lunes, 28 de octubre de 2013

**Capitulo 27**


Cuando (Tu nombre) se despertó era casi mediodía, pero no había de qué preocuparse. El trabajo estaba terminado y, tanto ella como Cécile, tenían todo el día para recuperarse. Después de remolonear unos minutos se levantó. Sintió un intenso mareo y tuvo que sentarse en la cama. ¿Qué le pasaba? En un acto reflejo, se llevó la mano a la tripa y de pronto sintió unas náuseas que la obligaron a ir al baño.

Creía estar casi segura sobre lo que iba mal, y ni siquiera se planteó que podía ser otra la razón. El intenso cansancio, la creciente sensibilidad, la continua montaña rusa emocional en la que vivía… el cambio de píldora anticonceptiva justo antes del reencuentro con Tom.

 

 

—¿Tienes los papeles listos? —Tom fue al grano.

—Desde luego —su abogado soltó unas risas, sentía curiosidad—. Esperaba tu llamada hacía unas cuantas semanas.

—Sí, bueno, pues te llamo ahora.

Su abogado sabía mejor que nadie que no debía poner a prueba la paciencia de Tom.

—Por supuesto. Déjamelo a mí. El papeleo sólo llevará unos pocos días.

—De acuerdo. Estaré en Atenas este fin de semana si me necesitas.

—No preveo ningún problema. Será rápido y fácil.

Rápido y fácil, exactamente como pensó que iba a ser su matrimonio de conveniencia y venganza. Pero éste había durado más de lo esperado, y (Tu nombre) había sido cualquier cosa menos fácil.

Hizo una mueca. Necesitaba recordar el pasado, recuperar aquella sensación de ira y traición que en las semanas anteriores se había ido disolviendo. Incluso cada vez le costaba más recordar el pasado, como si se hubiese vuelto borroso. Pero (Tu nombre) Demarchis era peligrosa. Tenía la capacidad de embaucarlo de nuevo, y no lo permitiría.

 

 

—¿Pero por qué quieres que vayamos a Atenas este fin de semana? —(Tu nombre) estaba intranquila y no sabía por qué. Bueno, sí que lo sabía. Necesitaba tiempo para pensar, para estar a solas. Había estado a punto de decirle a Tom que quería volver de nuevo a su pequeño apartamento, que así sería más fácil justificar el divorcio cuando éste saltase a las noticias. ¿Y por qué no había mencionado aún lo del divorcio? Aquello era una forma especial de tortura en sí mismo, aquel constante no saber.

—Has estado trabajando mucho; te vendrá bien un descanso —ese Tom, distante, apagado, no tenía nada que ver con el de la noche anterior.

—Muy bien —ella se dio la vuelta. Si aquélla iba a ser la última vez con él, la aprovecharía. Y cuando terminase, insistiría en exigirle el divorcio.

Tom no quiso ver el destello de vulnerabilidad en los ojos de (Tu nombre). Ese fin de semana en Atenas iba a ser el último, por fin ella desaparecería de su mente, de sus preocupaciones. Debería haber mencionado el divorcio, pero por alguna perversa razón no quiso hacerlo en ese momento.

—Bien. Salimos por la mañana.

 

 

Al salir del vehículo todoterreno en la finca al día siguiente y ver a Thea bajar las escaleras le produjo a (Tu nombre) una vivida sensación de déjá vu. Se apoyó en la puerta del coche para ayudarse. Había sentido náuseas de nuevo aquella mañana, pero se las había arreglado para ir al baño sin levantar las sospechas deom. Si él se enterara antes de concederle el divorcio, insistiría en seguir casados. Lo conocía demasiado bien.

Thea se aproximó y le dio un abrazo, observándola de cerca. (Tu nombre) sintió un escalofrío de pánico. ¿Podía Thea conocer su secreto?

Aquella noche (Tu nombre) hizo un pacto consigo misma mientras se encontraba en brazos de Tom. Después del fin de semana haría lo que fuese para conseguir el divorcio. No podría impedírselo. Llamaría a la policía si fuera necesario. Estaba muy nerviosa, pero hizo un esfuerzo por calmarse. Quedaban dos días, dos días de compartir la cama con Tom, y toda una vida sin él.

Al día siguiente (Tu nombre) intentó evitar a Tom, pero por la noche él insistió en ir a cenar a Atenas. Su conversación resultó inconexa y forzada. (Tu nombre), llena de tristeza, pensó que aquello era el inequívoco preámbulo del divorcio, si bien él no había dicho todavía nada al respecto.

De vuelta a la finca, (Tu nombre) tuvo una creciente sensación de pánico y fatalidad. ¿Cómo podía ser tan complaciente? ¿Dejar que la llevara allí, a Grecia, como si fuese una oveja que va al matadero? Ahora tenía una vida creciendo en su interior, una nueva responsabilidad.

Al llegar a la finca, Tom notó algo raro en ella.

—¿Qué te pasa?

—No puedo seguir así, Tom. Ya has tenido tu ración de carne, y ahora quiero irme a casa. Y quiero que nos divorciemos lo antes posible.

Él fue hacia ella, pero (Tu nombre) retrocedió en dirección al salón.

—No te acerques, Tom. No soy tu marioneta. Ya he tenido suficiente.

«¿Ya ha tenido suficiente?».

Él le diría cuándo había llegado ese momento, que sería cuando él hubiera tenido suficiente. Ese fin de semana era para él. De ningún modo iba a permitirle abandonar en ese momento, especialmente cuando era obvio que mentía, que su cuerpo deseaba más.

Ella empezó a correr por el salón hacia las puertas del patio antes de que él pudiera alcanzarla; las abrió y salió fuera. Cuando él llegó, la luz de la luna parecía darle un aura especial. Su pelo dorado resplandecía. Estaba apoyada contra el muro, mirándolo de frente y jadeando. Tom estaba en el límite de la excitación. No sabía qué pasaba por la cabeza de (Tu nombre), ni qué pretendía. Lo único que sabía era que tenía que poseerla. Dio una zancada y la apresó entre sus brazos.

—No… por favor, Tom, sabes que no puedo… que no puedo oponer resistencia.

Tuvo lugar el forcejeo habitual y, por un momento, ansió que alguna vez (Tu nombre) fuese a él de buena gana, sin plantarle cara. Pero pronto se vieron arrastrados por el torbellino de la pasión.

Sólo después de hacer una pequeña pausa, Tom advirtió dónde estaban. Algo en su interior se despertó, algo primitivo, visceral y extremo. Algo que instintivamente debía dejar salir. En medio de toda su confusión estaba aquella mujer, (Tu nombre). La historia se repetía, y ella tenía que saber lo que le estaba haciendo. Le tomó la cara entre sus manos y se rió.

—Muy bien. Ni siquiera me daba cuenta de dónde estábamos.

Ella estaba recostada contra el muro, con las manos en el pecho de Tom y la pelvis pegada a la suya. Lo miró con desconfianza.

—¿De qué estás hablando?

Él le hizo girar la cabeza con el pulgar y el índice.

(Tu nombre) sintió una conmoción al ver lo que él quería que viera: el patio. Inconscientemente se había dirigido hacia el pasado. Allí estaba el árbol, el lugar donde hacía cuatro años se desató la tormenta, el lugar de su locura de juventud y de su total humillación. Volvió a sentir un dolor tan intenso, que por un momento creyó que se iba a desmayar. Luego la calma, y de pronto se desencadenó la reacción. La misma que había sufrido la noche del restaurante. La opresión en el pecho, la dificultad para respirar, las náuseas y esa terrible oscuridad…
 
Chicas....espero les guste el capi... y bueno iba a subir un capi el sábado.. pero no pude por un trabajo de mi universidad.. y estuve el fin de semana fuera de mi casa... pero se los subo del mi trabajo.. espero les guste.. y solo faltan dos capis mas y el epilogo.. hay es tan triste porque se acaba.. pero espero disfruten este capi =D
Las Quiero
Bye...

lunes, 21 de octubre de 2013

**Capitulo 26**


—Entonces, ¿cuándo va a terminar?

—No sabría decirle, señor Kaulitz. Es un gran evento, y Pierre Baudat ha pedido ex profeso que (Tu nombre) esté presente hasta el final.

Tom farfulló algo ininteligible y colgó el teléfono. En las últimas dos semanas, desde que (Tu nombre) se trasladó a vivir con él, apenas habían pasado unas pocas horas juntos. Para su disgusto, ella se levantaba antes que él y volvía tan cansada a casa, que no le quedaba energía para mucho más. Por primera vez, estaba viviendo con una mujer que no estaba a su disposición para complacerle. Incluso, tenía que reconocer que quizás ella tenía más trabajo que él. Aquello no era parte del plan.

Tom frunció el ceño. La cuestión le había estado rondando desde hacía días. ¿Por qué no se había divorciado ya? Ya había conseguido lo que quería y no la necesitaba más. Ella había cumplido su parte del trato.

«¿Trato… no quieres decir chantaje?».

La noche anterior habían tenido una lacónica conversación. Él había hecho un comentario sobre lo tarde que se había quedado trabajando.

—No estarás haciendo esto sólo para evitarme, ¿verdad?

—Claro que no. Se trata de un gran encargo, Tom. No lo hago para molestarte. Si crees que estás desperdiciando el dinero, entonces…

—(Tu nombre) —la advirtió.

Ella había retrocedido hacia la puerta, y él había visto cómo su mano se aferraba en tensión al pomo de la puerta. Habría querido ir y separar sus dedos, hacer que se relajara… en sus brazos.

—Tom, salvo que vayas a llevar esta venganza aún más allá y sabotear mi carrera profesional, entonces no voy a dejarlo.

Él se sorprendió pensando:

«¿De verdad piensa que haría algo así?».

—(Tu nombre), no tengo ningún problema con tu trabajo. Siempre que estés en mi cama cada noche, puedes hacer lo que quieras.

Enojado, de repente tomó su abrigó, salió del despacho y dio órdenes a su secretaria de que cancelase todas las reuniones pendientes. (Tu nombre) lo estaba evitando, y él ya se había cansado.

 

 

(Tu nombre) había notado el cambio de humor en Tom. Sin duda, pensó con amargura, una mujer trabajadora no era parte de su plan. Peor para él, se dijo. Sabía que probablemente estaba trabajando más de la cuenta. En lo referente a tácticas de evasión, era toda una experta. Estaba segura de que el divorcio sería sólo cuestión de tiempo, y entonces podría comenzar a recoger los pedazos de su maltrecho corazón. Porque cada minuto, cada segundo que pasaba con Tom significaba una mayor tristeza.


Cuando (Tu nombre) regresó al apartamento aquella noche, lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y apoyarse contra la puerta, aliviada. Gracias a Dios había terminado la gran recepción que había organizado para Pierre Baudat. Oyó un ruido y vio a Tom de pie en la puerta del salón. Tenía la corbata desanudada y la camisa abierta, enseñando el cuello bronceado. El deseo hizo que el cansancio que sentía (Tu nombre) desapareciera y la energía inundara todo su cuerpo.

—¿Qué haces levantado a estas horas? Son casi las tres de la madrugada.

—Te guardé algo de cena —caminó despacio hacia ella.

—Hiciste cena —(Tu nombre) se quedó boquiabierta.

Él continuó acercándose. Ella no tenía escapatoria, ni emocional ni físicamente. Todo lo que sabía era que el hombre que amaba estaba allí, con ella, en ese momento.

Él se encontraba tan cerca, que ella podía sentir el calor de su cuerpo.

—¿Tienes hambre? —puso sus brazos a ambos lados de la cabeza de (Tu nombre).

Ella lo miró y negó con la cabeza, pensando en silencio:

«Sólo de ti».

Él inclinó la cabeza y puso los labios en el hombro de (Tu nombre). Lo besó y lo saboreó con la lengua, hincando suavemente los dientes en él. Ella sintió un pequeño estremecimiento. Luego abrió el broche que sujetaba el vestido y éste cayó bajo su propio peso, dejando los pechos medio desprotegidos ante su hambrienta mirada. Cuando Tom comenzó a chupar un pezón a través de la tela, (Tu nombre) se recostó aún más contra la puerta, atravesada por una corriente de placer que le llegaba hasta su sexo. Se estaba acumulando una fuerza imparable, un deseo que sólo aquel hombre podía apaciguar.

Ella movió la cabeza de Tom hacia atrás y, sujetándola entre sus manos, lo besó frenéticamente. La lengua de ella penetró su boca en busca de la de él, uniéndose las dos en un baile apasionado. A ciegas, empezó a desabrocharle los botones con escaso cuidado. Quería sentir sus pectorales, la suavidad de su piel, la línea de vello que conducía hasta sus pantalones, recorrido que trazó con la mano mientras se besaban. Los dedos de (Tu nombre) se toparon con su cinturón, que abrió sin mirar ni pensar, para seguir a continuación explorando zonas más íntimas, acariciando sus duros glúteos mientras tiraba de él hacia sí.

—(Tu nombre), (Tu nombre) —gimió él contra su boca.

—Te deseo, Tom —susurró ella en respuesta.

Mientras la besaba enfervorizado, le levantó el vestido y le quitó las bragas. Ella ayudó con un movimiento de piernas y, a su vez, le bajó los pantalones y los calzoncillos, que se engancharon durante un segundo en su erección. Él apartó su ropa con impaciencia de una patada, y ella empezó a masturbarlo con entusiasmo.

Tom luchaba por contenerse, y (Tu nombre), exultante, no podía sino disfrutar de aquellos breves momentos en que tenía poder sobre él.

—Para… a menos que quieras…

La levantó con facilidad, y las piernas de (Tu nombre), cuya espalda seguía apoyada en la puerta, no tardaron ni medio segundo en rodear su cintura. Él, con un ágil movimiento, avanzó y la penetró. Ella se agarró de su cuello y reprimió un grito de puro placer.

Una y otra vez él se abrió camino hasta lo más profundo de su ser. Cuando llegó el momento, ambos cuerpos se sacudieron en un violento y apasionado orgasmo. Estaban tan extenuados, que les llevó un largo rato recuperar la energía para retirarse. Ella recostó la cabeza en el hombro de Tom, y él la llevó al dormitorio, abriendo la puerta del baño de una patada.

La bañera estaba llena de agua tibia. (Tu nombre) levantó la cabeza, sorprendida.

—¿Ibas a tomar un baño?

La dejó en el suelo y negó con la cabeza.

—No, era para ti. Le dije a Cécile que me llamase cuando estuvieras a punto de venir.

¿Lo había hecho por ella? No alcanzaba a comprenderlo.

—Iré a calentar la cena —dijo él mientras (Tu nombre) se sumergía en un placentero baño de espuma y burbujas.

Cualquier otro hombre habría parecido ridículo, allí de pie, desnudo salvo por la camisa abierta… pero él no, él parecía viril y masculino.

—Perfecto. Ahora me muero de hambre.

Él se fue, y (Tu nombre) respiró hondo, casi al borde de las lágrimas. ¿Qué es lo que le pasaba? ¿Y a él? ¿Cuánto tiempo más podría soportar esa suerte de delicioso castigo? Intentó relajarse, pero, desorientada por su comportamiento, no lo consiguió del todo.

 

 

Ella devoró un exquisito plato de pastitsio, una variedad griega de lasaña.

—Gracias por hacer la cena. Si mañana quebrara la compañía, no tendrías ningún problema en conseguir un empleo de chef. Podría incluso convertirlo en un reality show —bromeó ella, pero sus palabras cayeron en el vacío. Estaba en otro sitio.

—Perdona, ¿qué dijiste?

—Nada, que gracias por la cena.

Él se acercó y habló sin pensar.

—Trabajas demasiado.

—Viniendo de alguien que piensa que las relaciones públicas no hacen otra cosa que drogarse y estar de fiesta, es todo un halago —ella intentó sonreír de forma burlona, pero no fue capaz. Se sentía confusa. Les envolvía una energía extraordinaria.

—Creo que voy a tener que… —Tom no terminó la frase, y (Tu nombre) notó cómo se quedaba blanco—. Vamos a la cama —dijo, tomándola de la mano.

Incapaz de dormir, Tom se quedó durante mucho rato con los ojos abiertos. Se sentía desconcertado por lo que, sin preámbulo de ningún tipo, sin aviso previo, había estado a punto de decir.

«Voy a tener que dejarte embarazada…».

Algo le estaba sucediendo. Su interés porque no trabajase tanto y pasar más tiempo con ella, el baño, la cena… Había estado actuando por impulsos, pero no quería saber qué es lo que había detrás de esos impulsos. Sabía lo que tenía que hacer.
 
Chicas.... aquí un nuevo capi... hay falta tan poco para el final.. yo creo que dos o tres capítulos mas y se acaba la ficc u.u espero les guste este capi...
Las Quiero
Bye =D

lunes, 14 de octubre de 2013

**Capitulo 25**


Con (Tu nombre) descansando sobre su pecho y sus cuerpos aún unidos, Tom no podía creer la intensidad de sus orgasmos con esa mujer. Pero la última noche, todas las noches desde aquel día en el parque, cuando ella quería conversar, él simplemente no podía. Algo se apagaba en su interior. Se decía a sí mismo que no quería hablar, que no tenía ningún interés en hacerlo, pero en realidad sabía que eso no era cierto.

Cuando la última noche llevó a (Tu nombre) hasta el dormitorio y la arrojó en la cama como si fuera un neandertal, se sintió como un auténtico sinvergüenza. La verdad es que sí quería hablar con ella, conocerla mejor. Sin embargo, eso no era parte del plan. Se suponía que todo lo que debía hacer era acostarse con ella, usarla y desecharla cuando se hubiese cansado. Ella lo había traicionado antes y podría volver a hacerlo. Le costaba reconocer que había supuesto un gran sacrificio para él negarse a comunicarse con ella a un nivel más profundo.

En ese momento él vio algo en sus ojos que no reconocía, algo que nunca había visto en los ojos de ninguna mujer. Pero prefería ignorarlo. Aún dentro de ella, movió su cintura ligeramente y notó cómo el color retornaba a las mejillas de (Tu nombre). Con la misma rudeza que la noche anterior, observó con alivio que aquel algo especial en su mirada había desaparecido, reemplazado por el puro deseo de ser poseída una vez más.

Cuando terminaron, se desembarazó del abrazo de (Tu nombre), salió de la cama y, mientras se dirigía a tomar una ducha, le informó de que se marcharían en un par de horas.

Bajo el chorro de agua, posó sus manos en los azulejos y agachó la cabeza. Sentía una insoportable carga en su interior. Al salir, (Tu nombre) se había ido a su cuarto y Tom quiso dar un puñetazo contra la pared. Estaba en guerra con algo… consigo mismo.



De vuelta en París, (Tu nombre) se encontró por primera vez en el gigantesco y lujoso apartamento de Tom en Rue du Faubourg. Aquella tarde, cuando había regresado a su casa, una nube de periodistas y paparazzis que les habían seguido desde el aeropuerto la acosaron con preguntas.

«¿Cómo es que viene aquí? ¿Por qué no va a vivir con Tom? ¿Ya hay dificultades en el paraíso?».

Tom salió del coche y serenamente informó a los periodistas de que habían ido allí sólo a recoger algunas cosas y de que (Tu nombre) se mudaba con él.

Demasiado sorprendida como para reaccionar en ese momento, (Tu nombre), muy tensa, se volvió contra él una vez hubieron subido a su pequeño apartamento.

—¿De dónde sacas que voy a mudarme contigo?

Él se limitó a encogerse de hombros y a echar un vistazo a su alrededor. Ella quería patalear y gritar, decirle que se fuera de su santuario. Aquél era el único espacio que no había invadido por completo.

—(Tu nombre), es lógico. ¿Acaso quieres que los periodistas te atosiguen e importunen todo el tiempo? Yo creo que no, y me da la impresión de que tus vecinos tampoco.

Se sentía culpable. No quería perjudicar a nadie, pero la idea de vivir con él la aterrorizaba.

—Pero probablemente no durará mucho, ¿no?

—Te seguirán acosando aquí mientras piensen que hay una historia —se volvió a encoger de hombros, y ella quería pegarlo.

Quizás no era tan mala solución después de todo. Cuanto más tiempo pasaran juntos, antes querría librarse de ella.

—De acuerdo, lo haré porque no deseo causar ninguna molestia a la gente que vive aquí.

(Tu nombre) caminó hasta la ventana de uno de los salones palaciegos de la vivienda de Tom. Estaba en una de las zonas más exclusivas de París, aunque eso a ella le daba completamente igual.

Tom, detrás de ella, la observó con satisfacción desde la puerta. Era la imagen de la sencillez y la belleza natural. ¡Se estaba excitando con sólo mirarle la espalda!

Pero su sonrisa se esfumó cuando recordó cómo había reaccionado ante la propuesta de mudarse con él. Especialmente cuando él no había pensado pedírselo. Se suponía que debía despedirse y hacer los preparativos para el divorcio tras saciar su deseo por aquella mujer. Y ahora ella estaba allí, viviendo con él… pero aquel deseo no había desaparecido, y parecía que nunca iba a hacerlo.

Además, ¿por qué le había resultado tan poco apetecible la idea de mudarse con él? Conocía innumerables mujeres que no habrían tardado ni un segundo en aceptar. De pronto se dio cuenta de que, aparte de hacerse cargo de los billetes de avión y de la comida, no le había dado a (Tu nombre) ningún dinero ni le había hecho ningún regalo. Qué extraño. Se tenía que recordar a sí mismo que no había querido darle nada. Y, sin embargo, ¿por qué no lo había pedido? ¿Por qué hasta ese momento no había intentado sonsacarle nada? No se la podía imaginar haciéndolo.

Ella se volvió y lo vio. Él se quedó sin aliento. Aquellos ojos que ahora lo miraban con aquella seriedad no eran los ojos de las Isabelles Zolanz del mundo. Por lo que había notado durante las dos semanas anteriores, (Tu nombre) disfrutaba con las pequeñas cosas. Si en ese mismo instante la ofreciese un brazalete de diamantes, con toda probabilidad ella se preguntaría qué es lo que buscaba y no lo aceptaría. Estaba seguro de ello, podía sentirlo. ¡Qué lejos de la mujer que se había imaginado que era aquella noche en el Hotel Ritz! ¡Y qué lejos de cualquier otra mujer que hubiera conocido!

Precisamente por eso no podía confiar en ella. Se acercó despacio hasta donde ella estaba. La agarró y pudo sentir aquella inicial rigidez, como si quisiera hacerle saber que se resistía a entregarse sin dar batalla. Pero cuando él se apoderó de su boca como si fuera la primera vez, supo que había triunfado de nuevo, y ella se perdió en él, lanzando un pequeño suspiro.


CHICAS paso rápido a dejar capi porque estoy trabajando.. y bueno Jenni aquí esta el capitulo jajajaj... y como verán Tom esta empezando a notar cosas diferentes en (Tu nombre).... falta poquitito para el final...
Las Quiero
Bye...

miércoles, 9 de octubre de 2013

**Capitulo 24**


—No te ofrezco vino.

(Tu nombre) se apresuró a negar con la cabeza. Llevaba puesta las gafas de sol. Habían encontrado una pradera solitaria, justo debajo de la capilla en la montaña donde se levantaba el monasterio del siglo XII de Kaisariani. Parecía que se había declarado una frágil tregua entre ellos, lo que (Tu nombre) agradecía.

Thea había preparado un auténtico festín. Era una pena que hubiera perdido el apetito, pensó (Tu nombre), algo muy raro en ella. No pudo dejar de pensar en la noche anterior. ¿Quizás anticipando futuras noches?

(Tu nombre) no olvidaría fácilmente la expresión de horror que puso Tom cuando cayó en la cuenta de que la primera vez no habían utilizado ningún método anticonceptivo. Ella le dijo que estaba tomando la píldora. Sabía que probablemente lo interpretaría como un signo de promiscuidad, aunque en realidad lo hacía por sus irregulares y dolorosos periodos. Como acababa de cambiar a un nuevo tipo de píldora, se le ocurrió que eso estaba contribuyendo a que sus emociones estuviesen más a flor de piel.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Tom.

—En nada —(Tu nombre) se ruborizó. Tomó un poco de queso y pan y buscó algo que decir, cualquier cosa, para evitar aquella mirada inquisitiva—. Me sorprendió… bueno, en realidad, me intrigó cuando oí acerca del gran éxito de la Naviera Kaulitz. Aunque Thea me contó que el futuro de la compañía estuvo en vilo durante un periodo… aunque ahora sea todo lo contrario —se encogió de hombros y de pronto deseó no haber sacado el tema—. Tú siempre me habías dicho que no creías que tuvieras el instinto emprendedor de un gran empresario.

Se calló y pudo ver cómo se agrandaba el agujero a sus pies. ¿En qué estaba pensando? Estaba tratando de evitar cualquier polémica y ahora él recordaría el artículo, en el que le presentaban como una persona débil y sin carácter.

Tom se alegró de tener puestas las gafas de sol mientras observaba cómo sufría (Tu nombre). Fue capaz de controlar la ira que sintió al pensar en todo por lo que había tenido que pasar, en el calvario del que ella aseguraba no haber sido consciente. Por supuesto, se vio obligado a luchar por su supervivencia. Y lo había conseguido de forma espectacular. Pero por primera vez, aquello no le llenaba de la satisfacción habitual. ¿Qué estaba haciendo aquella bruja con él?

—Bueno, como puedes ver, de alguna parte lo saqué —tomó una uva del racimo, y (Tu nombre) lo miró recelosa—. Pero hablemos de ti, de tu empresa… Debe de ser duro hacer que funcione con una vida social tan intensa.

(Tu nombre) se sintió aliviada con el cambio de tema, a pesar de su obvio intento por provocarla, y esbozó una amplia sonrisa.

—Tomo grandes cantidades de drogas para mantener el ritmo. ¿No es eso lo que todo el mundo hace en la esfera de las relaciones públicas?

Él sonrió, y casi le hizo perder el equilibrio.

—Antes podría haberlo creído, pero con tu abstinencia y aversión al alcohol, lo dudo. No quisiera verte probar nada más fuerte.

Muy a su propio pesar, tenía verdadera curiosidad por saber más de ella.

—Cuéntame acerca de tu trabajo, de verdad, me gustaría saber.

Ella se encogió de hombros, sin confiar en él.

—Es un trabajo como otro cualquiera. Hay mucha presión y estrés. Cuando trabajo para alguien, suele ser durante dos o tres meses, y siempre tengo tiempo para recuperarme cuando ha terminado. Pero hasta entonces, tengo que estar disponible las veinticuatro horas del día, los siete días a la semana.

Él asintió y la miró, pero ella no podía ver sus ojos. Algo en su rigidez le indicó a (Tu nombre) que, de algún modo, había tocado una cuerda sensible.

—En tu caso, no me puedo imaginar el tipo de presión al que tienes que hacer frente. Millones de euros en juego, cientos de personas en quienes pensar, su sustento…

«Motivo por el cual debió de haberle resultado tan duro luchar en solitario por su compañía».

Durante un instante (Tu nombre) se volvió a sentir culpable.

—Mi peor pesadilla es que la recepción o el acto de un cliente sea un desastre o que no llegue a la prensa… o que, por el contrario, se convierta en noticia de forma inadecuada… Depende de qué quiera el cliente.

Siempre le llamó la atención cómo un mes un cliente haría cualquier cosa por salir en los periódicos y al siguiente haría cualquier cosa por no salir.

—Lo sé —dijo Tom, muy tranquilo.

(Tu nombre) se sentó en una posición más cómoda, cruzando las piernas.

—Y en cuanto a las fiestas —se encogió de hombros y arrancó una pequeña flor—, son parte del negocio. Normalmente sólo hago acto de presencia durante algún tiempo, lo justo para asegurarme de que todo está en orden; luego me marcho y leo lo que sale en la prensa al día siguiente, como todo el mundo.

—Podrías tener una empresa de mayor tamaño. ¿Sólo sois Cécile y tú?

—¿A qué te refieres?

—Tus acciones, claro, las que vendiste —su tono se volvió antipático—. ¿No pensaste que merecía la pena invertir en el negocio? ¿Preferiste gastártelo todo en…?

(Tu nombre) se puso tan tensa y furiosa, que no le permitió terminar la frase.

—¿Cómo te atreves? Me he dejado la piel para sacar adelante el negocio. Conseguimos el premio a la mejor empresa trabajando como bestias.

Tom se sentó derecho y se subió las gafas de sol. Ella también se las había quitado.

—No soy una mala persona, Tom, no lo soy —se estaba volviendo a dejar dominar por las emociones.

A pesar de hacer todo lo posible por controlarse, sabía que le faltaba poco para volver a llorar, y le dio la espalda. Quería que se mantuviera lejos de ella, quería que no la tocase, y él debió de darse cuenta porque no se acercó. Entonces ella prosiguió sin alterarse:

—Después de la muerte de mis padres, no tuve interés en el negocio. Nunca lo tuve, ya lo sabes, aunque lo niegues. Di a mi tío esas acciones, pero no se las vendí, no podía. ¿Qué tipo de persona crees que soy?

«Estúpida pregunta, (Tu nombre)».

Él se sintió desconcertado por lo apasionado de su reacción y lo expresivo de su mirada. Y pensó:

«El tipo de persona que la mayoría de nosotros seríamos en esa situación, la que exigiría hasta el último céntimo de su herencia».

—(Tu nombre)…

—Ya había conseguido un préstamo —le interrumpió—, y Alexei me dio lo justo para hacer frente a los pagos. Eso es todo. Lo único que lamento es que evidentemente mis acciones no bastaron para ayudarle a reflotar la compañía. En caso contrario, no estaríamos ahora aquí.

Aquellas palabras sonaron con amargura, y Tom sintió algo en el pecho que era incapaz de analizar. Una de las mayores acusaciones que le había formulado en su cabeza se estaba derrumbando. Ni siquiera se cuestionó el hecho de que la creía. Todo lo que sabía era que no deseaba seguir peleando con ella ni lanzándose pullas mutuamente. Prefería hacer otra cosa…

La tomó en sus brazos, y ella se quedó inmóvil, rígida. Con una mano le dio unos golpecitos en la barbilla.

—Con independencia de lo que haya pasado entre nosotros, la crítica que te hice fue inmerecida. No tenía derecho a asumir que sabía lo que hiciste con esas acciones. Tampoco tenía derecho a asumir que eras la típica mujer superficial y vacua que abunda en ciertos ambientes.

Sorprendida por semejante cambio, ella buscó su cara, segura de que se estaba riendo de ella.

—¿Te estás riendo de mí?

—Nunca he hablado más en serio en toda mi vida. ¿Podemos firmar un alto el fuego, (Tu nombre)? Hagamos un pacto para no hablar del pasado. Centrémonos en esto, en lo que tenemos ahora.

Le estaba ofreciendo una tregua, un espacio para hacer las cosas más fáciles, desde luego, para él, pero también para ella si aceptaba. En todo caso, no podía olvidar su crueldad. Todavía podía arruinar a su familia si quería. La mantendría hasta que dejara de satisfacerlo en la cama. Se sintió débil. Había saboreado el cielo, el cielo que había deseado desde hacía tanto tiempo. ¿Cómo podía ahora renunciar a él?

Asintió con la cabeza y percibió en sus ojos un destello. Cerró los ojos en silenciosa súplica mientras él inclinaba su cabeza hacia ella. Todo lo que existía era el presente.

 

 

Después de alcanzar aquel acuerdo, los días siguientes de la supuesta luna de miel pasaron muy deprisa. Los dos prestaban mucho cuidado a lo que decían. Parecía haber un pacto tácito entre ellos para centrarse en la atracción física. Y nunca estaban satisfechos: siempre querían más.

La finca se convirtió en un lugar fuera de la realidad. (Tu nombre) sabía que corría el peligro de entregarse a la fantasía de creer que aquello era real, como si por algún extraño golpe del destino, los sueños que tenía a los dieciocho años se hubiesen cumplido y hubiera conseguido a su príncipe.

Pero lo hechos se empeñaban en revocar aquel sueño una y otra vez. Estaba muy claro que para Tom esa relación era puramente física. (Tu nombre) había tratado de comenzar incontables conversaciones, había tratado de conocerlo mejor. La noche anterior, Thea había vuelto a servir la cena en la terraza. (Tu nombre) había estado buscando temas de conversación, pero Tom se limitaba a contestar con monosílabos. Desesperada por una creciente sensación de humillación y futilidad, (Tu nombre) terminó por saltar.

—Esto es una locura. ¿Por qué no puedes hablar conmigo? ¿Por qué no podemos tener una conversación? ¿Tan aburrida soy?

Tom reaccionó violentamente, asustando a (Tu nombre). La tomó en brazos y la llevó directamente a la cama, adonde la arrojó.

—Eres un animal —balbuceó, indignada.

—Sí, (Tu nombre), pero me deseas. Eso es todo. No estamos aquí para hablar, o para conocernos mejor. Ya sé todo lo que necesito saber —y a continuación la sometió a una arremetida erótica tal que apenas pudo recordar su nombre, y mucho menos mantener una conversación.

 

 

(Tu nombre) se despertó a la mañana siguiente al lado de Tom. Lo había vuelto a hacer. No podía creerlo. Tuvo que admitir que las cosas no habían cambiado, que, de hecho, aún estaba enamorada de él como cuando era una adolescente, con la única diferencia de que ahora sí era consciente de la profundidad de ese amor, de cómo éste lo impregnaba todo, de cómo dormir con él la rompía por dentro y le permitía saborear la extrema desesperación de amar a un hombre como él. Un hombre sin obligaciones para con nadie, y menos para con ella.

¿Pero cómo podía estar enamorada de alguien que se negaba a conversar y la trataba como un objeto sexual? Porque lo conocía, así de simple. Él era su compañero del alma. Ella podría ser suyo, pero él no le pertenecía. Y nunca lo haría.

Una gran mano se posó sobre su mentón, tomándola por sorpresa. Ella no se había dado cuenta de que se había despertado. Permaneció con los ojos cerrados. Ni siquiera entonces hubo palabras… y sin embargo su cuerpo ya se estaba abriendo, humedeciendo a su contacto. Sólo él era capaz de proporcionarle semejante placer.

Giró su cabeza y abrió los ojos. Su dolor estaba enterrado, oculto muy dentro de ella. Ese mismo día regresaban a París, a la realidad, al cruel e implacable mundo de la prensa y de los fotógrafos.

Él la besó en los labios. Las manos de él abarcaron su cintura y la situaron donde ella podía sentir el poderoso empuje de su erección.

Ya estaba húmeda, lista para recibirlo. Se sentó a horcajadas sobre él y se echó ligeramente hacia atrás. Tomó una gran bocanada de aire al sentir cómo se introducía en ella. Lo miró fijamente a los ojos y sintió la necesidad de hablar, de decir algo, de expresarle que aún lo amaba, de salir de aquella espiral de olvido hacia donde él les conducía a ambos.

Al aproximarse al clímax, (Tu nombre) pudo sentir las palabras temblando en sus labios. Apenas podía mantener el control, no cuando estaban literalmente unidos. Desesperada por evitar el último acto de autodestrucción, se agachó y apretó sus enfebrecidos labios contra la boca de Tom, conteniendo sus palabras mientras la ola rompía contra su cuerpo y él sujetaba implacable sus caderas y se derramaba dentro de ella.


CHICAS... en verdad que no he podido subir porque no tengo tiempo... y menos ahora que en mi trabajo cambiaron a mi compañera y me dejaron con todo el trabajo a mi... además que tengo a mi abuela por parte de papá un poco enferma.. asi que la verdad que tengo tanta cosas en mi cabeza.. que estoy en blanco.. yo creo que hago todo por inercia... espero que me entiendan.. y bueno igual no falta mucho para que termine esta ficc... y creo que la otra estará un tiempo en Stand-by hasta que se arregle todo a mi alrededor... las Quiero..
Espero me entiendan...
Bye...