miércoles, 9 de octubre de 2013

**Capitulo 24**


—No te ofrezco vino.

(Tu nombre) se apresuró a negar con la cabeza. Llevaba puesta las gafas de sol. Habían encontrado una pradera solitaria, justo debajo de la capilla en la montaña donde se levantaba el monasterio del siglo XII de Kaisariani. Parecía que se había declarado una frágil tregua entre ellos, lo que (Tu nombre) agradecía.

Thea había preparado un auténtico festín. Era una pena que hubiera perdido el apetito, pensó (Tu nombre), algo muy raro en ella. No pudo dejar de pensar en la noche anterior. ¿Quizás anticipando futuras noches?

(Tu nombre) no olvidaría fácilmente la expresión de horror que puso Tom cuando cayó en la cuenta de que la primera vez no habían utilizado ningún método anticonceptivo. Ella le dijo que estaba tomando la píldora. Sabía que probablemente lo interpretaría como un signo de promiscuidad, aunque en realidad lo hacía por sus irregulares y dolorosos periodos. Como acababa de cambiar a un nuevo tipo de píldora, se le ocurrió que eso estaba contribuyendo a que sus emociones estuviesen más a flor de piel.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Tom.

—En nada —(Tu nombre) se ruborizó. Tomó un poco de queso y pan y buscó algo que decir, cualquier cosa, para evitar aquella mirada inquisitiva—. Me sorprendió… bueno, en realidad, me intrigó cuando oí acerca del gran éxito de la Naviera Kaulitz. Aunque Thea me contó que el futuro de la compañía estuvo en vilo durante un periodo… aunque ahora sea todo lo contrario —se encogió de hombros y de pronto deseó no haber sacado el tema—. Tú siempre me habías dicho que no creías que tuvieras el instinto emprendedor de un gran empresario.

Se calló y pudo ver cómo se agrandaba el agujero a sus pies. ¿En qué estaba pensando? Estaba tratando de evitar cualquier polémica y ahora él recordaría el artículo, en el que le presentaban como una persona débil y sin carácter.

Tom se alegró de tener puestas las gafas de sol mientras observaba cómo sufría (Tu nombre). Fue capaz de controlar la ira que sintió al pensar en todo por lo que había tenido que pasar, en el calvario del que ella aseguraba no haber sido consciente. Por supuesto, se vio obligado a luchar por su supervivencia. Y lo había conseguido de forma espectacular. Pero por primera vez, aquello no le llenaba de la satisfacción habitual. ¿Qué estaba haciendo aquella bruja con él?

—Bueno, como puedes ver, de alguna parte lo saqué —tomó una uva del racimo, y (Tu nombre) lo miró recelosa—. Pero hablemos de ti, de tu empresa… Debe de ser duro hacer que funcione con una vida social tan intensa.

(Tu nombre) se sintió aliviada con el cambio de tema, a pesar de su obvio intento por provocarla, y esbozó una amplia sonrisa.

—Tomo grandes cantidades de drogas para mantener el ritmo. ¿No es eso lo que todo el mundo hace en la esfera de las relaciones públicas?

Él sonrió, y casi le hizo perder el equilibrio.

—Antes podría haberlo creído, pero con tu abstinencia y aversión al alcohol, lo dudo. No quisiera verte probar nada más fuerte.

Muy a su propio pesar, tenía verdadera curiosidad por saber más de ella.

—Cuéntame acerca de tu trabajo, de verdad, me gustaría saber.

Ella se encogió de hombros, sin confiar en él.

—Es un trabajo como otro cualquiera. Hay mucha presión y estrés. Cuando trabajo para alguien, suele ser durante dos o tres meses, y siempre tengo tiempo para recuperarme cuando ha terminado. Pero hasta entonces, tengo que estar disponible las veinticuatro horas del día, los siete días a la semana.

Él asintió y la miró, pero ella no podía ver sus ojos. Algo en su rigidez le indicó a (Tu nombre) que, de algún modo, había tocado una cuerda sensible.

—En tu caso, no me puedo imaginar el tipo de presión al que tienes que hacer frente. Millones de euros en juego, cientos de personas en quienes pensar, su sustento…

«Motivo por el cual debió de haberle resultado tan duro luchar en solitario por su compañía».

Durante un instante (Tu nombre) se volvió a sentir culpable.

—Mi peor pesadilla es que la recepción o el acto de un cliente sea un desastre o que no llegue a la prensa… o que, por el contrario, se convierta en noticia de forma inadecuada… Depende de qué quiera el cliente.

Siempre le llamó la atención cómo un mes un cliente haría cualquier cosa por salir en los periódicos y al siguiente haría cualquier cosa por no salir.

—Lo sé —dijo Tom, muy tranquilo.

(Tu nombre) se sentó en una posición más cómoda, cruzando las piernas.

—Y en cuanto a las fiestas —se encogió de hombros y arrancó una pequeña flor—, son parte del negocio. Normalmente sólo hago acto de presencia durante algún tiempo, lo justo para asegurarme de que todo está en orden; luego me marcho y leo lo que sale en la prensa al día siguiente, como todo el mundo.

—Podrías tener una empresa de mayor tamaño. ¿Sólo sois Cécile y tú?

—¿A qué te refieres?

—Tus acciones, claro, las que vendiste —su tono se volvió antipático—. ¿No pensaste que merecía la pena invertir en el negocio? ¿Preferiste gastártelo todo en…?

(Tu nombre) se puso tan tensa y furiosa, que no le permitió terminar la frase.

—¿Cómo te atreves? Me he dejado la piel para sacar adelante el negocio. Conseguimos el premio a la mejor empresa trabajando como bestias.

Tom se sentó derecho y se subió las gafas de sol. Ella también se las había quitado.

—No soy una mala persona, Tom, no lo soy —se estaba volviendo a dejar dominar por las emociones.

A pesar de hacer todo lo posible por controlarse, sabía que le faltaba poco para volver a llorar, y le dio la espalda. Quería que se mantuviera lejos de ella, quería que no la tocase, y él debió de darse cuenta porque no se acercó. Entonces ella prosiguió sin alterarse:

—Después de la muerte de mis padres, no tuve interés en el negocio. Nunca lo tuve, ya lo sabes, aunque lo niegues. Di a mi tío esas acciones, pero no se las vendí, no podía. ¿Qué tipo de persona crees que soy?

«Estúpida pregunta, (Tu nombre)».

Él se sintió desconcertado por lo apasionado de su reacción y lo expresivo de su mirada. Y pensó:

«El tipo de persona que la mayoría de nosotros seríamos en esa situación, la que exigiría hasta el último céntimo de su herencia».

—(Tu nombre)…

—Ya había conseguido un préstamo —le interrumpió—, y Alexei me dio lo justo para hacer frente a los pagos. Eso es todo. Lo único que lamento es que evidentemente mis acciones no bastaron para ayudarle a reflotar la compañía. En caso contrario, no estaríamos ahora aquí.

Aquellas palabras sonaron con amargura, y Tom sintió algo en el pecho que era incapaz de analizar. Una de las mayores acusaciones que le había formulado en su cabeza se estaba derrumbando. Ni siquiera se cuestionó el hecho de que la creía. Todo lo que sabía era que no deseaba seguir peleando con ella ni lanzándose pullas mutuamente. Prefería hacer otra cosa…

La tomó en sus brazos, y ella se quedó inmóvil, rígida. Con una mano le dio unos golpecitos en la barbilla.

—Con independencia de lo que haya pasado entre nosotros, la crítica que te hice fue inmerecida. No tenía derecho a asumir que sabía lo que hiciste con esas acciones. Tampoco tenía derecho a asumir que eras la típica mujer superficial y vacua que abunda en ciertos ambientes.

Sorprendida por semejante cambio, ella buscó su cara, segura de que se estaba riendo de ella.

—¿Te estás riendo de mí?

—Nunca he hablado más en serio en toda mi vida. ¿Podemos firmar un alto el fuego, (Tu nombre)? Hagamos un pacto para no hablar del pasado. Centrémonos en esto, en lo que tenemos ahora.

Le estaba ofreciendo una tregua, un espacio para hacer las cosas más fáciles, desde luego, para él, pero también para ella si aceptaba. En todo caso, no podía olvidar su crueldad. Todavía podía arruinar a su familia si quería. La mantendría hasta que dejara de satisfacerlo en la cama. Se sintió débil. Había saboreado el cielo, el cielo que había deseado desde hacía tanto tiempo. ¿Cómo podía ahora renunciar a él?

Asintió con la cabeza y percibió en sus ojos un destello. Cerró los ojos en silenciosa súplica mientras él inclinaba su cabeza hacia ella. Todo lo que existía era el presente.

 

 

Después de alcanzar aquel acuerdo, los días siguientes de la supuesta luna de miel pasaron muy deprisa. Los dos prestaban mucho cuidado a lo que decían. Parecía haber un pacto tácito entre ellos para centrarse en la atracción física. Y nunca estaban satisfechos: siempre querían más.

La finca se convirtió en un lugar fuera de la realidad. (Tu nombre) sabía que corría el peligro de entregarse a la fantasía de creer que aquello era real, como si por algún extraño golpe del destino, los sueños que tenía a los dieciocho años se hubiesen cumplido y hubiera conseguido a su príncipe.

Pero lo hechos se empeñaban en revocar aquel sueño una y otra vez. Estaba muy claro que para Tom esa relación era puramente física. (Tu nombre) había tratado de comenzar incontables conversaciones, había tratado de conocerlo mejor. La noche anterior, Thea había vuelto a servir la cena en la terraza. (Tu nombre) había estado buscando temas de conversación, pero Tom se limitaba a contestar con monosílabos. Desesperada por una creciente sensación de humillación y futilidad, (Tu nombre) terminó por saltar.

—Esto es una locura. ¿Por qué no puedes hablar conmigo? ¿Por qué no podemos tener una conversación? ¿Tan aburrida soy?

Tom reaccionó violentamente, asustando a (Tu nombre). La tomó en brazos y la llevó directamente a la cama, adonde la arrojó.

—Eres un animal —balbuceó, indignada.

—Sí, (Tu nombre), pero me deseas. Eso es todo. No estamos aquí para hablar, o para conocernos mejor. Ya sé todo lo que necesito saber —y a continuación la sometió a una arremetida erótica tal que apenas pudo recordar su nombre, y mucho menos mantener una conversación.

 

 

(Tu nombre) se despertó a la mañana siguiente al lado de Tom. Lo había vuelto a hacer. No podía creerlo. Tuvo que admitir que las cosas no habían cambiado, que, de hecho, aún estaba enamorada de él como cuando era una adolescente, con la única diferencia de que ahora sí era consciente de la profundidad de ese amor, de cómo éste lo impregnaba todo, de cómo dormir con él la rompía por dentro y le permitía saborear la extrema desesperación de amar a un hombre como él. Un hombre sin obligaciones para con nadie, y menos para con ella.

¿Pero cómo podía estar enamorada de alguien que se negaba a conversar y la trataba como un objeto sexual? Porque lo conocía, así de simple. Él era su compañero del alma. Ella podría ser suyo, pero él no le pertenecía. Y nunca lo haría.

Una gran mano se posó sobre su mentón, tomándola por sorpresa. Ella no se había dado cuenta de que se había despertado. Permaneció con los ojos cerrados. Ni siquiera entonces hubo palabras… y sin embargo su cuerpo ya se estaba abriendo, humedeciendo a su contacto. Sólo él era capaz de proporcionarle semejante placer.

Giró su cabeza y abrió los ojos. Su dolor estaba enterrado, oculto muy dentro de ella. Ese mismo día regresaban a París, a la realidad, al cruel e implacable mundo de la prensa y de los fotógrafos.

Él la besó en los labios. Las manos de él abarcaron su cintura y la situaron donde ella podía sentir el poderoso empuje de su erección.

Ya estaba húmeda, lista para recibirlo. Se sentó a horcajadas sobre él y se echó ligeramente hacia atrás. Tomó una gran bocanada de aire al sentir cómo se introducía en ella. Lo miró fijamente a los ojos y sintió la necesidad de hablar, de decir algo, de expresarle que aún lo amaba, de salir de aquella espiral de olvido hacia donde él les conducía a ambos.

Al aproximarse al clímax, (Tu nombre) pudo sentir las palabras temblando en sus labios. Apenas podía mantener el control, no cuando estaban literalmente unidos. Desesperada por evitar el último acto de autodestrucción, se agachó y apretó sus enfebrecidos labios contra la boca de Tom, conteniendo sus palabras mientras la ola rompía contra su cuerpo y él sujetaba implacable sus caderas y se derramaba dentro de ella.


CHICAS... en verdad que no he podido subir porque no tengo tiempo... y menos ahora que en mi trabajo cambiaron a mi compañera y me dejaron con todo el trabajo a mi... además que tengo a mi abuela por parte de papá un poco enferma.. asi que la verdad que tengo tanta cosas en mi cabeza.. que estoy en blanco.. yo creo que hago todo por inercia... espero que me entiendan.. y bueno igual no falta mucho para que termine esta ficc... y creo que la otra estará un tiempo en Stand-by hasta que se arregle todo a mi alrededor... las Quiero..
Espero me entiendan...
Bye...

2 comentarios:

  1. D: esta relacion tan rara :/ abcs me hace sentir muy mal pero espero que con el tiempo Tom la vaya queriendo !! poco a poco *-* y pues por el tiempo !! don't worry te cmprendo perfectamente !! mientras no la dejes puedes tardar :3 y mucha suerte con eso !! y ojala se mejore tu abulieta :3

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  2. Ay Tom como tratas a (tn) .. Q humillación para una mujer q un hombre te vea como algo sexual y más si estas enamoradaa.. :/

    Tamara te entiendo el tiempo vuela yo estoy igual q tu sin time para nada.. Pero me alegro ver capituloo ya extrañaba esta fic y la otra q subes..

    Sube ni bien puedas.. Cuidatee bye :D

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