lunes, 5 de agosto de 2013

**Capitulo 11**


(Tu nombre), lo miró, anonadada. Estaba en completo estado de shock.

—¿Cómo?

—Sí, (Tu nombre), ha llegado el momento de que pagues por lo que hiciste hace cuatro años. ¿Creías que nunca te pasaría factura? Reconozco que no lo tenía planeado; me hacía feliz pensar que nunca nos volveríamos a ver, pero al encontrarnos la otra noche… —una mueca se dibujó en su rostro; buscaba las palabras adecuadas—, eso y una desafortunada serie de circunstancias a las que debo hacer frente… en fin, todo esto ha sido puramente fortuito.

Una pesadilla. Estaba viviendo una pesadilla, no podía ser otra cosa. La mente de (Tu nombre) se desprendió de todo. Miraba a su alrededor, aturdida, y no podía ver más que parejas cenando. Parecían de verdad. De repente volvió a la realidad: alguien la llamaba por su nombre.

—Toma, bébete esto.

Desde el otro lado de la mesa, Tom le ofrecía una copa llena de un líquido de color ámbar oscuro que había pedido tras la cena. Ella negó violentamente con la cabeza y le apartó la mano.

Él la miró. Su voz sonaba insoportablemente dura.

—¿Se puede saber qué es lo que te pasa?

Ella sacudió la cabeza, ignorando su pregunta.

—¿Por qué demonios quieres casarte conmigo, Tom? No lo entiendo.

Él dejó su copa en la mesa y sonrió de forma algo siniestra.

—No te preocupes, (Tu nombre), no es que quiera casarme contigo. Cuando mi tío Dimitri murió, me dejó su parte de la Naviera Kaulitz. Es la única que todavía escapaba a mi control.

Ella lo miró, aún conmocionada.

—Era algo de esperar. Nunca ocultó que deseaba que yo la heredase.

Ella asintió vagamente, incapaz de articular palabra.

—Pero su testamento albergaba una sorpresa. Dimitri tenía bastante sentido del humor, y él sabía lo que yo pensaba acerca del matrimonio —imperturbable, respondió a la mirada que (Tu nombre) le había dirigido sin ni siquiera darse cuenta—. Nunca lo haría por propia voluntad. No ha nacido la mujer con la que quiera casarme.

Una punzada de dolor atravesó el corazón de (Tu nombre). Pero Tom era ajeno a los estragos que estaba causando en su interior. ¿Acaso ella le había hecho algo parecido?

Él interrumpió sus pensamientos.

—En el testamento estipuló como condición que debo casarme antes de los seis meses siguientes a su muerte si no quiero perder su parte de la compañía —una mueca acompañó a sus palabras—. Es como si mi tío supiera que ésta era la única forma de hacerme ceder ante su ridícula visión romántica de la vida.

(Tu nombre) hizo un esfuerzo por centrarse en el discurso de Tom para evitar así caer en un torbellino de emociones.

—Pero ¿es que su parte de la compañía era tan grande?

—No, pero se trata de una parte clave. Como sabes, cuando mi padre murió me hice con el control del negocio.

(Tu nombre) sintió una inesperada compasión al recordar el caos de aquella época. Pero Tom no apreciaría su preocupación o interés, y menos aún su compasión. ¿Y cómo era capaz siquiera de sentirse comprensiva?

—El testamento de Dimitris especifica que, de no casarme en el plazo de seis meses, sus acciones serán para la Naviera Stakis.

(Tu nombre) se quedó boquiabierta. Las dos compañías, la Stakis y la Kaulitz, eran enemigas irreconciliables. Hasta ella sabía eso. Tratos bajo cuerda, rumores de vínculos con el narcotráfico y la prostitución ilegal… Stakis era la oveja negra del mundo de las compañías navieras y el único emporio empresarial capaz de hacerse con la Naviera Kaulitz. Si lo que decía Tom era cierto, y si él no se casaba, Stakis adquiriría aún más poder.

Tom no podía evitar sentir placer ante las expresiones que ponía (Tu nombre), ante su evidente comprensión del mundo de donde él venía.

—Mi tío, en un intento de verme felizmente casado, me ha colocado en una situación de suicidio profesional si no contraigo matrimonio.

—Ya sé que no es un escenario ideal, pero ¿de verdad es tan terrible lo que puede pasar si no te haces con la herencia de Dimitris?

Él asintió con la cabeza.

—Las acciones que obraban en su poder tienen una importancia estratégica en el mercado. Es la pieza que mantiene todo el edificio en pie. Sin ellas, todo se podría venir abajo. Y él sabía lo repugnantes que me parecen las prácticas de Constantine Stakis. Él ha estado esperando una oportunidad como ésta durante años. El matrimonio parece un precio pequeño para mantener el legado de mi familia intacto y evitar que Stakis pueda causarnos daño.

Otra vez aquella palabra: matrimonio. Su cerebro la rechazaba. (Tu nombre) negó con la cabeza.

—Imposible. No podría. No puedo.

Tom sintió una oleada de irritación y rabia. ¿Por qué le contaba todo aquello? Contrariado, hizo un gesto con la mano.

—Todo esto resulta innecesario. Ni siquiera te mereces una explicación. Todo lo que necesitas saber es que el destino de tu familia depende de mí, y el único modo de salvarlos es casándote conmigo. En caso contrario, tu familia ya puede despedirse de su fortuna.

—Pero, eso es… absurdo… arcaico. Tú no quieres tener nada que ver conmigo; me odias.

Él se volvió a inclinar hacia delante.

—El odio es la otra cara del amor, (Tu nombre). Claro que no te odio —la recorrió con la mirada de tal manera que ella lo pudo sentir en su piel—. Pero sí que te deseo.

Atónita, sintió un escalofrío. Los ojos de él se habían oscurecido y había bajado ligeramente los párpados. Parecía soñoliento.

¿Él la deseaba? ¿Por qué semejante confesión le había producido a (Tu nombre) un sentimiento de excitación en todo su cuerpo en lugar de dolor o de asco?

—Bueno, yo, desde luego, no te deseo, Tom, así que sería algo no correspondido —tenía la espalda tan tensa, que le dolía. Su propia voz le sonó artificial y manifiestamente poco sincera.

Antes de que ella pudiera apartarse del peligro, él la volvió a tomar de la mano. (Tu nombre) sintió el latido traicionero de la sangre entre sus piernas y las apretó con fuerza. Él, con la mirada, estudió al detalle el cuerpo de ella, empezando por el rostro, deteniéndose en el pulso acelerado de su cuello y terminando en el pecho, donde una respiración rápida y entrecortada hacía poco por disimular su agitación. Ante el hormigueo en sus pechos y la erección de los pezones, (Tu nombre) suspiró por que él no se diera cuenta de la reacción.

Seguro de sí mismo, volvió a posar sus ojos en los de ella.

—Una vez me deseaste, (Tu nombre), y todavía me deseas. Si ahora mismo me levantara del asiento, diera la vuelta a la mesa y te besara, no te resistirías.

La sola idea le dejó a (Tu nombre) la boca seca.

—Tienes una opinión muy elevada de ti mismo –dijo ella con escaso convencimiento, sabedora de que sus palabras no tendrían el menor efecto.

No había nada que pudiera hacer para parar lo que se le venía encima. Sin embargo, jugó una última baza.

—¡Isabelle Zolanz! ¿Cómo te vas a casar conmigo si estás saliendo con ella? ¿Por qué no te casas con ella? Al fin y al cabo sois pareja —algo se le revolvió en su interior al decir aquello, y tuvo que disimular su reacción.

Él le soltó la mano y sacudió la suya en un característico gesto griego de rechazo.

—Isabelle ya no forma parte de mi vida.

A (Tu nombre) le sorprendió la frialdad de su tono.

—No me pareció la otra noche que ella lo supiera.

—Ahora ya lo sabe —repuso, zanjando cualquier discusión al respecto.

(Tu nombre) pudo imaginarse lo brutal que había sido y sintió lástima por la otra mujer.

Si no lo había hecho ya, tenía que asumirlo. El joven que ella había conocido, la persona de quien había sido amiga y confidente, había cambiado radicalmente. En su lugar había un despiadado hombre de negocios, un verdadero macho dominante. Y ella tenía algo que ver en aquella transformación. Nunca debió haberle abordado aquella noche. Pero ya era tarde para arrepentirse y lamentar lo que pasó. Ya era demasiado tarde.

Ella intentó razonar con él.

—No lo haré, Tom. Es una locura. Siento lo que sucedió, de verdad lo siento. No fue mi intención.

«Mentirosa… Aquella noche fuiste a por él».

Ella tragó saliva y reprimió sus dolorosos pensamientos.

—No puedes castigarme por algo que tuvo lugar cuando tenía veinte  años.
—¿veinte años? —se rió amargamente—. No eras ninguna ingenua, (Tu nombre). Recuerdo cómo eras con Giorgio… Tenías al pobre chico besando por donde pisabas. Tenías casi los dieciocho, estabas a punto de ir a la universidad, de convertirte en una persona adulta. Sabías perfectamente lo que estabas haciendo —sacudió la mano en un gesto de impaciencia—. Pero esto ya no tiene que ver con el pasado. De hecho, todo ese asunto ha llegado a aburrirme. Tiene que ver con el presente. Todo lo que hace el pasado es ofrecerme una pequeña posición de fuerza respecto a ti. Una pequeña retribución, endulzada por un deseo muy intenso.
La invadió un sentimiento de tristeza. Él estaba tan equivocado. Ella no había pensado en Giorgio desde hacía años. Era otro amigo de sus primos, y lo único que había hecho era aprovecharse de su insistencia para intentar, sin éxito, dar celos a Tom. Pero lo había hecho con la inocencia e inconsciencia propias de una adolescente. Nunca le cupo la menor duda de que Giorgio era lo bastante fuerte como para encajar su negativa; de hecho, éste no tardó en buscar el consuelo de otra prima. ¿Acaso debía ser castigada por cada pequeña falta?
Ella negó, taxativa, con la cabeza.
—No, no lo haré. No puedes obligarme —«por favor», añadió para sí. Él no tenía ni idea del terrible castigo que supondría para ella.
—Demasiado tarde. Ya lo tengo decidido. Si no te casas conmigo, tu tío Alexis sufrirá las consecuencias. Por cierto, ¿no tenía tres hijos estudiando en los Estados Unidos?
—¡Ya basta! —el pánico atenazaba su voz—. Eres un sinvergüenza.
Él inclinó su cabeza.
—No, (Tu nombre), no lo soy. Debo casarme cuanto antes, y tú has aparecido en el momento oportuno. Además, estás sin compromiso y eres una mujer muy atractiva.
—¿Entonces es eso? ¿Sólo me quieres porque satisfago tus estándares de perfección física?
Él dibujó una leve sonrisa.
—Distas mucho de la perfección física, (Tu nombre), no te equivoques. Sin embargo, por alguna razón me siento más atraído por ti de lo que me he sentido por ninguna mujer desde hace mucho tiempo… Así que no creo que vaya a haber ningún problema en nuestra noche de bodas cuando vengas a buscarme.
 
Chicas... capi rápido...espero les guste..
Las Quiero
Bye =D

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