Cuando (Tu nombre) se
despertó era casi mediodía, pero no había de qué preocuparse. El trabajo estaba
terminado y, tanto ella como Cécile, tenían todo el día para recuperarse.
Después de remolonear unos minutos se levantó. Sintió un intenso mareo y tuvo
que sentarse en la cama. ¿Qué le pasaba? En un acto reflejo, se llevó la mano a
la tripa y de pronto sintió unas náuseas que la obligaron a ir al baño.
Creía estar casi segura
sobre lo que iba mal, y ni siquiera se planteó que podía ser otra la razón. El
intenso cansancio, la creciente sensibilidad, la continua montaña rusa
emocional en la que vivía… el cambio de píldora anticonceptiva justo antes del
reencuentro con Tom.
—¿Tienes los papeles
listos? —Tom fue al grano.
—Desde luego —su abogado
soltó unas risas, sentía curiosidad—. Esperaba tu llamada hacía unas cuantas
semanas.
—Sí, bueno, pues te
llamo ahora.
Su abogado sabía mejor
que nadie que no debía poner a prueba la paciencia de Tom.
—Por supuesto. Déjamelo
a mí. El papeleo sólo llevará unos pocos días.
—De acuerdo. Estaré en
Atenas este fin de semana si me necesitas.
—No preveo ningún
problema. Será rápido y fácil.
Rápido y fácil,
exactamente como pensó que iba a ser su matrimonio de conveniencia y venganza.
Pero éste había durado más de lo esperado, y (Tu nombre) había sido cualquier
cosa menos fácil.
Hizo una mueca.
Necesitaba recordar el pasado, recuperar aquella sensación de ira y traición
que en las semanas anteriores se había ido disolviendo. Incluso cada vez le
costaba más recordar el pasado, como si se hubiese vuelto borroso. Pero (Tu
nombre) Demarchis era peligrosa. Tenía la capacidad de embaucarlo de nuevo, y
no lo permitiría.
—¿Pero por qué quieres
que vayamos a Atenas este fin de semana? —(Tu nombre) estaba intranquila y no
sabía por qué. Bueno, sí que lo sabía. Necesitaba tiempo para pensar, para
estar a solas. Había estado a punto de decirle a Tom que quería volver de nuevo
a su pequeño apartamento, que así sería más fácil justificar el divorcio cuando
éste saltase a las noticias. ¿Y por qué no había mencionado aún lo del
divorcio? Aquello era una forma especial de tortura en sí mismo, aquel
constante no saber.
—Has estado trabajando
mucho; te vendrá bien un descanso —ese Tom, distante, apagado, no tenía nada
que ver con el de la noche anterior.
—Muy bien —ella se dio
la vuelta. Si aquélla iba a ser la última vez con él, la aprovecharía. Y cuando
terminase, insistiría en exigirle el divorcio.
Tom no quiso ver el
destello de vulnerabilidad en los ojos de (Tu nombre). Ese fin de semana en
Atenas iba a ser el último, por fin ella desaparecería de su mente, de sus
preocupaciones. Debería haber mencionado el divorcio, pero por alguna perversa
razón no quiso hacerlo en ese momento.
—Bien. Salimos por la
mañana.
Al salir del vehículo
todoterreno en la finca al día siguiente y ver a Thea bajar las escaleras le
produjo a (Tu nombre) una vivida sensación de déjá vu. Se apoyó en la
puerta del coche para ayudarse. Había sentido náuseas de nuevo aquella mañana,
pero se las había arreglado para ir al baño sin levantar las sospechas deom. Si
él se enterara antes de concederle el divorcio, insistiría en seguir casados.
Lo conocía demasiado bien.
Thea se aproximó y le
dio un abrazo, observándola de cerca. (Tu nombre) sintió un escalofrío de
pánico. ¿Podía Thea conocer su secreto?
Aquella noche (Tu nombre)
hizo un pacto consigo misma mientras se encontraba en brazos de Tom. Después
del fin de semana haría lo que fuese para conseguir el divorcio. No podría
impedírselo. Llamaría a la policía si fuera necesario. Estaba muy nerviosa,
pero hizo un esfuerzo por calmarse. Quedaban dos días, dos días de compartir la
cama con Tom, y toda una vida sin él.
Al día siguiente (Tu
nombre) intentó evitar a Tom, pero por la noche él insistió en ir a cenar a
Atenas. Su conversación resultó inconexa y forzada. (Tu nombre), llena de
tristeza, pensó que aquello era el inequívoco preámbulo del divorcio, si bien
él no había dicho todavía nada al respecto.
De vuelta a la finca, (Tu
nombre) tuvo una creciente sensación de pánico y fatalidad. ¿Cómo podía ser tan
complaciente? ¿Dejar que la llevara allí, a Grecia, como si fuese una oveja que
va al matadero? Ahora tenía una vida creciendo en su interior, una nueva
responsabilidad.
Al llegar a la finca, Tom
notó algo raro en ella.
—¿Qué te pasa?
—No puedo seguir así, Tom.
Ya has tenido tu ración de carne, y ahora quiero irme a casa. Y quiero que nos
divorciemos lo antes posible.
Él fue hacia ella, pero (Tu
nombre) retrocedió en dirección al salón.
—No te acerques, Tom. No
soy tu marioneta. Ya he tenido suficiente.
«¿Ya ha tenido suficiente?».
Él le diría cuándo había
llegado ese momento, que sería cuando él hubiera tenido suficiente. Ese fin de
semana era para él. De ningún modo iba a permitirle abandonar en ese momento,
especialmente cuando era obvio que mentía, que su cuerpo deseaba más.
Ella empezó a correr por
el salón hacia las puertas del patio antes de que él pudiera alcanzarla; las
abrió y salió fuera. Cuando él llegó, la luz de la luna parecía darle un aura
especial. Su pelo dorado resplandecía. Estaba apoyada contra el muro, mirándolo
de frente y jadeando. Tom estaba en el límite de la excitación. No sabía qué
pasaba por la cabeza de (Tu nombre), ni qué pretendía. Lo único que sabía era
que tenía que poseerla. Dio una zancada y la apresó entre sus brazos.
—No… por favor, Tom,
sabes que no puedo… que no puedo oponer resistencia.
Tuvo lugar el forcejeo
habitual y, por un momento, ansió que alguna vez (Tu nombre) fuese a él de
buena gana, sin plantarle cara. Pero pronto se vieron arrastrados por el
torbellino de la pasión.
Sólo después de hacer
una pequeña pausa, Tom advirtió dónde estaban. Algo en su interior se despertó,
algo primitivo, visceral y extremo. Algo que instintivamente debía dejar salir.
En medio de toda su confusión estaba aquella mujer, (Tu nombre). La historia se
repetía, y ella tenía que saber lo que le estaba haciendo. Le tomó la cara
entre sus manos y se rió.
—Muy bien. Ni siquiera
me daba cuenta de dónde estábamos.
Ella estaba recostada
contra el muro, con las manos en el pecho de Tom y la pelvis pegada a la suya.
Lo miró con desconfianza.
—¿De qué estás hablando?
Él le hizo girar la
cabeza con el pulgar y el índice.
(Tu nombre) sintió una
conmoción al ver lo que él quería que viera: el patio. Inconscientemente se
había dirigido hacia el pasado. Allí estaba el árbol, el lugar donde hacía cuatro
años se desató la tormenta, el lugar de su locura de juventud y de su total
humillación. Volvió a sentir un dolor tan intenso, que por un momento creyó que
se iba a desmayar. Luego la calma, y de pronto se desencadenó la reacción. La
misma que había sufrido la noche del restaurante. La opresión en el pecho, la
dificultad para respirar, las náuseas y esa terrible oscuridad…
Chicas....espero les guste el capi... y bueno iba a subir un capi el sábado.. pero no pude por un trabajo de mi universidad.. y estuve el fin de semana fuera de mi casa... pero se los subo del mi trabajo.. espero les guste.. y solo faltan dos capis mas y el epilogo.. hay es tan triste porque se acaba.. pero espero disfruten este capi =D
Las Quiero
Bye...