Tom estaba arrellanado
en la butaca del vestíbulo, esperando a que (Tu nombre) bajase. Sentía un
cansancio placentero. Tras aquella conversación, había estado haciendo largos
en la piscina para olvidar que deseaba a (Tu nombre) más de lo que nunca había
deseado a ninguna otra mujer. Y eso le preocupaba, pues tenía miedo de ser el
primero que cruzase aquella puerta que comunicaba las dos habitaciones. Le
ponía furioso el hecho de que ella pudiera excitarlo hasta el punto de hacerle
perder el control de sus impulsos.
En ese momento, ella
apareció al final de las escaleras, y la mera visión de aquella mujer dejó en
nada todo el extenuante ejercicio físico que había realizado en la piscina.
Como si acabara de recibir una inyección de adrenalina en estado puro, se incorporó
como una bala. Para más inri, ni siquiera iba vestida como para impresionarlo.
Llevaba unos vaqueros y una camisa blanca. El pelo suelto le caía por los
hombros. Sin apenas maquillaje, un perfume fresco y ligero impregnaba levemente
el aire a su alrededor. Se quedó de pie enfrente de él y esbozó una sonrisa
algo forzada, pero incluso aquello le impresionó.
—Bien, me alegro de que
no vayamos demasiado elegantes —dijo ella.
Él estaba extasiado por
sus ojos, por su boca.
—¿Cómo?
Ella señaló la ropa que
él llevaba puesta. Como ella, iba vestido de manera informal, con unos vaqueros
y una camisa. Pensó que, si apenas podía contenerse al verla así, cómo podría
mantener su autocontrol si se vistiese para causar sensación. Antes de que ella
pudiera intuir lo que estaba pensando, la hizo salir de la casa y subir al
coche. Los guardaespaldas, siempre presentes, les seguían en otro vehículo, y (Tu
nombre) sintió un escalofrío al reparar en lo importante que era Tom, pues lo
había llegado a olvidar con el fragor de la batalla que estaban librando.
Ella no pudo evitar la
excitación que le producía la idea de ir a la ciudad. Siempre había amado el
bullicio de Atenas. Al menos, así es como justificó lo que estaba sintiendo.
—¿Adónde vamos? Hace
mucho tiempo que no vengo, y seguro que todo ha cambiado bastante.
Cuando Tom le dirigió
una rápida mirada, ella se dio cuenta de que él estaba evitando mirarla a los
ojos.
—Acaba de abrir un nuevo
restaurante en Kolonaki que me gustaría probar.
—¿Sigue siendo ésa la
zona de moda? —preguntó ella sin demasiado interés.
—Sí, pero hay barrios
como Gazi que le están ganando terreno.
—Ese lugar estaba lleno
de edificios en ruinas… no me lo digas, algún listillo ha convertido alguna
vieja fábrica en un espacio artístico y ahora se está convirtiendo en hogar de
bohemios y se está llenando de restaurantes modernos.
Ella vio cómo él hacía
una mueca con la boca, y se quedó paralizada por la súbita claridad que parecía
rodearlos.
A Tom le hizo gracia
cómo se había expresado.
—Sí, esos condenados
listillos magnates navieros tienen la costumbre de regenerar zonas degradadas.
(Tu nombre) tragó saliva
y lo miró.
—¿Tú?
Él asintió con la cabeza
y se encogió de hombros.
—Junto con otros
cuantos. Bueno, era mejor que dejar que todo aquello se derrumbara. Ahora hay
galerías, restaurantes, clubes… —se puso tenso por un instante—. Constantine
Stakis había tomado el control de la zona y llevó años limpiarla. Se había
convertido en un paraíso para el mercado negro, la delincuencia, la
prostitución… ya sabes. Hizo una fortuna con todo aquello.
Ella se giró, mirando
hacia Tom, ajena al resplandor natural de su cara, iluminada por un súpito
entusiasmo.
—¿Podríamos ir allí en lugar de a Kolonaki, por favor? Me encantaría ver lo que has hecho en la zona. Siempre pensé que tenía un gran potencial.
Tom sintió una especie de pinchazo en su interior, una sensación de orgullo. Se limitó a contestar con un gesto y giró el coche en otra dirección. Hacía tanto tiempo que no había sentido esa sensación de placer compartido por la consecución de algo, que se mantuvo el resto del viaje en silencio.
A (Tu nombre) le
encantó. El proceso de transformación de aquella zona había sido verdaderamente
increíble. Sonriente, se volvió a mirarlo, fuera de una pequeña galería de
grabados. Tom pensó:
«Si sigue sonriéndome de
esa manera, no voy a poder…».
—Has hecho un trabajo
fantástico. Debes de sentirte orgulloso de venir aquí y saber que has ayudado a
mejorar la ciudad de esta manera.
Estaban uno al lado del
otro. Él la miró, y ella pudo percibir en la sien de él la intensidad de su
pulso. Quería tocarlo, pero ella enseguida borró la sonrisa de su cara. ¿Qué
demonios le pasaba? Tan sólo llevaba unas pocas horas en Grecia y ya estaba
cometiendo el mismo error que había cometido cuatro años antes. Resultaba
patética; no había aprendido nada. ¡Por Dios, él la había chantajeado para
conseguir el matrimonio y planeaba acostarse con ella como si fuese un puro
objeto de placer!
—También a mí me
encanta. Al igual que tú, siempre imaginé que esta área podía ser algo
distinto.
Entre todo el torbellino
de emociones que amenazaban con engullirla por completo, (Tu nombre), incómoda,
tuvo que admitir que aquella primera impresión de que Tom se había vendido a
una vida centrada en el dinero estaba resultando cuando menos inexacta. Durante
un largo momento se quedaron mirando el uno al otro, momento que, para alivio
de Tom, se vio interrumpido cuando una despistada pareja de enamorados se
tropezó con ellos.
—Hay un restaurante al
doblar la esquina. El dueño es amigo mío, uno de los socios que invirtió en la
renovación de la zona.
Sin atreverse a hablar, (Tu
nombre) se limitó a asentir con la cabeza. A pesar de todos sus esfuerzos, se
dio cuenta de que los sentimientos empezaban a escapársele de las manos. Debía
tener mucho cuidado. Sabía que Tom tenía un arma para vengarse mucho más
poderosa a su disposición. Sabía que no podía permitirse cometer el mismo error
que en el pasado. Porque esa vez no sobreviviría.
(Tu nombre) echó un
vistazo al restaurante. El sube y baja emocional que estaba experimentando le
resultaba extenuante. Tan pronto se abría, al igual que una flor en busca de
luz, como enseguida empezaba a recordar y se cerraba. Tom era mucho más difícil
de manejar cuando era… (Tu nombre) estuvo a punto decir para sí simpático, pero
tampoco era que estuviera siendo especialmente simpático, sino educado y
correcto, y ella era como un patético ratón comiendo de las migajas.
La cena había sido
deliciosa y el entorno había sido fantástico. Sin embargo, las emociones
encontradas no le daban tregua. Era como si una fuerza superior a ella
estuviera manipulándola como a una marioneta. El que la conversación no hubiera
entrado en zonas peligrosas y ella verdaderamente hubiera disfrutado charlando
con él lo hacía aún más difícil. Por primera vez, llegó a sentirse algo
relajada. En un momento dado, incluso rió, aunque con brevedad, lo que supuso
un gran alivio a las semanas de tensión acumulada.
Acababan de servir el
postre. (Tu nombre) tomó una cucharada de helado y lo saboreó con un placer
inusitado. Por algún motivo, nunca antes se le había ocurrido pensar que la
experiencia de tomar helado podía ser tan sensual, pero tenía que admitir que,
al lado de Tom, todo era diferente.
Evidenciando que se
encontraba en una sintonía muy diferente a la de ella, bastó una simple
pregunta para devolverla a la realidad.
—¿Mencionaste que tu
padre había matado a tu madre en el accidente?
Ella dejó la cuchara y
asintió con desconfianza. ¿Qué necesidad tenía de recordar aquello ahora? Lo
miró durante un buen rato a los ojos. No parecía haber maldad en aquella
mirada.
—¿Recuerdas que él
siempre fue un bon vivant? —dijo ella, esta vez sin mirarlo, mientras
jugaba con la cuchara—. Cuando ya ya murió, las cosas empeoraron en la
empresa y comenzó a beber cada vez más.
Ella dio un suspiro y
continuó.
—Aquel día… aquel día mi
padre ya había aceptado que necesitaba ayuda, pero quería tomar una copa más… y
no dejó que mi madre condujese… —el recuerdo hacía aflorar el dolor a la superficie—.
Así que ella, como no quería quedarse sola, se fue con él.
Finalmente miró a Tom
con cierta expresión desafiante, lo que a él le sorprendió. ¿Qué se había
creído? ¿Que ella buscaba compasión? Él respondió de forma instintiva.
—Lo siento, (Tu nombre),
no tenía ni idea.
Ella se volvió a encoger
de hombros.
—Bueno, entiendo que no
lo supieras. No después de…
—No —concordó él. Ambos
sabían que no necesitaba terminar aquella frase.
(Tu nombre) quería
hablar de otra cosa.
—¿Y qué hay de tu madre?
¿Por qué no fue a la boda?
Él giro de la
conversación fue radical. De pronto, a Tom le cambió la expresión de la cara. (Tu
nombre) pensó que no iba a responder, pero al final sí lo hizo.
—Nunca le ha gustado
viajar. Ella es feliz mientras sepa que la Naviera Kaulitz genera suficiente
dinero para mantener su tren de vida.
Su voz sonó tan fría y
distante, que (Tu nombre) se asustó un poco, pero no podía engañarla. Aunque él
intentaba restarle importancia a la actitud de su madre, ella sabía por su
propia experiencia con el dolor que la realidad era muy distinta. (Tu nombre)
no podía creer el raudal de emociones que estaba surgiendo en dentro de ella.
Quería ir y darle un abrazo, pero sabía que él no apreciaría su comprensión.
Cuando depositó la cuchara en el plato, su mano estaba temblando.
Se excusó para ir al
lavabo antes de que él se diera cuenta del estado en que se encontraba. Sólo
regresó después de serenarse. La esperaba un café en la mesa.
—Gracias, pero no pedí
café.
—Invita la casa… es un
detalle de mi amigo Theo.
—Vale —aceptó.
Se hizo un silencio. Tom
parecía estar dándole vueltas a algo. Obviamente, los temas más banales de
conversación se habían agotado. Mientras tomaba el café, (Tu nombre)comenzó a
pensar en lo que le preocupaba. Muy pronto estarían de vuelta en la finca,
solos. ¿Dejaría él la puerta abierta esa noche? ¿La besaría hasta hacerla caer
a sus pies? ¿La obligaría?
«No lo iba a necesitar…».
El pulso de (Tu nombre)
se aceleró y dio otro gran sorbo a su café. Era incapaz de mirar enfrente de la
mesa, donde estaba Tom. Tratando de pensar en otra cosa, volvió a tomar café.
Éste tenía un sabor algo extraño que no lograba identificar.
—¿Qué tiene este café?
Sabe de una forma diferente —preguntó sin poner demasiado interés, como para
ocultar la confusión reinante en su cabeza.
Tom la miró fijamente,
lo que aceleró de nuevo el pulso de (Tu nombre).
—Algún licor, creo que
dijo el camarero.
Automáticamente (Tu
nombre) pudo sentir algo en su interior. No había probado ni una gota de
alcohol en cuatro años y de pronto, algo mareada, lo único que podía oler,
saborear o sentir era el alcohol. Con una increíble intensidad, se encontró en
el patio, con su cabeza dándole vueltas, sintiendo otra vez la misma profunda
humillación de aquella lejana noche. El pánico la atenazó. Se llevó una mano al
pecho, al lugar donde notaba una asfixiante presión.
Todo estaba empezando de
nuevo. Otra vez se encontraba en Atenas con Tom, quien la estaba observando
fijamente. ¿Acaso parecía graciosa? (Tu nombre) se sintió muy rara… y supo que
por alguna razón había dejado de respirar.
—¿Qué te pasa? —la voz
de Tom venía de muy lejos—. (Tu nombre), respóndeme.
Las palabras no le
salían. No podía respirar.
—No lo sé… debe de haber
sido algo…
Lo único que sabía con
claridad meridiana era que él no podía saber a qué se debía semejante reacción.
Todo daba vueltas en su cabeza y apenas podía mantener el equilibrio sentada.
Entonces unos poderosos brazos la levantaron. Estaba mareada, pero se sintió a
salvo, y enseguida perdió el sentido.
Cuídense
Las Quiero
Bye =D
Please sube mas(': soy tu nueva lectora y pues desde que empeze a leer tu fick,la ame por completo(': please sube mas
ResponderEliminarSiguelaa hasta cuando Tom se resistiraaa..
ResponderEliminarMe encantaaa mucho la fic :)
Bye cuidate