(Tu nombre) se despertó,
sobresaltada. Había estado soñando algo. Su corazón latía a toda velocidad. Con
los ojos llorosos, se levantó de la cama y fue al baño. Todo estaba tranquilo.
Inmediatamente pensó en Tom. ¿Habría regresado? Ella sabía que no había dormido
más de un par de horas. A punto de regresar a la cama, se detuvo y miró el pomo
de la puerta contigua. En su fértil imaginación, parecía brillar ligeramente
iluminado por el resplandor de la luna. Había dejado las cortinas descorridas.
Siguiendo un impulso
incontrolable, caminó hacia esa puerta. Probablemente ni siquiera estaría allí,
se dijo a sí misma. Puso la mano sobre el pomo. Su respiración era agitada… ¡y
todavía ni lo había girado! Finalmente se decidió y dio media vuelta al tirador
de la puerta. Esta se abrió hacia ella, sorprendiéndola por lo pesada que era.
La habitación estaba a
oscuras. Entró con sumo sigilo. La cama estaba sin abrir. No había nadie allí.
En penumbra, como su propio cuarto, sólo podía vislumbrar algunas formas. Era
austera y masculina, apropiada para alguien como Tom. Y sin embargo había
cuadros en las paredes. No eran pinturas abstractas, como había esperado, sino
pequeño estudios, retratos, paisajes…
De pronto se sintió como
una mirona y regresó a su cuarto, y en aquel mismo instante se abrió la puerta
del baño en el otro lado de la habitación. La luz se desparramó por la
habitación y vio salir a Tom, en cueros y secándose el pelo con una toalla.
Ella debió de hacer un
pequeño ruido porque él se detuvo en seco, con los músculos tensos, y al
levantar la cabeza la descubrió al instante. No hizo nada, simplemente se quedó
allí de pie, magnífico y sin ruborizarse. Ella no supo cuánto tiempo se
quedaron mirando el uno al otro. Sólo era consciente de los veloces latidos de
su corazón, del modo en que su cuerpo parecía derretirse e inflamarse.
—(Tu nombre)…
Él era real, no era una
aparición. (Tu nombre) finalmente se movió. Se dio la vuelta y habría salido
corriendo hacia su dormitorio de haber tenido en ese momento la coordinación
necesaria. Tropezó con la puerta, y ella misma la cerró en sus narices,
quedándose dentro de la habitación de Tom. Sin duda él estaba pensando que ella
lo había oído llegar y estaba cumpliendo con su deber marital.
En cuestión de segundos
la mano empezó a sudar y el pomo resbalaba sin girar. Ella dejó escapar una
queja de frustración. Y entonces se detuvo. La alfombra había amortiguado sus
pasos, pero pudo sentir el calor de su cuerpo detrás de ella, y cerró los ojos.
Sin ni siquiera mirarlo, fue su cuerpo lo que veía, o más bien la impronta que
su cuerpo había dejado en su retina unos momentos antes. Un cuerpo tonificado,
sin un gramo de grasa, atlético, perfectamente formado, sin imperfección alguna
en aquella piel tersa y aceitunada.
Cuando las pesadas manos
de él se posaron sobre la piel desnuda de sus hombros fue incapaz de reprimir
un escalofrío. Él le giró la cabeza hacia él sin que ella opusiera resistencia.
(Tu nombre) mantuvo los ojos cerrados, consciente de que, si se movía aunque
fuera un milímetro, entraría en contacto con aquel cuerpo de acero.
—(Tu nombre) —algo
salpicó su voz: ¿era diversión?, ¿irritación?—. ¡Abre los ojos!
Ella los abrió, y se
sorprendió al ver que la luz de la luna bañaba la habitación con una luz más
intensa de lo que había pensado. Las limpias facciones de su cara estaban
claramente delineadas, como lo estaba el deseo en sus ojos. Era incapaz de
mirar hacia abajo para ver si se había puesto la toalla. Con sólo pensar que
podía estar desnudo le fallaban las piernas. Aquel leve movimiento la había
puesto en sus manos. Ella sintió la toalla, pero era una endeble barrera contra
la intensa y dura erección que ocultaba. Las piernas de (Tu nombre)Kallie no
dejaban de temblar. Sólo la sujetaban aquellos poderosos brazos.
Tampoco su camiseta de
seda ni sus bragas de encaje significaban una barrera efectiva. (Tu nombre)
sintió la puerta contra su espalda y cómo los brazos de él aflojaban la presión
y sus manos alcanzaban su cara. Estaba inundándola, separando sus muslos con su
pierna. Era algo inevitable. No había vuelta atrás. Aquello era por lo que
estaba allí, era lo que había surgido entre ellos desde la primera vez que se
volvieron a encontrar.
Y de pronto dejó de
importar por qué estaba allí; sólo era consciente de aquel muslo entre los
suyos, y de cómo ansiaba sentir más, gozarlo plenamente.
Él emitió un sonido
gutural, algo en griego, e inclinó su cabeza sobre la de ella para besarla
salvaje, apasionadamente. Un estremecimiento de placer recorrió todo su cuerpo.
Incapaz de resistirse a su abrumador deseo, se puso de puntillas para
encontrarse con él y rodearle el cuello con los brazos. Anhelaba estar más
cerca aún, y pudo notar la húmeda expresión de su deseo entre sus muslos, en
sus bragas mojadas. Se movió sutilmente contra él, pugnando por liberar la
tensión acumulada entre sus piernas.
Él apartó su boca de la
de ella y descendió trazando un camino de besos a lo largo de la barbilla y
continuando por el cuello. (Tu nombre) echó su cabeza hacia atrás hasta darse con
la puerta, pero ni siquiera notó dolor. Todos los músculos de su cuello se
tensaron mientras sentía cómo él, con su mano, abarcaba uno de sus pechos,
palpándolo, acariciándolo por encima de la fina seda. Con su muslo aún
sujetándola, la tocó con la boca, rodeando el dilatado pezón y devorándolo a
través de la seda. La espalda de (Tu nombre) se arqueó y pudo sentir cómo se
astillaba en mil pedazos. Nada la había preparado para ese torbellino de
sensaciones.
Antes de que ella se
perdiera por completo, él retrocedió. (Tu nombre) abrió los ojos y vio en los
de él las brasas incandescentes de su deseo, de su deseo por ella. Todo lo que
podía hacer era experimentar ese momento, sentirlo.
Ella se estiró y tomó su
cara entre las manos, acercándosela. Cuando la boca de él tocó otra vez la
suya, ella emitió un suspiro de profunda satisfacción. (Tu nombre) bajó con las
manos, deleitándose en el contacto con su piel, con sus anchas espaldas, hacia
los bíceps, dilatados de sujetar su cintura, de abarcarla con las manos. (Tu
nombre) siguió descendiendo hasta alcanzar la toalla de Tom. Entonces rodeó su
cintura con las manos para llegar a la espalda, y una vez allí las deslizó
debajo de la toalla y se recreó amasando aquellos glúteos duros y bien
formados.
Tom se estremeció
mientras su erección presionaba contra la tripa de ella.
—(Tu nombre), (Tu
nombre), ¡cuánto he deseado esto desde que te vi! Te deseo con locura.
Ella besó su cuello, su
hombro. Las palabras fluían sin dificultad. Ni siquiera tenía que pensarlas.
—Yo también te deseo.
—¿Entonces por qué
intentaste marcharte?
Le faltaba el aliento,
apenas podía mantener la coherencia.
—Yo… yo no sabía que tú
estabas aquí… No quería que pensaras que estaba rindiéndome.
Algo en el modo en que
lo dijo, quizás una suerte de provocadora independencia, la hizo parecer
insoportablemente vulnerable. Él tenía que manejar la situación.
—Bien, ahora estás aquí
y es demasiado tarde para volver atrás.
Él la levantó con un
ágil movimiento y la transportó hasta la cama, recostándola con sorprendente
cuidado. Ella se tumbó boca arriba y observó cómo él apoyaba sus fuertes brazos
sobre ella. Por un instante recobró la claridad y la cordura. Aquel hombre la
despreciaba y quería acostarse con ella como un modo de castigarla. Pero
entonces, ¿cómo podía resultar tan placentero? Notó cómo algo inexorable
emergía dentro de ella.
Ella se había
entrelazado a él con tanta intensidad, que Tom se sintió próximo a estallar.
Pero justo entonces ella se incorporó sobre los codos, manifestando en su mirada
una pasión que dejaba vislumbrar algo más. Algo que él era incapaz de definir.
—Tom, ¿cómo puedes…?
¿Cómo podemos hacer esto cuando tú me odias tanto?
«¿Qué?».
Algo en su cuerpo se
enfrío. No su deseo. Eso nada podía apagarlo. Sus pensamientos empezaron a
fluir en contra de su voluntad. Tenía que reconocer que desde que se había
marchado, no había dejado de pensar en ella, en el pasado… la deseaba con un
ansia que tenía que ser puramente física. Desde luego, eso es lo que parecía en
ese momento, cuando ella estaba allí tumbada, enfrente de él, ardiente y con
los labios hinchados a causa de sus besos. Cualquier otra cosa tenía que
deberse al pasado, eso era todo.
El pasado era
complicado, pero esto no lo era. Esto era sencillo.
Todos sus músculos se
habían tensado al salir de la ducha y verla allí. Ella parecía una joven
divinidad. Blanca y resplandeciente a la luz de la luna, tenía los pechos
levantados y seductoramente visibles bajo la camiseta. La sombra que ocultaba
su sexo era una misteriosa promesa del paraíso.
«¡Basta de pensar, basta
de hablar!».
—No, (Tu nombre) —dijo
con voz ronca—. No te odio. Te lo dije una vez, el amor es la otra cara del
odio. Tú debes tener la otra. Te deseo… eso es todo.
Y con una ferocidad que
le hizo sentirse en un terreno más seguro, se inclinó sobre el cuerpo de (Tu
nombre), encontró su boca y la tomó cruelmente para saciar su hambre e inflamar
la de ella. Al principio ella se quedó rígida, como si rechazase sus palabras,
pero luego, poco a poco, él pudo sentir el temblor que anticipaba su entrega.
(Tu nombre) trató de
quedarse con aquellas palabras brutales, trató de guardarlas en su cabeza para
permanecer rígida, merme, pero no fue capaz. Era demasiado débil. En ese punto
sólo tenía clara una cosa. Sólo había una cosa que deseara más que su perdón,
más que su aceptación: a él mismo.
Apartando su boca de la
de ella, tiró de (Tu nombre) hacia arriba. Ella tenía el pelo sobre los
hombros, y su largo flequillo le cubría los ojos. Con una rodilla en la cama,
le levantó los brazos para quitarle la camiseta. Luego la presionó sobre su
espalda para tumbarla de nuevo. Ella miró a lo lejos durante un instante como
para evitar mirarlo a los ojos, pero (Tu nombre) le hizo girar la cabeza,
tomándola por la barbilla. La miró fijamente a sus ojos verdemar, unos ojos que
ahora, con la excitación, habían cobrado una tonalidad más oscura.
—(Tu nombre), no me
rehuyas. Me deseas… Dilo.
—Te deseo —dijo como si
estuviera hipnotizada.
Él vio un destello en su
mirada, y en ese momento lo agarró de los hombros y tiró de él hasta ponerlo
encima de ella, y no paró hasta encontrar su boca.
Cuando él se retiró,
aquel brillo había desaparecido de sus ojos, como si hubiera sido fruto de su
imaginación. Se palparon cada palmo de sus cuerpos. Él tuvo cuidado en no dejar
caer todo su peso sobre ella. Acarició sus pechos, trazando círculos con los
dedos. Los dos perfectos montículos se hincharon; sus pezones eran pequeños
guijarros. Ella arqueaba la espalda y contraía el estómago, mientras Tom examinaba
uno con más detalle, pellizcando y jugando con el pezón.
—Tom… por favor…
Él se inclinó para
permitir que su boca y su lengua la devorasen. Primero uno, luego el otro. Las
manos de ella trataban de agarrarse a su cabeza y dirigirlo. Él puso la otra mano
en la suavidad de su vientre, palpando su estremecimiento, y a continuación la
deslizó bajo las bragas. El vello era suave, sedoso. Le quitó las bragas
mientras ella levantaba las piernas para ayudarlo. Estaban humedecidas por su
excitación, y su pene reaccionó al instante con una formidable erección. Apenas
podía refrenar las ganas de penetrarla intensa y profundamente, pero sabía que
sería más placentero hacerlo despacio. Además, ella le había hecho esperar, así
que ahora le tocaba a ella.
La estrechó con fuerza
entre sus brazos. Se hallaban muy juntos, casi soldados el uno al otro. Los
pechos de (Tu nombre) estaban aprisionados contra su pectoral, y él con una
mano abarcaba la desnudez y la voluptuosidad de sus redondas nalgas. Él le
separó las piernas y su mano se abrió camino desde los suculentos carrillos
hasta los suaves rizos de su sexo, pasando de nuevo por la tersura de su
vientre. Sus dedos se introdujeron dentro de ella, acariciándola rítmicamente.
Ella tenía la boca contra su hombro, al que mordía con suavidad en un continuo
jadeo mientras luchaba por reprimir sus gemidos.
(Tu nombre) puso la
pierna sobre el muslo de él, abriéndose aún más, estirándose para alcanzar su
miembro erecto. Cuando lo tocó, se quedó tan impresionada, que puso los ojos
como platos.
—Es todo para ti —susurró
él, y la besó. Sus dedos seguían acariciándola, jugando con su pequeña fuente
de placer, frotándola sin descanso, moviéndola en círculos, antes de volver a
sumergirse. Ya eran tres los dedos que metía y sacaba. Incapaz de sostenerla, (Tu
nombre) echó su cabeza hacia atrás, gimiendo en voz alta, mientras con la mano
movía arriba y abajo la piel de su pene. A Tom le sacudió un estremecimiento de
placer tan intenso, que durante un segundo tuvo que quedarse completamente
quieto. Ella casi lo había llevado al límite.
—(Tu nombre).
—Tom.
—Para.
—Pero… te deseo… quiero
más.
Chicas..... espero les guste el capi.. y bueno estoy muy ocupada por eso no subi xd... espero les guste las quiero bye =)
Esperas que nos guste? ME encaaaantooo dios *-* que :Q_________
ResponderEliminarMueroo!! Esta buenizima y emcionante 1313 hahahaha.. Ay (tn) sin querer terminadte en la cama con Tom..
ResponderEliminarMe encantoo siguelaaa ni bien puedas..
Cuidate bye :)
Please sube mas,me encanto el capi espero que subas pronto :3
ResponderEliminarPor favorrrrrrrrr siguela:D
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