viernes, 6 de septiembre de 2013

**Capitulo 21**


(Tu nombre) se despertó, sobresaltada. Había estado soñando algo. Su corazón latía a toda velocidad. Con los ojos llorosos, se levantó de la cama y fue al baño. Todo estaba tranquilo. Inmediatamente pensó en Tom. ¿Habría regresado? Ella sabía que no había dormido más de un par de horas. A punto de regresar a la cama, se detuvo y miró el pomo de la puerta contigua. En su fértil imaginación, parecía brillar ligeramente iluminado por el resplandor de la luna. Había dejado las cortinas descorridas.

Siguiendo un impulso incontrolable, caminó hacia esa puerta. Probablemente ni siquiera estaría allí, se dijo a sí misma. Puso la mano sobre el pomo. Su respiración era agitada… ¡y todavía ni lo había girado! Finalmente se decidió y dio media vuelta al tirador de la puerta. Esta se abrió hacia ella, sorprendiéndola por lo pesada que era.

La habitación estaba a oscuras. Entró con sumo sigilo. La cama estaba sin abrir. No había nadie allí. En penumbra, como su propio cuarto, sólo podía vislumbrar algunas formas. Era austera y masculina, apropiada para alguien como Tom. Y sin embargo había cuadros en las paredes. No eran pinturas abstractas, como había esperado, sino pequeño estudios, retratos, paisajes…

De pronto se sintió como una mirona y regresó a su cuarto, y en aquel mismo instante se abrió la puerta del baño en el otro lado de la habitación. La luz se desparramó por la habitación y vio salir a Tom, en cueros y secándose el pelo con una toalla.

Ella debió de hacer un pequeño ruido porque él se detuvo en seco, con los músculos tensos, y al levantar la cabeza la descubrió al instante. No hizo nada, simplemente se quedó allí de pie, magnífico y sin ruborizarse. Ella no supo cuánto tiempo se quedaron mirando el uno al otro. Sólo era consciente de los veloces latidos de su corazón, del modo en que su cuerpo parecía derretirse e inflamarse.

—(Tu nombre)…

Él era real, no era una aparición. (Tu nombre) finalmente se movió. Se dio la vuelta y habría salido corriendo hacia su dormitorio de haber tenido en ese momento la coordinación necesaria. Tropezó con la puerta, y ella misma la cerró en sus narices, quedándose dentro de la habitación de Tom. Sin duda él estaba pensando que ella lo había oído llegar y estaba cumpliendo con su deber marital.

En cuestión de segundos la mano empezó a sudar y el pomo resbalaba sin girar. Ella dejó escapar una queja de frustración. Y entonces se detuvo. La alfombra había amortiguado sus pasos, pero pudo sentir el calor de su cuerpo detrás de ella, y cerró los ojos. Sin ni siquiera mirarlo, fue su cuerpo lo que veía, o más bien la impronta que su cuerpo había dejado en su retina unos momentos antes. Un cuerpo tonificado, sin un gramo de grasa, atlético, perfectamente formado, sin imperfección alguna en aquella piel tersa y aceitunada.

Cuando las pesadas manos de él se posaron sobre la piel desnuda de sus hombros fue incapaz de reprimir un escalofrío. Él le giró la cabeza hacia él sin que ella opusiera resistencia. (Tu nombre) mantuvo los ojos cerrados, consciente de que, si se movía aunque fuera un milímetro, entraría en contacto con aquel cuerpo de acero.

—(Tu nombre) —algo salpicó su voz: ¿era diversión?, ¿irritación?—. ¡Abre los ojos!

Ella los abrió, y se sorprendió al ver que la luz de la luna bañaba la habitación con una luz más intensa de lo que había pensado. Las limpias facciones de su cara estaban claramente delineadas, como lo estaba el deseo en sus ojos. Era incapaz de mirar hacia abajo para ver si se había puesto la toalla. Con sólo pensar que podía estar desnudo le fallaban las piernas. Aquel leve movimiento la había puesto en sus manos. Ella sintió la toalla, pero era una endeble barrera contra la intensa y dura erección que ocultaba. Las piernas de (Tu nombre)Kallie no dejaban de temblar. Sólo la sujetaban aquellos poderosos brazos.

Tampoco su camiseta de seda ni sus bragas de encaje significaban una barrera efectiva. (Tu nombre) sintió la puerta contra su espalda y cómo los brazos de él aflojaban la presión y sus manos alcanzaban su cara. Estaba inundándola, separando sus muslos con su pierna. Era algo inevitable. No había vuelta atrás. Aquello era por lo que estaba allí, era lo que había surgido entre ellos desde la primera vez que se volvieron a encontrar.

Y de pronto dejó de importar por qué estaba allí; sólo era consciente de aquel muslo entre los suyos, y de cómo ansiaba sentir más, gozarlo plenamente.

Él emitió un sonido gutural, algo en griego, e inclinó su cabeza sobre la de ella para besarla salvaje, apasionadamente. Un estremecimiento de placer recorrió todo su cuerpo. Incapaz de resistirse a su abrumador deseo, se puso de puntillas para encontrarse con él y rodearle el cuello con los brazos. Anhelaba estar más cerca aún, y pudo notar la húmeda expresión de su deseo entre sus muslos, en sus bragas mojadas. Se movió sutilmente contra él, pugnando por liberar la tensión acumulada entre sus piernas.

Él apartó su boca de la de ella y descendió trazando un camino de besos a lo largo de la barbilla y continuando por el cuello. (Tu nombre) echó su cabeza hacia atrás hasta darse con la puerta, pero ni siquiera notó dolor. Todos los músculos de su cuello se tensaron mientras sentía cómo él, con su mano, abarcaba uno de sus pechos, palpándolo, acariciándolo por encima de la fina seda. Con su muslo aún sujetándola, la tocó con la boca, rodeando el dilatado pezón y devorándolo a través de la seda. La espalda de (Tu nombre) se arqueó y pudo sentir cómo se astillaba en mil pedazos. Nada la había preparado para ese torbellino de sensaciones.

Antes de que ella se perdiera por completo, él retrocedió. (Tu nombre) abrió los ojos y vio en los de él las brasas incandescentes de su deseo, de su deseo por ella. Todo lo que podía hacer era experimentar ese momento, sentirlo.

Ella se estiró y tomó su cara entre las manos, acercándosela. Cuando la boca de él tocó otra vez la suya, ella emitió un suspiro de profunda satisfacción. (Tu nombre) bajó con las manos, deleitándose en el contacto con su piel, con sus anchas espaldas, hacia los bíceps, dilatados de sujetar su cintura, de abarcarla con las manos. (Tu nombre) siguió descendiendo hasta alcanzar la toalla de Tom. Entonces rodeó su cintura con las manos para llegar a la espalda, y una vez allí las deslizó debajo de la toalla y se recreó amasando aquellos glúteos duros y bien formados.

Tom se estremeció mientras su erección presionaba contra la tripa de ella.

—(Tu nombre), (Tu nombre), ¡cuánto he deseado esto desde que te vi! Te deseo con locura.

Ella besó su cuello, su hombro. Las palabras fluían sin dificultad. Ni siquiera tenía que pensarlas.

—Yo también te deseo.

—¿Entonces por qué intentaste marcharte?

Le faltaba el aliento, apenas podía mantener la coherencia.

—Yo… yo no sabía que tú estabas aquí… No quería que pensaras que estaba rindiéndome.

Algo en el modo en que lo dijo, quizás una suerte de provocadora independencia, la hizo parecer insoportablemente vulnerable. Él tenía que manejar la situación.

—Bien, ahora estás aquí y es demasiado tarde para volver atrás.

Él la levantó con un ágil movimiento y la transportó hasta la cama, recostándola con sorprendente cuidado. Ella se tumbó boca arriba y observó cómo él apoyaba sus fuertes brazos sobre ella. Por un instante recobró la claridad y la cordura. Aquel hombre la despreciaba y quería acostarse con ella como un modo de castigarla. Pero entonces, ¿cómo podía resultar tan placentero? Notó cómo algo inexorable emergía dentro de ella.

Ella se había entrelazado a él con tanta intensidad, que Tom se sintió próximo a estallar. Pero justo entonces ella se incorporó sobre los codos, manifestando en su mirada una pasión que dejaba vislumbrar algo más. Algo que él era incapaz de definir.

—Tom, ¿cómo puedes…? ¿Cómo podemos hacer esto cuando tú me odias tanto?
 
«¿Qué?».
Algo en su cuerpo se enfrío. No su deseo. Eso nada podía apagarlo. Sus pensamientos empezaron a fluir en contra de su voluntad. Tenía que reconocer que desde que se había marchado, no había dejado de pensar en ella, en el pasado… la deseaba con un ansia que tenía que ser puramente física. Desde luego, eso es lo que parecía en ese momento, cuando ella estaba allí tumbada, enfrente de él, ardiente y con los labios hinchados a causa de sus besos. Cualquier otra cosa tenía que deberse al pasado, eso era todo.
El pasado era complicado, pero esto no lo era. Esto era sencillo.
Todos sus músculos se habían tensado al salir de la ducha y verla allí. Ella parecía una joven divinidad. Blanca y resplandeciente a la luz de la luna, tenía los pechos levantados y seductoramente visibles bajo la camiseta. La sombra que ocultaba su sexo era una misteriosa promesa del paraíso.
«¡Basta de pensar, basta de hablar!».
—No, (Tu nombre) —dijo con voz ronca—. No te odio. Te lo dije una vez, el amor es la otra cara del odio. Tú debes tener la otra. Te deseo… eso es todo.
Y con una ferocidad que le hizo sentirse en un terreno más seguro, se inclinó sobre el cuerpo de (Tu nombre), encontró su boca y la tomó cruelmente para saciar su hambre e inflamar la de ella. Al principio ella se quedó rígida, como si rechazase sus palabras, pero luego, poco a poco, él pudo sentir el temblor que anticipaba su entrega.
(Tu nombre) trató de quedarse con aquellas palabras brutales, trató de guardarlas en su cabeza para permanecer rígida, merme, pero no fue capaz. Era demasiado débil. En ese punto sólo tenía clara una cosa. Sólo había una cosa que deseara más que su perdón, más que su aceptación: a él mismo.
Apartando su boca de la de ella, tiró de (Tu nombre) hacia arriba. Ella tenía el pelo sobre los hombros, y su largo flequillo le cubría los ojos. Con una rodilla en la cama, le levantó los brazos para quitarle la camiseta. Luego la presionó sobre su espalda para tumbarla de nuevo. Ella miró a lo lejos durante un instante como para evitar mirarlo a los ojos, pero (Tu nombre) le hizo girar la cabeza, tomándola por la barbilla. La miró fijamente a sus ojos verdemar, unos ojos que ahora, con la excitación, habían cobrado una tonalidad más oscura.
—(Tu nombre), no me rehuyas. Me deseas… Dilo.
—Te deseo —dijo como si estuviera hipnotizada.
Él vio un destello en su mirada, y en ese momento lo agarró de los hombros y tiró de él hasta ponerlo encima de ella, y no paró hasta encontrar su boca.
Cuando él se retiró, aquel brillo había desaparecido de sus ojos, como si hubiera sido fruto de su imaginación. Se palparon cada palmo de sus cuerpos. Él tuvo cuidado en no dejar caer todo su peso sobre ella. Acarició sus pechos, trazando círculos con los dedos. Los dos perfectos montículos se hincharon; sus pezones eran pequeños guijarros. Ella arqueaba la espalda y contraía el estómago, mientras Tom examinaba uno con más detalle, pellizcando y jugando con el pezón.
—Tom… por favor…
Él se inclinó para permitir que su boca y su lengua la devorasen. Primero uno, luego el otro. Las manos de ella trataban de agarrarse a su cabeza y dirigirlo. Él puso la otra mano en la suavidad de su vientre, palpando su estremecimiento, y a continuación la deslizó bajo las bragas. El vello era suave, sedoso. Le quitó las bragas mientras ella levantaba las piernas para ayudarlo. Estaban humedecidas por su excitación, y su pene reaccionó al instante con una formidable erección. Apenas podía refrenar las ganas de penetrarla intensa y profundamente, pero sabía que sería más placentero hacerlo despacio. Además, ella le había hecho esperar, así que ahora le tocaba a ella.
La estrechó con fuerza entre sus brazos. Se hallaban muy juntos, casi soldados el uno al otro. Los pechos de (Tu nombre) estaban aprisionados contra su pectoral, y él con una mano abarcaba la desnudez y la voluptuosidad de sus redondas nalgas. Él le separó las piernas y su mano se abrió camino desde los suculentos carrillos hasta los suaves rizos de su sexo, pasando de nuevo por la tersura de su vientre. Sus dedos se introdujeron dentro de ella, acariciándola rítmicamente. Ella tenía la boca contra su hombro, al que mordía con suavidad en un continuo jadeo mientras luchaba por reprimir sus gemidos.
(Tu nombre) puso la pierna sobre el muslo de él, abriéndose aún más, estirándose para alcanzar su miembro erecto. Cuando lo tocó, se quedó tan impresionada, que puso los ojos como platos.
—Es todo para ti —susurró él, y la besó. Sus dedos seguían acariciándola, jugando con su pequeña fuente de placer, frotándola sin descanso, moviéndola en círculos, antes de volver a sumergirse. Ya eran tres los dedos que metía y sacaba. Incapaz de sostenerla, (Tu nombre) echó su cabeza hacia atrás, gimiendo en voz alta, mientras con la mano movía arriba y abajo la piel de su pene. A Tom le sacudió un estremecimiento de placer tan intenso, que durante un segundo tuvo que quedarse completamente quieto. Ella casi lo había llevado al límite.
—(Tu nombre).
—Tom.
—Para.
—Pero… te deseo… quiero más.

Chicas..... espero les guste el capi.. y bueno estoy muy ocupada por eso no subi xd... espero les guste las quiero bye =)

 

4 comentarios:

  1. Esperas que nos guste? ME encaaaantooo dios *-* que :Q_________

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  2. Mueroo!! Esta buenizima y emcionante 1313 hahahaha.. Ay (tn) sin querer terminadte en la cama con Tom..
    Me encantoo siguelaaa ni bien puedas..

    Cuidate bye :)

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  3. Please sube mas,me encanto el capi espero que subas pronto :3

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