martes, 5 de noviembre de 2013

**Capitulo 28**


(Tu nombre) estaba esforzándose por respirar en el intenso dolor.

—No puedo… Tom… No puedo respirar… no puedo moverme…

Por un instante, cuando (Tu nombre) lo empujó débilmente, él pensó que todavía estaba luchando con él, pero enseguida se dio cuenta de que estaba pálida, como aquella noche en el restaurante.

Aterrado, la tomó en brazos y entró corriendo en la casa. A gritos, pidió ayuda a Thea, y cuando ésta apareció le pidió que llamara al médico.

Después de que (Tu nombre) hubiese vomitado, la llevó a la cama y la acunó en su regazo hasta que las violentas sacudidas remitieron. Estaba a punto de llamar a Thea cuando el médico apareció por la puerta. Sintió un inmenso alivio.

No pudo dejar de moverse de un lado para otro fuera del cuarto mientras el médico la examinaba. Finalmente, el doctor salió y le dijo a Thea que le preparase a (Tu nombre) una taza de té caliente. Tom miró al doctor, incapaz de tranquilizarse.

—¿Y bien?

—De lo que he observado, su mujer ha sufrido un severo ataque de pánico. No es grave, pero es algo espantoso para la persona que lo padece y para sus acompañantes. Los síntomas típicos son dificultad para respirar, miedo, convulsiones, náuseas, dolor en el pecho… Los tiene todos, no hay duda.

Tom se sintió desconcertado. ¿Un ataque de pánico?

—Le sucedió en el patio… ¿hay alguna razón por la que pudiera haberle pasado allí? —inquirió el médico.

—Tal vez… no estoy seguro —le poseyó una pavorosa sospecha.

El doctor prosiguió.

—Me dijo que le pasó lo mismo una noche después de tomar alcohol. Me da la impresión de que todo está relacionado. Algo sucedió que desató la reacción. Es más común de lo que uno pueda pensar —el doctor se encogió de hombros—. Sólo ella tiene la respuesta.

Tom estaba apesadumbrado. Empezaba a ver lo que hasta entonces no había querido afrontar.

—Gracias por acudir tan rápido.

—No hay de qué. Puede llamarme cuando lo necesite.

Él le llevó a la habitación el té que Thea había preparado. Tapada con la colcha, (Tu nombre) lo miró con ojos asustados. Él le dio de beber el té y vio cómo poco a poco recobraba el color.

—Tom… —dijo ella finalmente.

—Shh —él puso un dedo en sus labios—. Mañana hablaremos. Ahora descansa un poco.

Tenían mucho de lo que hablar. Él esperó a que se durmiera para marcharse. No pudo dormir aquella noche.

Muy temprano, él subió a su coche y abandonó la finca.

 

 

A (Tu nombre) le costó despertarse. No podía creer que hubiera tenido otra vez aquella reacción. ¿Qué debió de pensar Tom, que era una histérica? Se levantó de la cama, aliviada por no tener las náuseas de casi todas las mañanas. Volvió a sentirse avergonzada al recordar que él ya la había visto vomitar dos veces. No parecía el escenario más romántico del mundo, aunque, en cualquier caso, ¿qué tenía que ver el romance con todo aquello? Pensó que Tom correría a buscar el divorcio, que se lanzaría a los brazos de Isabelle Zolanz antes de verla de nuevo en aquella situación.

Thea le preparó el desayuno y se sentó a su lado en la mesa de la cocina.

—¿Cuándo vas a contárselo?

—¿Perdón? —(Tu nombre) casi se atragantó con la tostada.

—Sabes muy bien de lo que estoy hablando —Thea hablaba en serio.

—Ah, ¿eso? Fue sólo un ataque de pánico, ¿puedes creerlo? —(Tu nombre) encontró una brillante excusa—. Ahora me encuentro bien. El doctor dijo incluso que una vez que sabes lo que es, tal vez no vuelva a ocurrir.

—¡Médicos! —resopló Thea—. ¿Qué saben ellos? Tú sabes a lo que me refiero, (Tu nombre).

(Tu nombre) no sabía qué decir, pero justo entonces llegó Tom.

(Tu nombre) se puso nerviosa. Thea se levantó y la miró.

—Tienes que decírselo todo. Ahora.

(Tu nombre) se incorporó de la silla y se fue hasta el vestíbulo desde la cocina. Tom bajaba las escaleras.

—Te estaba buscando.

Ella asintió con la cabeza.

—Creo que tenemos que hablar —dijo ella.

—Sí —repuso serio—. Tenemos que hablar.

«Ya está. Me va a proponer el divorcio y sé que debería contarle lo del embarazo ahora, pero si lo hago…».

—¿(Tu nombre)? —la estaba mirando fijamente.

—¿Sí?

—Sentémonos.

«Ay, Dios, va a ser amable… eso sólo lo hará más difícil».

—(Tu nombre), el doctor me ha dicho que lo que te pasó anoche fue algún tipo de ataque de pánico.

Ella asintió, aliviada de que aún no hubiera mencionado lo del divorcio. Se concentró en su cara, en sus facciones, como si tuviera que imprimirlas en la memoria.

—Anoche estabas pensando en lo que pasó hace cuatro años, ¿verdad?

Se sintió sobrecogida y asustada. Pero terminó por asentir.

—(Tu nombre), he estado pensándolo mucho. Sospecho que tu reacción en el restaurante tiene que ver también con lo que sucedió aquella noche, y que el alcohol pudo, de algún modo, ayudar a desencadenarla, especialmente después de llevar tanto tiempo sin beber.

¿Cómo pudo él intuir lo que ella se había figurado por sí misma?

—El médico… ¿Pero cómo…? —balbuceó.

—Porque ahora te conozco, (Tu nombre) —dijo, dibujando una gran sonrisa—. También te conocía entonces, y por eso creo que me sorprendió tanto cuando intentaste seducirme.

Un rubor subió a las mejillas de (Tu nombre). Su voz sonó ahogada.

—Sólo tenía veinte años. Era un amor adolescente, Tom, eso es todo. No tenía ningún propósito oculto. Era la misma persona que conocías. Simplemente estaba creciendo y quería que me vieras como adulta.

—(Tu nombre), la última vez que habíamos hablado de verdad fue antes de que mi padre muriera… tenías dieciocho años. ¿Puedes entender lo que fue para mí que me besaras de repente, especialmente cuando había estado tan distraído y ocupado? No nos habíamos visto en mucho tiempo… y pensé que habías cambiado por completo —tomó aire y prosiguió—: Pero sé que no fuiste responsable de lo que pasó, (Tu nombre). Cuando pensé de verdad sobre ello y recordé tu reacción aquel día… cuando te mostré el periódico, no sabías nada, ¿verdad?

Ella asintió sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo.

—Y te llevaste un gran disgusto cuando Thea te contó lo que había pasado después. Dijiste que no habías leído el artículo, pero yo preferí no creerte. Era más fácil.

«Más fácil que enfrentarse a sentimientos incómodos», se dijo.

Pero aún no podía ocuparse de eso; antes había otras prioridades.

—Ya es hora de que me digas lo que pasó.

(Tu nombre) respiró profundamente. La conversación estaba transcurriendo por unos derroteros tan distintos a los que esperaba, que se encontraba desorientada. Sintió que ya no podía seguir andándose con rodeos. Thea tenía razón. Además, sabía que él no le haría nada a Eleni. Así que se lo contó todo, hasta cómo había confiado a su prima las conversaciones privadas que habían mantenido ellos dos.

—Yo confiaba en ella, Tom —sus ojos le suplicaban—. Nos lo contábamos todo. Al menos eso es lo que yo creía.

Y luego le confesó que no le había dicho nada hasta ese momento porque había prometido no hacerlo preocupada por el delicado estado de salud de Eleni. La expresión de Tom se tornó colérica, se levantó y caminó unos pasos en dirección opuesta a donde estaba (Tu nombre).

—¿Qué ocurre? —ella vaciló, preocupada de que la disposición de Tom a escuchar su versión de los hechos hubiese sido producto de su imaginación. ¿Iba a volver a llamarla mentirosa?

Pero entonces él se volvió, y (Tu nombre) vio en su rostro una expresión tan desolada, que le impresionó.

—(Tu nombre) —se quedó de pie—, hace años pasó algo más… algo que nunca te dije porque no tuve ocasión y porque supongo que asumí que lo sabías.

—¿Qué? —preguntó, asustada.

—Eleni…

—Eleni… —repitió (Tu nombre) con ansiedad.

—Unos pocos días antes de la fiesta, coincidimos en la misma discoteca en Atenas. Antes de poder darme cuenta, me estaba intentando seducir, tratando de besarme.

Se volvió a sentar a su lado y tomó su mano, que estaba fría en comparación con la de Tom.

—Parecía trastornada, insistiendo sobre mi compromiso con Ria… y no tengo ni idea de cómo se enteró porque era un secreto muy bien guardado. Se puso muy pesada intentando convencerme de que se podía casar conmigo, de que su padre podía ofrecerme otro acuerdo de fusión —sacudió su cabeza en un gesto de desaprobación—. Al final, tuve que hacer que la echaran de la discoteca. Y entonces, un par de días después, vas tú y haces casi lo mismo… Con independencia de cualquier otra cosa, di por supuesto que se trataba de algún tipo de estrategia por parte de tu familia para sabotear mi compromiso.

La mente de (Tu nombre) emprendió un viaje interior. Todo calzaba, todo tenía sentido. Se sintió muy afectada al comprobar lo poco que conocía a su prima, y lo mucho que aún ésta le había ocultado, a pesar de la confesión. Él negaba con la cabeza.

—No puedo creer que la defendieras de forma tan incondicional, especialmente cuando sabías lo que había hecho.

—Lo siento mucho, Tom. No tenía ni la menor idea de lo que pretendía —le inundó un terrible sentimiento de culpa—. Si no te hubiese seguido aquella noche, tratado de besarte… nada de esto habría pasado —las lágrimas en sus ojos le dijeron a Tom todo lo que necesitaba saber.

—Si no me hubieras seguido hasta el patio, no estaríamos ahora aquí.
 
(Tu nombre) casi se quedó sin respiración. ¿Qué es lo que pasaba? La estaba mirando como sí…
—(Tu nombre), yo… —y en ese preciso momento sonó el móvil en su bolsillo.
La conversación fue muy breve, tan rápida, que (Tu nombre) no pudo seguirla.
—Hay algo que debo hacer, pero no quiero que te muevas de aquí. Prométeme que te quedarás exactamente donde estás. Volveré en media hora. Todavía no hemos terminado de hablar.
Ella asintió despacio y sintió que algo trascendental iba a pasar, pero no quiso aventurar nada.
 
 
Cuando él se fue, ella se quedó en el sofá, tal y como le había pedido. Se sentía extrañamente en paz.
(Tu nombre) se sobresaltó al oír el teléfono del vestíbulo. No se movió, pensando que Thea atendería la llamada, pero como seguía sonando se figuró que estaría en el jardín y se levantó ella a responder. Una voz seca preguntó apremiante por Tom.
—No está. Ha ido a Atenas.
—Traté de llamarlo al móvil. Es muy importante que hable con él.
—Algunas veces no hay buena cobertura. En fin, yo soy su mujer.
—¿Entonces es usted (Tu nombre) Demarchis?
—Sí.
—Bueno, entonces esto tiene que ver también con usted. En cualquier caso estoy seguro de que usted debe de estar al corriente. Es relativo al divorcio. Me dijo que debía producirse cuanto antes.
A (Tu nombre) casi se le cayó el teléfono de la mano.
—Disculpe, ¿quién dijo que es usted?
—Soy su abogado. Mire, siento las prisas, pero no pensé que tuviera que llamar. Por favor, dígale que me llame al móvil cuando regrese. Si quiere acelerar el proceso, necesito que me firme algunos papeles cuanto antes. Ah, señora Demarchis, probablemente tendrá noticias de su abogado la próxima semana. Que tenga un buen día.


Chicas... aquí un nuevo capi... bueno en la otra ficc.. no creo que pueda subir todavía porque...puede que me pueda echar un ramo en la universidad... y para tratar de pasarlo ocupara todo el tiempo que tengo disponible aparte de mi trabajo... tratare de seguirla después... por si me demoro y no subo..para que no se preocupen porque seguire la ficc.. pero en cuanto haya posibilidad de salvar mi ramo =/
Y espero les guste este capi...

Cuídense
Bye...

 

3 comentarios:

  1. Noo puede ser!! Estoy segura que Tom ya no quiere separarse de (tn).. Pero justo tuvo qie llamar ese abogadooo!! Ahora qué hara (tn)??

    Ay Tamitha subee porfaaa quiero saber que pasaaa!!

    Espero subas pronto en la otra fic :)

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  2. OMG !!! esto se pone bueno bueno !!!! DIOS !!!!! que pasara cuando tom llegue?!?!?! D: omg !!!!! ojala que puedas resolver tu problema pronto !! toda la suerte del mundo !!!! :DD !!

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  3. OOOOO PORRR DIOSSSS! no lo puedo creer! se a de sentir TERRIBLE! :'c please sube mas MUERO DE LA INTRIGA! D:

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