El hotel Ritz, París, cuatro años después
Tom Kaulitz estaba
aburrido. Era como si una nube negra hubiese surgido de su propio interior
cubriéndolo todo. No parecía darse cuenta de la opulencia que lo rodeaba. Era
uno de los hombres más ricos del mundo y estaba hospedado en uno de los hoteles
más lujosos. No prestaba atención a lo que se decía sobre él, y los halagos y
las exageraciones le dejaban indiferente. De hecho, estaba acostumbrado a ellos
desde hacía años, pero nunca les hizo demasiado caso, ya que nunca necesitó de
la aprobación de los demás.
¡Es tan apuesto… tan
joven! El magnate naviero más exitoso desde Onassis… Es aún más rico… El
soltero más deseado…
Los constantes murmullos
que le seguían a todas partes sólo aumentaban su tedio. Había alcanzado la
cumbre del éxito; un lugar deseado por muchos, pero reservado sólo a unos
pocos. Y lo había logrado con esfuerzo y trabajo, lo que aún era más
satisfactorio. ¿Pero eso era todo? ¿Cómo podía sentirse así cuando tenía todo
por lo que había luchado, cuando una palabra o una orden suya podían influir en
el rumbo de la economía mundial? Y si eso no era lo que quería, entonces, ¿qué
diablos era? De pronto le llegaron los ecos de un recuerdo lejano, de un viejo
sueño desvanecido.
Entonces sintió cómo
alguien le tocaba el brazo. No se trataba precisamente de un contacto suave,
sino posesivo; de un contacto que le sacó de sus pensamientos para devolverle a
la sala, a la mujer que tenía a su lado. Estaba considerada como una de las
mujeres más atractivas del mundo y era la última en una larga lista de mujeres
del mismo estilo que habían pasado por su brazo y por su cama.
—Cariño.
Estaba irritado, pero
desgraciadamente las normas de la buena educación le impedían ignorarla. Se
volvió hacia ella y le dirigió una sonrisa forzada al tiempo que se fijaba en
el rubio platino de su pelo, que de repente le pareció demasiado chillón, en la
cara excesivamente maquillada, en los destellos de avaricia que desprendían sus
ojos. Al darse cuenta de que ya no la encontraba atractiva, en ese mismo
momento tomó una decisión.
Isabelle Zolanz aún no
lo sabía, pero estaba a punto de salir de su vida. Sintió cierto alivio por
primera vez en varias semanas. La emoción de saber que sería libre de nuevo le
ayudó a paliar aquel terrible aburrimiento. No deseaba pasar ni un minuto más con
ella. De hecho, en ese mismo instante decidió llevarla a su casa para romper
con ella.
Justo cuando estaba a
punto de hablar, algo le llamó la atención. La sala estaba abarrotada, y en el
pasillo, al otro lado de la misma, se encontraba una mujer. Era obvio que
acababa de llegar. Estaba de puntillas, con el cuello estirado en busca de
alguien. Durante un instante, cesó todo ruido en la sala. Él no podía apartar
sus ojos de aquella mujer; se le puso la piel de gallina. El bullicio volvió
enseguida.
Ella era
extraordinariamente cautivadora, pero lo era de un modo que no podía explicar.
Desde luego, no se trataba de una supermodelo, pero tenía algo que despertaba
su interés. Era sólo de estatura mediana, pero bien proporcionada. Tenía una
buena figura, quizás demasiado voluptuosa para su gusto, pero sentía hacia ella
una atracción primitiva. El sencillo vestido negro con escote en uve atrajo su
mirada a la cintura y a las curvas de sus pechos. Sobre el escote, una piedra
preciosa pendiente de un colgante desprendía destellos al roce de la luz.
Tom se vio sorprendido
por un irresistible deseo de dirigirse hacia ella, tomarla de la mano y
conducirla fuera de allí para comprobar si aquella piel era tan suave y sedosa
como prometía. El impulso era tan intenso, que notó cómo los pies se le movían
en dirección a esa mujer. Quería tocar el lugar donde descansaba la joya. Y
tuvo que admitir, contra su voluntad, pues no se consideraba una persona
posesiva, que quería apartarla de los otros hombres que también se habían dado
cuenta de su llegada. Ella era como un soplo de aire fresco en una habitación
cerrada.
Su piel era muy blanca.
El rostro, de facciones marcadas, tenía unos pómulos bien definidos y unos ojos
almendrados ligeramente separados. Quería acercase para verlos de cerca y
averiguar su color. El pelo, con mechas de color miel, caía suavemente ondulado
sobre sus hombros, y el flequillo, peinado hacia un lado, unas veces escondía y
otras dejaba al descubierto los enigmáticos destellos de sus ojos.
El la siguió con la
mirada mientras ella caminaba con un ligero y femenino contoneo de caderas. La
curva interior de su espalda y aquellos bien torneados glúteos provocaron en
Tom una súbita excitación que sus pantalones apenas podían disimular.
Estaba aún absorto en la
contemplación de esa mujer cuando, al notar que alguien le tiraba del brazo,
casi se sacudió de encima la mano responsable. Y sólo entonces recordó dónde
estaba y con quién. Se sintió aturdido. Durante unos segundos en los que se
había olvidado de todo, se había quedado como en trance. Había algo en aquella
mujer, algo que era incapaz de precisar. De alguna manera le resultaba
familiar, como si la conociera o la hubiera visto antes en otro lugar…
Haciendo un gran
esfuerzo, apartó de ella su mirada y se fijó de nuevo en Isabelle. En su rostro
se dibujó una suave sonrisa mientras recordaba cómo hacía sólo unos instantes
había querido marcharse. Después de aquello, ahora la belleza de Isabelle era
incluso más discordante.
—Perdóname —murmuró él—.
Mañana tengo una reunión importante a primera hora. ¿Te importaría que nos
fuéramos?
—En absoluto, cariño.
Voy al guardarropa a recoger el abrigo —ella sonrió y apretó su brazo, creyendo
desacertadamente que él deseaba quedarse a solas.
Tom no sintió ningún
remordimiento por lo que estaba a punto de hacer. Una mujer como Isabelle
Zolanz estaba acostumbrada a hombres como él. Él, por su parte, disfrutaba de
la emoción de la conquista, pero últimamente, para ser francos, perdía el
interés enseguida.
De forma inconsciente buscó
a la otra mujer, pero ya había desaparecido. Hizo una ligera mueca. Después de
todo, probablemente era lo mejor. Por muy hermosa que fuera una mujer, y
aquélla tampoco era tan bella, sabía demasiado bien que construir castillos en
el aire siempre terminaba en decepción. Eran todas iguales. En los ambientes en
que se movía, no encontraba otro tipo de mujer. Sexo y dinero, eso era todo.
Claro que él se manejaba en ese entorno a la perfección, tanto en la cama como
fuera de ella.
Sin embargo, le surgió
una duda: ¿estaba listo para ser libre de nuevo? Tener una amante le
proporcionaba cierta protección, un respiro de los cansinos intentos de otras
mujeres para llamar su atención. Entonces frunció el ceño. En realidad
necesitaba a una mujer a su lado… pero también necesitaba algo más.
Chicas... yo creo que se habrán percatado quien será esa mujer desconocida :3 .... bueno en el próximo capi lo sabrán... espero que les guste .. ya que como se dieron cuenta 4 años han pasado y ni Tom ni TN se han visto.. porque Tom odia ahora a TN u.u lamentablemente...
PD: Chicas estoy haciendo otra ficc.. así que en uno de estos días tratare de subir el capi.. ya que esta listo el blogg.. y tiene su prólogo ^^ por si quieren pasar a verla es esta:
http://miverdaderoamortu.blogspot.com/2013/07/prologo.html
Espero les haya gustado el capi
Las Quiero
Bye =)
Obvio es (tn)!! Awww ya quiero leer ese encuentroo!! ..
ResponderEliminarSiguelaa obvio ahorita me paso a lo otra fic *.*
Hola!! Esta genial la historia ... Siguela xD
ResponderEliminarHola soy tu nueva lectora!
ResponderEliminarWow esta magnfica, me encanta ya quiero que se encuentren, espero la sigas pronto (; saludos y que andes bien!