseaba cuando él lo deseaba. Pero ya no había lugar a más esperas. Si a su regreso ella no acudía a él, entonces sería él quien tomaría la iniciativa. Ya había tenido bastante de su supuesta timidez y de sus jueguecitos.

 

 

(Tu nombre) bajó las escaleras después de un rato y encontró en el comedor los restos de un desayuno. Estaba nerviosa y no quería saber por qué. Apiló los platos y se los llevó a la cocina. Había terminado de lavarlos y había comenzado a colocarlos en su sitio cuando oyó un sonido detrás de ella. Thea estaba allí de pie, mirándola, indignada.

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué? Ahora él no está aquí. No necesita que finjas ser algo que no eres.

Thea parecía tan herida y enojada, que (Tu nombre) no pudo responder inmediatamente.

—Thea…

La vieja mujer, en un ataque de ira, ignorando a (Tu nombre), se puso a abrir y cerrar armarios sin ton ni son.

(Tu nombre) recordó que siempre había hecho eso cuando estaba enfadada o molesta.

Se acercó a Thea y le puso una mano en el brazo.

—Thea, por favor. ¿Podemos hablar?

Thea dejó por fin que (Tu nombre) la llevase a la mesa, aunque aquélla seguía sin mirarla. En cualquier caso, (Tu nombre), con voz entrecortada, comenzó a contarle con pelos y señales todo lo que había ocurrido aquella noche de hacía cuatro años, justo hasta el momento en que Tom le había arrojado el periódico a los pies a la mañana siguiente.

(Tu nombre) ni siquiera fue realmente consciente de que había dejado de hablar hasta que Thea la miró y dijo tranquilamente:

—¿Eleni?

(Tu nombre) asintió en silencio. Thea dio un profundo suspiro.

—Creo que dices la verdad. Siempre supe que esa chica era una mala persona…

—Pero… —(Tu nombre), al tiempo que se secaba la humedad de las mejillas, no le dejó terminar, aunque Thea, indignada, prosiguió.

—¡Fíjate! Incluso ahora sales en su defensa. ¿Se puede saber qué te ocurre? Debes contárselo a Tom.

(Tu nombre) negó con la cabeza.

—No puedo, Thea. Prometí que no se lo diría, y además él iría tras ella.

—¿Ella? —Thea dio un soplido—. Pues claro que lo haría, ése es el problema. Siempre se preocupó por ti, no por ella. Por eso Eleni lo hizo, y por eso él estaba tan enfadado contigo.

(Tu nombre) no daba crédito a lo que oía. Él no había tenido el menor interés en ella, como había quedado de manifiesto por el modo tan rápido en que la juzgó y la condenó.

—Thea, no puedo contárselo —(Tu nombre) le explicó a Thea la frágil salud física y mental que padecía Eleni, pero Thea insistió:

—Por favor, esa chica es una auténtica manipuladora.

—Pero Thea, ¿es que no lo ves? ¿Cómo voy a correr el riesgo de contárselo a Tom cuando sé que él podría decidir castigarla a ella… o a su familia?

—Ése fue siempre tu problema, (Tu nombre). Eras demasiado buena… y demasiado ingenua. Él siempre se interesó por ti… ahí es donde comenzó el problema. Eleni estaba celosa.

(Tu nombre) hizo una mueca de dolor. ¿Estaba Thea en lo cierto? ¿No querría castigar a Eleni? No podía asumir ese riesgo. Un oscuro sentimiento le rondaba la cabeza, pero prefería ignorarlo. No importaba lo que dijese Thea, tenía que proteger a Eleni.

Thea se levantó a hacer algo de café para las dos, pero terminó preparando un té verde al notar lo pálida que se estaba poniendo (Tu nombre) con el olor del café. Thea presentía que (Tu nombre) acabaría por ser perdonada. El alivio era inmenso. La Thea de siempre, la que (Tu nombre) había conocido de niña, había vuelto.

—Hija, no te imaginas lo que le sucedió después de aquello… ¿Piensas que sólo fue la ruptura de su compromiso?

¿Acaso no era eso lo bastante malo?

(Tu nombre) se encogió de hombros.

—Me imagino que la amaba —contestó (Tu nombre), pese a lo que él le había dicho antes.

—¿Amor? —Thea se rió—. No puedes seguir siendo tan ingenua. Él no la amaba. Su madre le obligó a casarse con ella para salvar la Naviera Kaulitz. No tenía elección. Cuando su padre murió y le dejó el control, los viejos socios no tenían fe en él. Comenzaron a vender, y la empresa estuvo al borde de la bancarrota. Aquella fusión era la única esperanza —Thea se quedó observando a (Tu nombre)—. ¿Acaso no sabías todo esto?

(Tu nombre) sólo sabía que no le iba a gustar lo que estaba a punto de escuchar.

—No, él sólo me contó en varias ocasiones que no estaba seguro de si quería hacerse cargo del negocio —esbozó una leve sonrisa—. Solía decirme que quería estudiar Bellas Artes.

Aquello estaba tan en las antípodas del Tom actual, que (Tu nombre) apenas podía creer que le hubiera dicho nunca algo así. Thea la devolvió de golpe a la realidad.

—Eso fue lo que le confiaste a Eleni, y lo que evidentemente luego filtró a la prensa, junto con aquella foto.

—Ay, cielos —(Tu nombre), destrozada como estaba, nunca llegó a leer toda la historia.

—Sí. La prensa lo difamó. ¡El chico de oro de las compañías navieras que no quería heredar el negocio y prefería estudiar Arte en la universidad! Al romperse el compromiso y fallar la fusión, la compañía casi se fue a pique. Tom tuvo que trabajar veinticuatro horas al día, siete días a la semana para reflotarla. Pero lo consiguió.

La expresión de Thea mostraba un inapelable sentimiento de orgullo. El pasado cobró ipso facto un tinte bien distinto. La persona en la que Tom se había convertido tras la muerte de su padre era producto de la responsabilidad y la necesidad, no de un ambicioso deseo de ganar dinero. (Tu nombre) se sintió mal de nuevo. Miró a Thea con ojos afligidos.

—Mis padres… ellos le echaron de la casa. Nunca lo olvidaré.

—Me lo figuraba —asintió Thea—. Aunque no me lo contó, pero sabía que algo malo había pasado allí. Nunca volvió a mencionar a tu familia. Y, en verdad, tú, tus padres, tus primos… erais toda la familia que el realmente tenía.

(Tu nombre) se sintió mal, muy mal. Ella sabía que habían estado muy próximos, pero Tom siempre había parecido tan… autosuficiente. Él siempre había ocultado algo. Nunca había hablado sobre su propia familia. Por primera vez pudo ver lo duros que habían sido sus padres juzgándolo tan mal.

Era mucho peor de lo que ella nunca se había imaginado.

—Me debe de despreciar.

Thea se levantó para enjuagar su taza.

—En verdad, (Tu nombre), estaba demasiado ocupado como para odiar a nadie —volvió y se quedó de pie delante de (Tu nombre). Sus ojos brillaban de emoción. Miró a propósito el anillo que (Tu nombre) llevaba en el dedo, una sencilla cinta de platino—. Se ha casado contigo, (Tu nombre), por algún motivo.

Thea tenía razón, pero era dos y no uno los motivos. Venganza y deseo. (Tu nombre) se sentía culpable. De ningún modo podía contarle la verdad, porque eso significaría traicionar a Eleni, poner en peligro su delicada salud. Y ahora (Tu nombre) se sentía como si no se mereciese el perdón. Los hechos seguían siendo los mismos. Si aquella noche no hubiera ido tras él para besarlo, cuando su instinto le había dicho que no lo hiciera, nada de aquello habría pasado. Pero ya no podía cambiar el pasado, y no le quedaba más remedio que asumirlo.

(Tu nombre) tenía mucho en lo que pensar durante las siguientes veinticuatro horas. Ella y Thea estaban intentando restablecer su amistad. A la noche siguiente, después de la cena y cuando Thea se hubo ido a la cama, (Tu nombre) se sentó, decidida a esperar a Tom. No estaba segura de lo que iba a hacer o decir. Se sentía como si hubiese perdido una capa protectora de la piel y no sabía si sería capaz de evitar que él se diera cuenta.

Se hizo tan tarde, que (Tu nombre) se estaba quedando dormida, así que se fue a la cama. Ya lo vería por la mañana, o quizás no regresaría hasta dentro de otros cuantos días. Esa idea la deprimió.
 
Chicas.... Espero les guste el capi... y bueno ya en el próximo capitulo habrá maaaaaaaaaaaas acercamiento entre Tom y (Tu nombre)... ahí veo que día se los puedo subir... =D....
Las Quiero
Bye =)