lunes, 22 de julio de 2013

**Capitulo 3**


Ni un movimiento. (Tu nombre) vio cómo la miraba. La sorpresa inicial había dado paso a una expresión de desconcierto y, más tarde, de asco. Tom quitó bruscamente las manos de sus hombros.

—Mira, no sé qué es lo que quieres, (Tu nombre), pero no me gusta. Esta noche voy a anunciar mi compromiso, y si alguien nos hubiese visto… Maldita sea. Mejor vete, (Tu nombre).

Su cerebro había oído aquellas palabras, pero no las había registrado. ¿Compromiso? ¿Matrimonio? ¿Pero con quién?

(Tu nombre) sintió unas ganas absurdas de reír, pero enseguida se sintió ridícula. Se puso colorada, como una niña sorprendida, jugando a ser mayor vistiéndose con la ropa de su madre. De pronto fue plenamente consciente de lo poco esbelto de su figura y del vestido que llevaba puesto. Se lo había dejado Eleni, pues con él esperaba aparentar más edad, aunque en realidad le quedaba demasiado apretado. Tenía los labios rígidos y entumecidos, y el cuerpo frío.

—Lo siento, Tom… olvídalo. Olvida lo que ha pasado, olvídate de mí —se volvió y salió corriendo escaleras abajo, hacia el jardín, lejos del patio, lejos de todo. Oyó cómo la llamaba, pero no se paró, y él tampoco la siguió.

Las lágrimas descendían por sus mejillas, y cuando por fin se detuvo, se agachó y no dejó de llorar hasta que se le nubló la vista. Lloró por ser tan ingenua y por haber hecho caso a Eleni. No lograba entender qué le había sucedido. Quizás había sido la luna, o un ataque repentino de locura, o el vino… Qué absurdo haber creído que alguien como Tom iba a fijarse alguna vez en ella, y aún menos que iba a querer besarla. Sintió vergüenza cuando pensó cómo se había lanzado a él. Desde luego, de algo estaba segura: nunca más volvería a tomar ni una gota de alcohol.

Apesadumbrada, (Tu nombre) regresó sobre sus pasos. Para volver a su casa tenía que rodear el palacete de los Kaulitz, y al pasar por la terraza fue incapaz de resistirse a echar un vistazo al interior de la casa. La sala estaba en silencio. La numerosa y elegante concurrencia alzaba sus copas para brindar por la recién anunciada unión de Tom con la impresionante mujer que se encontraba a su lado, Ria Kyriapolous, la célebre modelo. Eran una pareja tan atractiva, que los ojos de (Tu nombre) se humedecieron de nuevo.

Al sentir un golpecito en el hombro, (Tu nombre) se dio la vuelta y vio a Eleni, que la miraba con unos ojos que hablaban por sí solos.

—Ay, (Tu nombre), lo siento mucho —algo en la forma en que Eleni dijo aquellas palabras hizo que (Tu nombre) se quedase completamente inmóvil.

—Por favor, Eleni, dime que no sabías nada de esto.

—Te hice un favor, (Tu nombre). ¿Acaso te habrías acercado a él de haberlo sabido?

«Por supuesto que no», pensó (Tu nombre).

De nuevo se flageló a sí misma por ser tan ingenua, y en ese mismo instante supo que algo había muerto dentro de ella. Se alejó de allí, tanto física como mentalmente. Algo en el rostro de Eleni, algo que nunca había advertido antes, le hizo protegerse. Logró levantar la cabeza, del mismo modo a como se lo había visto hacer a su prima cientos de veces, por lo general cuando Tom estaba cerca, y encogiéndose de hombros, dijo:

—No pasa nada, Eleni. Apenas puedo competir con Ria, ¿verdad? —se las arregló incluso para esbozar una sonrisa—. Pero, como tú dijiste, al menos lo intenté, ¿no?

Y por primera vez en su corta vida, con todo el aplomo de que fue capaz, pasó página como un adulto, y se marchó de la fiesta, dejando atrás a su prima y a Tom.

Cuando (Tu nombre) se levantó a la mañana siguiente, el dolor del pecho no había remitido, y tuvo la horrible sensación de que tal vez todo había sido un sueño, aunque, por supuesto, todo había sido real. Su único consuelo era saber que Tom debía de estar en Atenas y que ella tenía que regresar a Inglaterra al día siguiente. Rogó que Tom se quedara en la capital griega hasta que ella se hubiese ido, y que nadie se enterase jamás de lo que había sucedido. Excepto Eleni, quien, al menos, pensó (Tu nombre) con alivio, no había sido testigo de su humillante fracaso.

Sin embargo, al bajar las escaleras se encontró con una escena de ruido y confusión. Su padre, hablando a gritos, estaba agitando un periódico delante de Tom.

—¿Cómo pudiste? Confiábamos en ti. Por amor de Dios, sólo tiene veinte años años. Es poco más que una niña. ¿No tienes suficiente con casarte con una de las mujeres más hermosas de Atenas que tenías que liarte con (Tu nombre)?

Nadie la vio bajar las escaleras.

—He aparecido en las páginas centrales de toda la prensa sensacionalista del país y han hundido mi reputación como hombre de negocios. Gracias a tu hija, mi compromiso está roto.

La madre de (Tu nombre), que tampoco la había visto bajar, se acercó a Tom y le dio una bofetada. La voz de la madre fue la primera en romper el silencio que siguió:

—Siempre supiste lo que mi hija sentía por ti… Eras como un hijo para nosotros.

(Tu nombre) se detuvo. No podía caminar, estaba paralizada. Sintió unas horribles náuseas. Debió de hacer algún ruido, porque todos se giraron hacia donde ella estaba.

No podía creer lo que acababa de presenciar, aquella violencia, y cómo su madre había expuesto sus más íntimos sentimientos a la vista de todos. Tom le arrebató el periódico de las manos al padre de (Tu nombre). Al ver aquella expresión de ira y desprecio en su cara, ella quiso salir corriendo.

—Tú… —Tom no pudo continuar la frase.

—Kaulitz, sal de esta casa y no vuelvas nunca —le amenazó el padre.

Tom dio la espalda a (Tu nombre) y se encaró con él.

—Créeme, no quiero volver a veros, a ninguno. Especialmente a ella —le lanzó una mirada tan despreciativa, que ella retrocedió. Luego él abandonó la casa.

(Tu nombre) corrió tras él, desoyendo la llamada de sus padres para que volviera. Tom casi había llegado a la puerta que separaba las dos propiedades.

—¡Espera, Tom! ¡Espera!

Se paró de forma tan repentina, que casi se dio de bruces con él. Se volvió y, con sus poderosas manos, la agarró de los brazos. La expresión de su rostro ya no parecía de cólera, sino de tristeza. Aquello era si cabe más extraño. Ella intentaba encontrar una explicación.

—Creía que éramos amigos, (Tu nombre) ¿Por qué lo hiciste? Has arruinado todo… ¿y sólo porque no te quería? —hizo un gesto de desaprobación con la cabeza—. Eras la única persona que no parecía esperar nada de mí. Confié en ti y me tendiste una trampa, contándolo todo.

¿De qué estaba hablando?

—No sé a qué te…

Él la interrumpió con una mirada furiosa y con una mueca de desagrado mientras recordaba el descaro con que lo había besado el día anterior. Si de algo estaba ahora seguro era de que nunca había llegado a conocer de verdad a (Tu nombre) Demarchis, ni tampoco a los padres de ella. La familia de (Tu nombre) había sido como una segunda familia para él y, no obstante, lo habían expulsado de sus vidas, de su casa, como a un perro. Había sido un tonto al confiar en ellos. ¡Pensar que él la había considerado inocente, pura… dulce!

—Has crecido mucho en estos dos últimos años, ¿verdad, (Tu nombre)? Actuaste como las demás. Te enteraste de mi compromiso y pensaste que podías inmiscuirte, que también podías intentarlo.

Tenía una expresión tan dura, que (Tu nombre) no sabía cómo no caía fulminada. Y todavía no había terminado.

—No me gustan las chicas de veinte años, y además, no tienes lo que necesito.

Le arrojó el periódico a la cara.

—Ah, y la próxima vez que quieras besar y contarlo, si intentas mantener tu identidad en secreto, es mejor no enviar la copia desde tu propia dirección electrónica. Eres una bruja, (Tu nombre).

Incapaz de articular palabra, observó con la boca abierta cómo él desaparecía de su vista. ¿Su correo electrónico? ¿Besar y contarlo? Como en una horrorosa pesadilla, miró el periódico que había caído a sus pies. Estaba abierto por una página con una foto en blanco y negro de pésima calidad, como si hubiera sido tomada con la cámara de un teléfono móvil. Pero no había duda de que una de las personas que aparecían en la foto era Tom. El chico de oro del mundo de las compañías navieras. Y la mujer con los brazos alrededor de su cuello, desde luego no era Ria Kyriapolous. La chica de la foto no sería identificable para nadie salvo para aquéllos que la conocieran bien, y era claramente demasiado gordita para ser la famosa modelo. Un titular de escándalo.

¡EL NOVIO! ¡LA NOCHE DEL ANUNCIO DE SU COMPROMISO…!

Chicas... *-*  espero les guste el capi.. y ya cuando suba el otro capitulo...verán que paso con Tom y Tn...
Las Quiero
Bye =)

2 comentarios:

  1. Ay pero quien mando esa fotoo??

    Xqq? Estoy intrigadaa siguelaa esta muy interesante la fic :D
    bye cuidate

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  2. ay no!! quien mando esa foto?? fue Eleni?? Ria?? nooo que tension!! continuala pronto!
    bye

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