viernes, 30 de agosto de 2013

**Capitulo 19**


Volvió en sí de la manera más horrible e indigna que podía imaginar. Inclinada sobre una palangana, empapada y con arcadas. Tom estaba detrás de ella, sujetándole el pelo hacia atrás mientras ella recuperaba el sentido y vaciaba su estómago. Estaba agitándose de forma violenta. Al fin, todo pasó. Sintió un enorme alivio cuando le puso un trapo húmedo sobre la cara y el cuello. Estaba sentada en el regazo de Tom, quien la asió firmemente contra su pecho hasta que los temblores comenzaron a remitir. Al fin se las arregló para pronunciar unas palabras.

—¿Dónde… dónde estamos?

—En los aseos para el personal del restaurante.

—Ay, lo siento mucho… —(Tu nombre) cerró los ojos y se aferró a Tom.

Cuando los volvió a abrir, se fijó en el baño. Debía de haberla reanimado poniéndola bajo la ducha.

—Lo siento mucho.

—(Tu nombre), ¿qué es lo que te ha pasado? —su voz sonó dura—. Por Dios, mujer, si eras alérgica al licor o al café, ¿por qué no me lo dijiste?

«¡Pero no soy alérgica!».

O, al menos, no había pensando que lo era. Pero incluso mientras (Tu nombre) pensaba en el alcohol en el café, podía ver las imágenes dando vueltas en su cabeza y sentir unas intensas náuseas. Cerró los ojos, asió la camisa y respiró profundamente. Aquello era ridículo. De ningún modo podía afectarla tanto. Tenía que ser la comida… o alguna otra cosa. No podía ser por lo que pasó hacía cuatro años.

—No, no pudo ser —replicó con la cabeza.

«No pudo ser», se dijo una vez más.

—Debe de haber sido algo que comí.

—Hemos comido lo mismo, y yo estoy bien —repuso con seguridad.

Ella estaba demasiado débil para discutir.

Él se levantó, tomándola consigo, sujetándola contra su pecho. Sólo entonces se dio cuenta de que Tom tenía el pelo y el pecho empapados. ¿También se había metido en la ducha? Él respondió a su mirada.

—Bueno, difícilmente pude evitar mojarme también, ¿no? No te podía arrojar ahí dentro.

—Lo siento —repitió ella en voz baja.

Él abrió la puerta del baño con el codo, y al salir se encontraron con Theo, el amigo y dueño del restaurante. Estaba muy nervioso y preocupado.

—Lo siento, Tom. No me explico cómo ha podido pasar esto.

(Tu nombre) tuvo un temblor involuntario, y Tom la agarró con más fuerza.

—Theo, no te preocupes. Olvídalo… aunque debemos marcharnos ya; estamos mojados.

Su amigo se apresuró a darles unas toallas.

—Tu automóvil está justo en la puerta, por detrás.

(Tu nombre) no pudo evitar mortificarse. Estaba convencida de que al gran Tom Kaulitz le incomodaría enormemente esa situación tan violenta. Él subió a la parte trasera del coche, aún con ella en brazos. (Tu nombre) quitó los brazos de su cuello y miró por la ventanilla.

—Lo siento —insistió ella, con todo su cuerpo en tensión—. No quería avergonzarte delante de tus amigos… de la gente del restaurante.

Tom la miró. Tenía la cabeza agachada, y el pelo, húmedo y brillante. Cuando ella había apartado los brazos de su cuello, había sentido la necesidad de volver a ponérselos. Y a pesar de lo que pudiera pensar, cuando se desmayó, el restaurante y la gente que allí estaba le importó un comino. Su única preocupación había sido (Tu nombre) y su bienestar. Incluso preguntó a gritos si había un doctor entre los presentes, aunque no hubo ninguno.

—No seas tonta, (Tu nombre). Te sacamos por detrás porque era más rápido.

—Ah…

Tomó una de las toallas y comenzó a desabrochar la camisa de (Tu nombre). Ella golpeó sin mucha fuerza su mano.

—¿Qué es lo que haces? —preguntó, alterada.

Él le quitó las manos de en medio.

—(Tu nombre), estás empapada, al igual que yo. A menos que quieras sufrir una hipotermia, tienes que quitarte la camisa.

Antes de que ella pudiera darse cuenta, él ya había desabrochado todos los botones y estaba sacando los brazos de las mangas.

—¡Tú chófer! —susurró, nerviosa.

Se había quedado tan sólo en sujetador, y Tom se estaba quitando también su ropa mojada. Sin pizca de vergüenza, no la hizo caso. Él llevó la espalda de (Tu nombre) contra su pecho desnudo y envolvió a los dos en un par de toallas. Un mar de sensaciones recorrió el cuerpo de (Tu nombre), haciendo que sus pechos se hincharan hasta el límite del dolor. Ella se mordió los labios. Tom miró hacia abajo y, cuando logró ver brevemente dos perfectos y cremosos montículos desbordando el sujetador, apenas pudo reprimir el deseo. La inevitable reacción fue más aguda. La mandíbula, tensa; la toalla, algo caída. Ella se movió para acomodarse, y él no pudo contenerse.

—(Tu nombre), deja de moverte.

Al sentir la presión debajo de ella, una oleada de calor inundó su cuerpo. El viaje de vuelta a la finca estaba resultando una tortura, y para cuando salió del coche, (Tu nombre) estaba en un estado casi febril.

Él la llevó hasta su habitación y la dejó con cuidado fuera de la puerta del baño. Ella se había apretado la toalla alrededor de su torso y miraba a todas partes salvo a los formidables pectorales que tenía delante.

—¿Necesitas ayuda?

—No —se apresuró a contestar—. No… gracias. No sé qué habría hecho si…

—Debes quitarte toda esa ropa húmeda antes de que te enfermes —la interrumpió.

Ella asintió con la cabeza y entró en el baño. Se desnudó y tomó una ducha caliente. Cuando salió, vestida con un voluminoso albornoz, para su frustración, no había nadie en el cuarto. Entonces apareció Thea por la puerta con una expresión de preocupación que enseguida disimuló al ver a (Tu nombre).

Thea entró y ayudó a (Tu nombre) a meterse en la cama, por lo que ésta pensó justo antes de dormirse que tal vez, después de todo, Thea no era tan distante y fría hacia ella como parecía. Quizás podía volver a intentarlo. Por lo demás, se negó a pensar en el hombre que la había salvado esa noche, que la había sostenido con tanta ternura. No había sucedido de esa manera; se estaba dejando llevar por su imaginación. Él se había limitado a ser práctico, nada más.


Cuando (Tu nombre) se despertó a la mañana siguiente, sintió los músculos del estómago doloridos. Justo cuando se desperezaba, la puerta se abrió. Allí estaba Tom, afeitado, vestido y con un aspecto despejado y alegre. Ella se puso algo nerviosa y tiró de las sábanas hasta su cuello.

Él entró y descorrió las cortinas que tapaban las puertas de estilo francés que conducían a la terraza. Se quedó de pie unos instantes con las manos en los bolsillos, contemplando el paisaje. Luego se dio la vuelta.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Mucho mejor, gracias. Yo…

—No digas que lo sientes, (Tu nombre) —la interrumpió—. No pudiste evitarlo. Debes de ser especialmente sensible a los licores. Quizás al marisco.

«¡Querrás decir al pasado!».

Ella observó con desconfianza cómo se acercaba hasta la cama. Era imponente, tan alto y masculino.

—Me temo que debo ir a Londres un par de días. En uno de nuestros barcos se ha producido una especie de motín entre la tripulación —hizo una mueca de disgusto—. Parece que sólo yo puedo solucionarlo.

Pese a lo que había sucedido entre ellos, (Tu nombre) se dio cuenta enseguida que sería un buen negociador. Duro pero flexible. A diferencia de lo que había pasado con ella, con aquella gente no habría resentimiento.

Ella asintió con la cabeza. Tom le lanzó una mirada indescifrable.

—No me extrañes mucho mientras estoy fuera.

—No lo haré —dijo, negando al tiempo con la cabeza.

Pero sí lo haría.

—Estoy seguro de que no, (Tu nombre) —añadió él con una fugaz sonrisa.

Chicas ...espero les guste el capi
Las Quiero
Bye D

2 comentarios:

  1. *o* Tom es taaaaaaan tierno me encanto el capitulo mucho mucho lo ame!!

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  2. Xq habra vomitadoo!! ?
    Siguela hahagha
    me encanta muchoxD

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