Poco a poco regresó a la
realidad, dejando que ésta fuese enfriando la llama del deseo que había
amenazado con desatar un incendio incontrolable. Sin embargo, la boca de él
todavía recorría la suya, y la parte más débil de (Tu nombre) aún le decía que
se entregara.
Haciendo un gran esfuerzo,
cerró las manos y empujó el pecho de Tom, pero era como un muro de acero,
inamovible. Ella apartó su boca de la de él y se sorprendió de lo jadeante que
era su propia respiración. En el forcejeo, se dio cuenta de que los pechos le
dolían y de que tenía tan duros los pezones, que el roce del sujetador los
irritaba. Él intentó continuar su avance, pero (Tu nombre) le plantó cara de
veras, dándole golpes en el pecho. Su respiración era cada vez más entrecortada
y seguía sin poder articular palabra.
Por fin, él aflojó la
presión, y ella lo aprovechó para zafarse de su abrazo. Tambaleándose,
retrocedió contra el escritorio que se encontraba a su espalda; sabía con
certeza que, de no haber estado allí, se habría caído al suelo. Todo su cuerpo
latía con fuerza, y sintió un irrefrenable deseo de volver a arrojarse a sus
brazos y suplicarle que la besara de nuevo. Intentó calmarse, y se maravilló de
que besarlo de forma tan casta a los veinte no la hubiera preparado para lo que
estaba sucediendo.
Incapaz de mirarlo a la
cara, vio cómo se aproximaba. Al llegar a su lado, él la tomó de la barbilla y
le obligó a levantar la cabeza, pero ella cerró los ojos.
—(Tu nombre), cerrar los
ojos no va a hacer que la verdad desaparezca.
Haciendo caso omiso de
su instinto, los abrió, preparada para ver una expresión de triunfo en el
rostro de Tom. Sin embargo, no fue así. En realidad, él tenía una mirada oscura
y enigmática que (Tu nombre) fue incapaz de interpretar. ¿Acaso era ella la
responsable de aquella expresión sombría?
Ella tenía que intentar
recuperar un mínimo de dignidad, y en algún lugar de su interior encontró
fuerzas para hablar.
—La verdad… —ni siquiera
tenía la energía suficiente para enunciarlo en forma de pregunta.
—La verdad es que sobra
química entre nosotros como para montar un laboratorio —dijo él, posando su
mirada en la boca de (Tu nombre), quien respondió con un estremecimiento—. Y
que mañana nos vamos a casar, y que repetiremos esto. Tendremos mucho tiempo en
la luna de miel.
(Tu nombre) abrió su
boca, pero fue incapaz de hablar por unos segundos.
«¡Luna de miel!».
—Eso es ridículo. Eso no
va a pasar de modo alguno —dijo ella con la respiración entrecortada—. No voy a
ir a ningún lugar contigo de luna de miel. Tengo que trabajar; sencillamente,
no puedo marcharme y…
Él le puso el dedo en la
boca.
—Claro que puedes. Es
parte del trato. No se te olvide preparar el equipaje.
Tom avanzó entre la
multitud de fotógrafos y periodistas que aguardaban fuera de la oficina de (Tu
nombre). A diferencia de lo que pasaba con otras celebridades, a Tom no se le
echaban encima. Había un cierto respeto que se traducía en el espacio que
dejaban entre ellos y el magnate naviero, como si supieran que un gesto, una
sola palabra suya, podía tener graves consecuencias. Ignoró el aluvión de
preguntas y se introdujo en el asiento de atrás de su coche, ocultándose tras
los cristales oscuros.
Dio unas lacónicas
instrucciones a su chófer para que lo llevara de vuelta a la oficina dando un
rodeo. Necesitaba pensar, poner sus ideas en orden, algo poco frecuente en él.
Pero la verdad era que su cuerpo aún vibraba fruto de un grado de excitación
que nunca antes había experimentado.
¿Qué demonios le había
sucedido en la oficina de (Tu nombre)?
Se pasó la mano por el
pelo y se quedó mirando a través de la ventanilla con la vista perdida. No
había tenido la intención de besarla, pero cuando ella entró, tan correcta y
formal, vestida con una elegante camisa y una falda ajustada que dejaba
adivinar unos muslos bien tonificados, había sido incapaz de resistirse a sus
encantos.
Todo lo que sabía era
que, en el momento en que había tomado a (Tu nombre) entre sus brazos, había
sentido algo distinto a lo que esperaba. Por supuesto, había sentido una
poderosa atracción física, pero había sentido algo más, algo diferente que
nunca había experimentado antes. Había sido como si por fin hubiera tenido
entre sus brazos lo que llevaba tiempo buscando.
Sorprendido por
semejantes pensamientos, intentó reprimirlos. Y por primera vez desde su
reencuentro con (Tu nombre), se cuestionó si estaba haciendo lo correcto. En
todo caso, ya era muy tarde para dar marcha atrás. Quedaban tan sólo
veinticuatro horas para que venciera el plazo estipulado en el testamento de
Dimitris, tiempo a todas luces insuficiente para encontrar a otra mujer.
Además, no se podía permitir que unas simples dudas diesen con todo al traste.
Para Tom, quien nunca
vacilaba una vez tomada una decisión, todo aquello era nuevo y, desde luego,
motivo de preocupación. Por un instante pensó en Isabelle como alternativa,
pero una mueca de desagrado se dibujó en su rostro. Había muchas mujeres que
estarían felices de ocupar el puesto de (Tu nombre), pero ya tenía todo atado y
bien atado, por no mencionar lo mucho que ella lo atraía. ¿Por qué no debería
aprovechar la ocasión de poseerla hasta saciarse?
Después de todo, ¿acaso
no iba a ser todo aquello una diversión para él, un entretenimiento, una
oportuna venganza al tiempo que un conveniente arreglo para satisfacer sus
necesidades, tanto dentro como fuera de la cama?
Sólo entonces le
sobrevino una duda de último momento y telefoneó a la oficina de (Tu nombre)
para comprobar si ella había recibido el acuerdo prenupcial. Nunca antes había
tenido un fallo de concentración como aquél. No quiso darle más vueltas a por
qué había estado actuando de manera tan extraña e impropia en él, y rápidamente
dio órdenes a su guardaespaldas para que regresara a recogerlo.
Sólo un par de minutos
después de que él se hubiera marchado, (Tu nombre) fue plenamente consciente de
que se había ido. Aún no se había movido. Se sentía como si hubiera sido
arrojada a otra dimensión. Sólo la había besado, se dijo, intentando
racionalizar lo ocurrido.
«Y espera que vaya con
él de luna de miel…».
Se sintió mareada,
aturdida. Tuvo que sentarse en la butaca. Sus ojos vidriosos se fijaron en una
nota que había encima de la mesa. Estaba escrita a mano, con un trazo brusco
que sólo podía pertenecer a una persona: a él.
«Por favor, firma el
acuerdo prenupcial y envíamelo».
(Tu nombre) leyó esa nota
una y otra vez, hasta que por fin volvió en sí. Oyó repicar las campanas de una
iglesia a lo lejos. Su suerte estaba echada. Él ni siquiera había tenido la
delicadeza de decírselo en persona. Había pasado de transmitirle lacónicas
órdenes a escribir escuetas notas. Había entrado en su oficina como Pedro por
su casa y había comprobado el material como si se tratase de un mercader de
esclavos a punto de hacer una nueva adquisición. ¿Quién se creía que era?
En aquel momento,
sacándola de su ensimismamiento, su asistente asomó la cabeza por la puerta, y (Tu
nombre) le hizo un gesto para que entrara. Llevaba un sobre en la mano.
—Lo siento, esto vino
antes, pero me distraje cuando Tom… —ella se sonrojó, y (Tu nombre) frunció el
ceño—. Lo siento. Cuando llegó el señor Kaulitz.
La asistente se apresuró
a retirarse, y (Tu nombre) hizo un gesto de preocupación. Otra mujer lista para
caer a los pies de Tom. ¿No había nadie inmune a los encantos de aquel hombre?
Al abrir el sobre, cayeron un montón de papeles. Allí estaba el acuerdo.
El acuerdo especificaba
las condiciones del matrimonio. Básicamente, en caso de divorcio, ella no tenía
derecho a nada, lo que no le sorprendió en absoluto. En cambio, lo que sí le
llamó la atención fueron los generosos términos del préstamo para su tío.
Parecía que él le reservaba a ella todo el castigo. Por parte de (Tu nombre)
esto no representaba ningún problema, puesto que ésta no tenía el menor interés
en el dinero de Tom.
Tras leerlo, estampó su
firma enseguida e introdujo de nuevo los papeles en el sobre. Cuando estaba a
punto de pedir a Cécile que volviera a entrar, apareció alguien en el pasillo.
Al principio pensó que era él, pero luego se dio cuenta de que se trataba de su
guardaespaldas.
—¿El señor Kaulitz le
envía por esto? —le preguntó al tiempo que le ofrecía el sobre.
Él lo tomó y se fue.
El panorama era
desolador. A partir de entonces, mientras él quisiera, ella sería propiedad de Tom.
En la riqueza y en la pobreza.
CHICAS...espero que les guste el capi.. y bueno lamentablemente no he podido continuar mi otra ficc.. porque entre a estudiar... y todavía no he hecho los otros capis.. pero esta semana tratare de seguir los capis y cuando pueda se los subo....además que tengo casi echa la segunda parte del One Shot de mejores amigos.. asi que Jenni creo que el fin de semana la subiré...
Las Quiero
Bye =D
Ay Dios ya se casan!! En el otro capitulo leeremos eso la bodaa??
ResponderEliminarEspero q sii..
Tamitha esperare ansiosa el fin de semanaa :D
Bye cuidate