Así de sencillo. Aquel
encuentro fortuito con Tom había bastado para poner la vida de (Tu nombre patas
arriba. Y todo porque necesitaba una mujer para casarse. Alguien que no
albergase ninguna expectativa de felicidad dentro de un estilo de vida tan
rápido, que no dejaba espacio para un auténtico matrimonio.
(Tu nombre) pasó las
tres semanas siguientes abstraída de todo. Allí donde Tom había estado
felizmente ausente, ahora aparecía en todas partes: en su oficina, en la puerta
de su apartamento, al teléfono, dando instrucciones… Los paparazzi los
habían descubierto aquella noche saliendo del Hotel de Crillon después de la
cena. (Tu nombre) tenía tal conmoción que apenas notó los flashes de las
cámaras. Sólo al día siguiente, cuando abrió los periódicos, vio las
fotografías y los titulares que aireaban un posible romance, lo que enseguida
fue confirmado por la gente encargada de las relaciones públicas de Kaulitz.
Antes de que pudiera darse cuenta, ya se encontraba en el centro de una tupida
tela de araña.
Sin embargo, ella fijó
los límites cuando, un día próximo a la boda, él le envió una tarjeta de
crédito con instrucciones para que se equipara con todo lo necesario para el
evento. Al recibirla, enojada, lo llamó por teléfono.
—No me harás desfilar
como si fuera una de tus muñequitas. Y tampoco iré a comprar ropa a tu gusto y
con tu dinero. Podrás haberme chantajeado hasta el punto de obligarme a casarme
contigo, pero no seré tu esclava, Tom. Llevo mucho tiempo vistiéndome yo sola y
nadie se ha quejado hasta la fecha, y pienso seguir así.
—Bueno, créeme, vas a
necesitar algo de sofisticación para ser mi mujer. Tu imagen es demasiado
informal y natural.
(Tu nombre) protestó.
—¿No eras tú el que
insinuó que me había operado? ¡A ver si te aclaras!
—Eso fue antes de que te
pudiera ver con atención —dijo, despreocupado—. Ahora estoy casi convencido de
que no has pasado por el quirófano y, créeme, estoy deseando comprobarlo por mí
mismo.
En aquella ocasión (Tu
nombre) le colgó el teléfono, hizo pedazos la tarjeta de crédito y se la envío
de vuelta con un mensajero. Algo que Tom recibió con una sonrisa irónica, ya
que era la primera vez que una mujer rechazaba su dinero. Se preguntó a qué
estaría jugando ella, pero no pudo negar que cada vez estaba más intrigado por
aquella mujer. Todo aquel asunto del matrimonio de conveniencia estaba
resultando mucho más entretenido de lo que él había pensado.
Un día antes de
celebrarse la boda civil en un despacho del ayuntamiento en la Place du
Panteón, (Tu nombre) se reunió con su tío para almorzar cerca de la oficina
que éste tenía en los Champs Ely sees. El Arc de Triomphe sólo
era una forma en la distancia mientras ella se armaba de valor y entraba al
restaurante.
Al acercarse (Tu nombre),
Alexei se levantó y se dieron afectuosamente un beso en cada mejilla. No se
habían visto desde aquella noche en el Ritz. Habían hablado por teléfono cuando
ella comunicó las noticias de su unión con Tom, y ahora ya no podía seguir
posponiendo lo inevitable. Por fin, después de que ella estuviese dando rodeos,
él la tomó de la mano.
—(Tu nombre), cariño, tú
sabes lo importante que eres para mí. Eres como otra hija.
—Lo sé —aseveró ella,
emocionada, intentando que no le fallara la voz y anhelando poder volver a
confiar en alguien.
—¿Me estás diciendo la
verdad sobre Tom? No me resulta fácil creer que después de toparte con él
aquella noche hayas tenido este vertiginoso romance. Lo conozco, (Tu nombre).
No es la clase de persona que hace algo así. Especialmente si tenemos en cuenta
los antecedentes entre vosotros. Recuerdo lo enfadado que estaba contigo.
Aquella historia en la prensa…
(Tu nombre) lo
interrumpió antes de que pudiera seguir ahondando en el pasado. Bastante
difícil era ya el presente.
—Alexei, por favor,
créeme cuando te digo que no tienes de qué preocuparte —ella cruzó los dedos bajo
la mesa en un acto reflejo supersticioso—. Es cierto. Nos encontramos aquella
noche y… no sé —se encogió de hombros y esbozó una sonrisa poco expresiva—. Ha
cambiado. cuatro años es mucho tiempo. No me guarda ningún rencor por el
pasado. Confía en mí, Alexei, no quiero que le des más vueltas, de verdad.
Deseo casarme con Tom.
Ella suplicó que su tío,
un romántico empedernido, no la empujara a decir nada sobre el amor. Durante
unos instantes, no pareció estar convencido, pero luego algo debió de pasar por
su cabeza que le hizo cambiar la expresión de la cara y sonreír.
—Claro que te creo, (Tu
nombre) —apretó la mano de su sobrina—. Sé que este tipo de cosas pasan. ¿Acaso
no me enamoré de tu tía Petra en sólo una semana?
(Tu nombre) esbozó una
débil sonrisa.
Algo en ella la obligó a
comprobar un importante detalle.
—Alexei, esa noche en el
Ritz, mencionaste que habías tenido que acudir a Tom. ¿Hay algo que quieras
contarme?
Él palideció, y (Tu
nombre) desfalleció. Había albergado una mínima e irracional esperanza, pero
ahora estaba confirmado. Él, herido en su orgullo de macho griego, levantó
ligeramente la voz, evidenciando por qué no había dicho nada acerca del
préstamo.
—Cielo, no seas tonta,
sólo estamos haciendo negocios, eso es todo.
Observando las reacciones
de su tío, (Tu nombre) pudo comprobar que todo lo que había dicho Tom era
cierto. Las cosas estaban incluso peor de lo que ella se había imaginado. No
sabía cómo Alexei se las había arreglado durante tanto tiempo sin un préstamo.
Sus esfuerzos por conseguir financiación de otras fuentes habían sido
reflejados por la prensa económica. (Tu nombre) se sintió culpable. De haber
tenido un mínimo de interés, se habría enterado de las dificultades por las que
estaba atravesando la Naviera Demarchis. Hacía tiempo que sus propias acciones
habían sido dilapidadas.
Tenía que conformarse
pensando que, al menos de este modo, ella acaparaba el deseo de venganza de Tom,
y éste había dejado en paz a su familia. Nadie se enteraría nunca, y la firma
familiar estaría a salvo. Sin embargo, no era un gran consuelo.
Se despidió de su tío,
quien todavía parecía algo alterado. Nunca en su vida se había sentido tan sola
y vulnerable. Según caminaba por uno de los más célebres bulevares del mundo,
se sintió como si todas las puertas se le cerrasen y acabara de desvanecerse la
última oportunidad de evitar su destino.
Cuando regresó a su
oficina, Tom estaba esperándola. Estaba tensa, abiertamente incómoda ante lo
que le aguardaba al día siguiente. Confortablemente sentado en la butaca de (Tu
nombre), como si se tratase de su propia casa, se dio cuenta al observarla
entrar. Él la examinó con suma atención. Se fijó en la falda negra y en el
suéter color crema de cuello alto.
—¿Puedo ayudarte en
algo?
Él se incorporó del
asiento y se acercó a ella. Estaba irresistiblemente atractivo. Llevaba un
traje y una camisa negros. (Tu nombre) se apartó un poco. La temperatura del
despacho parecía haberse disparado en cuestión de segundos. Tom hizo un gesto
con la cabeza, señalando la ventana, y miró hacia fuera. (Tu nombre) se acercó,
dubitativa, manteniendo una distancia prudencial.
Fuera, abarrotando la
acera, había una multitud de fotógrafos. El circo que rodeaba a Tom Kaulitz.
Ella no los había visto porque había utilizado la otra entrada del edificio. Él
se acercó y se puso a su lado. Un incómodo hormigueo le recorrió la piel a (Tu
nombre). Hasta ese momento él no había pronunciado palabra. El silencio parecía
no tener fin, pero finalmente dijo con suavidad:
—¿Ves eso? Mañana van a
estar todos esperando afuera del ayuntamiento, impacientes por verte llegar,
entrar y más tarde salir de mi brazo. Y van a sacar todas las fotos que
quieran. Si estás pensando en darme alguna pequeña sorpresa, tal como no
aparecer, entonces te encontraré, (Tu nombre), y te llevaré tan lejos de aquí
como pueda, y nos casaremos donde no tengas escapatoria.
Ella se volvió hacia él,
temerosa del tono que había empleado. Era un completo extraño. Su voz no
ocultaba su amargura.
—Ya te he dicho que me
casaría contigo. Haría cualquier cosa por salvar a mi familia de la ruina.
Incluso si eso significa casarme contigo y pasar un tiempo en el purgatorio.
Él volvió su rostro
hacia ella. Tenía una expresión arrogante, pero también una sensualidad que,
incluso en aquella situación, despertaba en ella algo básico y carnal. Lo
odiaba. Se lo decía a sí misma una y otra vez, como si estuviera tratando de
convencerse.
Tom le acarició la
barbilla con un dedo, y ella apretó la mandíbula.
—Qué lenguaje tan
dramático, (Tu nombre). Sólo te estoy advirtiendo de lo que pasará si decides
abandonar a tu familia a su suerte. Eso es todo.
(Tu nombre) no daba
crédito de lo que oía. Ella jamás haría algo que pudiera perjudicar a su
familia. Parecía como si todo, como si todas las conversaciones que tuvieron en
el pasado se hubiesen convertido en nada. Él había decidido juzgarla a partir
de lo que él creía que ella había hecho hacía cuatro años.
—Estaré allí mañana, Tom,
y, créeme que vas a lamentar haberte casado conmigo.
—No sé por qué me parece
que te equivocas, pero admiro tu bravata. Otra cosa. He preguntado a miembros
de nuestras familias, sólo como un modo de… guardarme las espaldas.
(Tu nombre) creyó
atragantarse, y sólo deseaba abofetearlo, borrarle esa sonrisa engreída de la
cara. Pero entonces él deslizó una mano por detrás de su cabeza y la empujó
suavemente hacia él. El pánico se apoderó de ella, y de forma instintiva
interpuso sus manos para defenderse.
—¿Qué crees que estás
haciendo? —un estremecimiento recorrió su cuerpo.
—Sólo la única cosa que
debo confirmar por mí mismo antes de hacerte mi esposa: comprobar los niveles
de compatibilidad.
—Niveles de…
Y antes de que ella
pudiera pronunciar otra palabra, se encontró con la boca de Tom en la suya. Le
inundó una cálida sensación de borrachera y de excitación, haciendo inútil
cualquier palabra. Las manos de (Tu nombre) encontraron apoyo en aquellos
formidables pectorales. El calor corporal de Tom se extendió por todo su
cuerpo, elevando al máximo su temperatura. Quería fundirse con él, contra su
miembro erecto. Los labios de él rozaban los suyos una y otra vez.
Abrió su boca de forma
puramente instintiva y espontánea, y al primer roce de las dos lenguas sintió
estallar una explosión de calor en sus entrañas.
Él la abrazó con más
fuerza hasta levantarla en vilo, cuerpo contra cuerpo. Ella sólo deseaba
entregarse, apoyarse en él, saborear su fuerza. Sus ojos estaban abiertos como
platos; los de él, cerrados, ocultos.
¿Qué diablos le pasaba?
¿En qué estaba pensando?
CHICAS...aquí otro capi... espero les guste.... y si puedo mañana tratare de subir.. o sino será hasta el lunes... =) y en mi otra ficc no he subido ya que todavía no tengo el capi porque he tenido mucho trabajo y no he podido hacer el capi completo =/ pero este fin de semana lo hare....
Las Quiero
Bye =)
Tamara porfa subee mañanaaa!!
ResponderEliminarYa esperaba este besoo..
Me encantaa siguelaa porfaa..
Ya quiero q se casen y leer esa noche de bodas 1313 haahahaha
bye cuidate