Dos días después, (Tu
nombre) observó la luz parpadeante del interfono que indicaba el aviso de su
secretaria personal.
—(Tu nombre), Tom
Kaulitz está en la línea uno.
Le dio un brinco el
corazón. De algún modo, había tratado de convencerse durante las cuarenta y
ocho horas anteriores de que en realidad no lo había visto; de que había sido
una especie de mal sueño. Intentó decir algo, pero fue incapaz. Haciendo un
gran esfuerzo, consiguió liberarse de la inercia que la paralizaba y recuperar
el control de su cuerpo.
—Gracias, Cécile. Pásamelo
ahora —descolgó el teléfono, presionó el botón correspondiente y respiró hondo—.
¿Hola?
—(Tu nombre) —su voz
sonó firme y enérgica.
—Tom —se maravilló de lo
tranquila que parecía estar: la procesión iba por dentro. La traicionera llama
del deseo que se había encendido al momento de encontrarse con él aún no se
había apagado, y eso la asustaba. ¿Qué es lo que quería? (Tu nombre) giró sobre
su silla sin prestar atención a la vista de París que se podía contemplar desde
su ventana, en un tercer piso.
—¿Qué puedo hacer por
ti, Tom? Estoy segura de que ésta no es una llamada social.
No era normal que el más
poderoso magnate naviero del mundo llamara a su pequeña firma anglo-francesa de
relaciones públicas.
El ligero acento de su
voz acarició el oído de (Tu nombre).
—Fue toda una sorpresa
verte la otra noche. ¿Cuánto tiempo ha pasado, cinco años?
—cuatro —su respuesta
fue demasiado rápida y precipitada. Agarró el teléfono con más fuerza,
confiando que él no lo hubiera notado. Lo que dijo a continuación pareció
tranquilizarla.
—Sentí mucho lo de tus
padres.
Ella estaba cada vez más
perpleja. El padre de (Tu nombre) lo había expulsado de su casa, la madre lo
había abofeteado y él le había dicho que no quería volver a verla nunca más.
Como si le hubiera leído el pensamiento, Tom añadió:
—A pesar de lo sucedido
en el pasado, (Tu nombre), sentí mucho sus muertes.
El impacto que le
produjo a (Tu nombre) oír su voz estaba remitiendo.
—Bueno… gracias. ¿Qué…
qué puedo hacer por ti, Tom? —repitió ella.
Durante un largo
momento, se quedó callado. Ella estaba a punto de volver a repetir la pregunta
cuando él, con una tranquilidad impresionante, respondió:
—Quiero que cenes
conmigo esta noche.
(Tu nombre) apartó un
segundo el teléfono del oído y lo miró, asombrada. Estaba segura de que Tom
quería algo. No era lógico que alguien como él quisiera cenar con ella. Era una
persona que viajaba por todo el mundo en su jet privado, firmando
contratos de miles de millones de dólares, que se reunía con jefes de estado y
salía con lo que parecía una lista interminable de modelos y actrices, como
Isabelle Zolanz. Estaba claro que alguien así no saldría a cenar con nadie a
quien despreciara, especialmente si ese alguien había arruinado su oportunidad
para tener un matrimonio feliz, e incluso, según contaban algunos, la
posibilidad de una importante fusión empresarial con la compañía naviera de la
familia de la novia, aunque ese detalle no podía confirmarlo. Cuando sucedió
todo, (Tu nombre) había intentado mantenerse alejada de lo que la prensa decía
sobre el escándalo, y en Inglaterra, al menos, el tema no había estado tan
presente en las noticias.
—No sé por qué, pero en
realidad creo que no quieres, Tom.
—En absoluto, (Tu
nombre), sí que quiero. Me gustaría charlar contigo, ponernos al día después de
todo este tiempo —repuso él, con extremada facilidad, como si hubiera
anticipado la respuesta de (Tu nombre).
Ella se sintió algo
mareada. Aquello tenía que ser una broma de mal gusto. Estaba jugando con ella.
—Tom, no quiero salir a
cenar. En su momento dijiste que no querías volverme a ver.
—Bueno, he cambiado de
parecer.
—¿Por qué? —le preguntó
en un tono casi suplicante.
—Digamos que me debes al
menos esto, ¿no crees?
(Tu nombre) cerró los
ojos. ¿Qué podía decir? Desesperada, pensó en cualquier excusa, pero como si él
estuviera leyéndole el pensamiento, su envolvente voz se dejó oír al otro lado
del hilo telefónico:
—Tuve una agradable
conversación con tu ayudante. Fue de gran ayuda al informarme lo despejada que
tenías la agenda esta noche.
(Tu nombre) maldijo en
silencio a Cécile. Ya no podía contener esa parte de sí misma que se moría de
curiosidad, que quería aceptar la invitación. No tenía ningún pretexto para
rehusarla, y seguir luchando era invitarle a continuar una conversación que
podría llevarlos donde ella no quería ir.
—Parece que no tengo
elección —dijo con desgana—. Termino de trabajar hacia las seis de la tarde.
¿Cuándo te vendría bien?
—He reservado una mesa a
las ocho en el Hotel Crillon, en la Plaza de la Concordia. ¿Te recojo… o envío
a mi chófer?
(Tu nombre) pensó en su pequeño
piso en el barrio de Marais y se apresuró a responder:
—No, no hay necesidad.
Nos encontramos allí.
—Como quieras. A las
ocho, entonces. Te esperaré en el bar.
Tom colgó el teléfono.
Vestido con unos pantalones y una camisa italianos hechos a medida, se acercó a
la ventana de su despacho y metió las manos dentro de los bolsillos. Aquello
tensó la tela de los pantalones, marcando sus glúteos. Otro tanto hacía la
camisa con sus anchas espaldas. Su impresionante y masculina silueta se
recortaba contra la ventana. Pensó en la otra noche, aún vivas las secuelas del
encuentro con (Tu nombre). Recordaba la impresión que le produjo descubrir cómo
había cambiado, y también el deseo que recorrió todo su cuerpo al verla; un
deseo renovado con sólo escuchar su voz al teléfono.
Había sido más difícil
de lo que pensaba librarse de Isabelle. Probablemente ella había fantaseado con
la posibilidad del matrimonio. Le llevó dos noches, más joyas y una cena en el
mejor restaurante de la ciudad. Todo el mundo, tarde o temprano, lo había
traicionado. Incluso su propia familia. Pero nunca se lo hubiera imaginado de (Tu
nombre). Ella lo había arrojado de su casa, le había arruinado la boda y dejado
su nombre a la altura del betún. Al usar su dirección de correo electrónico
para enviar la foto y la historia, no había duda de que Kallie quería mofarse
de él. E incluso tuvo la desfachatez de revelar al periódico detalles tan
íntimos, que sólo ella podía conocer, pues era la única persona a quien se los
había confiado. Una severa mueca se dibujó en su rostro. Los buitres que ya
habían olido una posible debilidad a la muerte de su padre habían estado
rondando durante mucho tiempo, y casi lo consiguieron. Tenía que reconocer que,
cuando él le contó aquellas cosas, dos años antes del episodio que supuso el
escándalo, su padre aún no había muerto y ella sólo tenía dieciocho años. En
aquel entonces, él todavía no había visto sus sueños destrozados por la dura
realidad ni por haber sido tan abierto y confiado. El hecho de que ella hubiera
guardado las conversaciones que mantuvieron como amigos para usarlas de esa
forma le revolvió el estómago. Aquel periodo supuso un punto de inflexión en su
vida; y no volvió a permitir que nadie se le acercara tanto. Desde entonces,
funcionaba por su cuenta y no necesitaba a nadie.
Dio un puñetazo en la
pared. ¿Cómo podía ella haber cambiado tanto de esa manera en tan sólo dos
años? Cerró los ojos y se hizo las mismas preguntas una y otra vez. La cuestión
era clara: había sido traicionado. No había significado otra cosa para los
demás que un medio de ganar dinero. Cuando aquel día volvió las espaldas a (Tu
nombre), también lo hizo a muchas otras cosas.
«¡Basta!», se dijo. (Tu
nombre) Demarchis estaba a punto de averiguar lo que significaba cruzarse en el
camino de Tom Kaulitz. Había llegado el momento de que sufriera en sus carnes
lo que él había padecido.
Chicas... ahora sabrán lo que querrá Tom u.u .. espero les guste el capi....y si no puedo hoy subir capi en mi otra ficc subiré el lunes ...
Las Quiero
Bye =D
wow !!! justo termine de leer la fic WOW !!! que historia !!! ni se que decir *-* espero con ancias los demas caps <3
ResponderEliminaroh oh no Tom no le hagas eso a TN!!! estare esperando capi en tus dos fic para cuando puedas :)
ResponderEliminarcuidate hasta luego
Tom quiere vengarzee!! >.<
ResponderEliminarmuero por leer esa cena.
Siguelaaa yo queria leer en tu otra fic.. Pero ni modos hasta el lunes.. Cuidate bye xD