miércoles, 28 de agosto de 2013

**Capitulo 18**


Tom estaba arrellanado en la butaca del vestíbulo, esperando a que (Tu nombre) bajase. Sentía un cansancio placentero. Tras aquella conversación, había estado haciendo largos en la piscina para olvidar que deseaba a (Tu nombre) más de lo que nunca había deseado a ninguna otra mujer. Y eso le preocupaba, pues tenía miedo de ser el primero que cruzase aquella puerta que comunicaba las dos habitaciones. Le ponía furioso el hecho de que ella pudiera excitarlo hasta el punto de hacerle perder el control de sus impulsos.

En ese momento, ella apareció al final de las escaleras, y la mera visión de aquella mujer dejó en nada todo el extenuante ejercicio físico que había realizado en la piscina. Como si acabara de recibir una inyección de adrenalina en estado puro, se incorporó como una bala. Para más inri, ni siquiera iba vestida como para impresionarlo. Llevaba unos vaqueros y una camisa blanca. El pelo suelto le caía por los hombros. Sin apenas maquillaje, un perfume fresco y ligero impregnaba levemente el aire a su alrededor. Se quedó de pie enfrente de él y esbozó una sonrisa algo forzada, pero incluso aquello le impresionó.

—Bien, me alegro de que no vayamos demasiado elegantes —dijo ella.

Él estaba extasiado por sus ojos, por su boca.

—¿Cómo?

Ella señaló la ropa que él llevaba puesta. Como ella, iba vestido de manera informal, con unos vaqueros y una camisa. Pensó que, si apenas podía contenerse al verla así, cómo podría mantener su autocontrol si se vistiese para causar sensación. Antes de que ella pudiera intuir lo que estaba pensando, la hizo salir de la casa y subir al coche. Los guardaespaldas, siempre presentes, les seguían en otro vehículo, y (Tu nombre) sintió un escalofrío al reparar en lo importante que era Tom, pues lo había llegado a olvidar con el fragor de la batalla que estaban librando.

Ella no pudo evitar la excitación que le producía la idea de ir a la ciudad. Siempre había amado el bullicio de Atenas. Al menos, así es como justificó lo que estaba sintiendo.

—¿Adónde vamos? Hace mucho tiempo que no vengo, y seguro que todo ha cambiado bastante.

Cuando Tom le dirigió una rápida mirada, ella se dio cuenta de que él estaba evitando mirarla a los ojos.

—Acaba de abrir un nuevo restaurante en Kolonaki que me gustaría probar.

—¿Sigue siendo ésa la zona de moda? —preguntó ella sin demasiado interés.

—Sí, pero hay barrios como Gazi que le están ganando terreno.

—Ese lugar estaba lleno de edificios en ruinas… no me lo digas, algún listillo ha convertido alguna vieja fábrica en un espacio artístico y ahora se está convirtiendo en hogar de bohemios y se está llenando de restaurantes modernos.

Ella vio cómo él hacía una mueca con la boca, y se quedó paralizada por la súbita claridad que parecía rodearlos.

A Tom le hizo gracia cómo se había expresado.

—Sí, esos condenados listillos magnates navieros tienen la costumbre de regenerar zonas degradadas.

(Tu nombre) tragó saliva y lo miró.

—¿Tú?

Él asintió con la cabeza y se encogió de hombros.

—Junto con otros cuantos. Bueno, era mejor que dejar que todo aquello se derrumbara. Ahora hay galerías, restaurantes, clubes… —se puso tenso por un instante—. Constantine Stakis había tomado el control de la zona y llevó años limpiarla. Se había convertido en un paraíso para el mercado negro, la delincuencia, la prostitución… ya sabes. Hizo una fortuna con todo aquello.

Ella se giró, mirando hacia Tom, ajena al resplandor natural de su cara, iluminada por un súpito entusiasmo.
—¿Podríamos ir allí en lugar de a Kolonaki, por favor? Me encantaría ver lo que has hecho en la zona. Siempre pensé que tenía un gran potencial.

Tom sintió una especie de pinchazo en su interior, una sensación de orgullo. Se limitó a contestar con un gesto y giró el coche en otra dirección. Hacía tanto tiempo que no había sentido esa sensación de placer compartido por la consecución de algo, que se mantuvo el resto del viaje en silencio.
 
 
A (Tu nombre) le encantó. El proceso de transformación de aquella zona había sido verdaderamente increíble. Sonriente, se volvió a mirarlo, fuera de una pequeña galería de grabados. Tom pensó:
«Si sigue sonriéndome de esa manera, no voy a poder…».
—Has hecho un trabajo fantástico. Debes de sentirte orgulloso de venir aquí y saber que has ayudado a mejorar la ciudad de esta manera.
Estaban uno al lado del otro. Él la miró, y ella pudo percibir en la sien de él la intensidad de su pulso. Quería tocarlo, pero ella enseguida borró la sonrisa de su cara. ¿Qué demonios le pasaba? Tan sólo llevaba unas pocas horas en Grecia y ya estaba cometiendo el mismo error que había cometido cuatro años antes. Resultaba patética; no había aprendido nada. ¡Por Dios, él la había chantajeado para conseguir el matrimonio y planeaba acostarse con ella como si fuese un puro objeto de placer!
—También a mí me encanta. Al igual que tú, siempre imaginé que esta área podía ser algo distinto.
Entre todo el torbellino de emociones que amenazaban con engullirla por completo, (Tu nombre), incómoda, tuvo que admitir que aquella primera impresión de que Tom se había vendido a una vida centrada en el dinero estaba resultando cuando menos inexacta. Durante un largo momento se quedaron mirando el uno al otro, momento que, para alivio de Tom, se vio interrumpido cuando una despistada pareja de enamorados se tropezó con ellos.
—Hay un restaurante al doblar la esquina. El dueño es amigo mío, uno de los socios que invirtió en la renovación de la zona.
Sin atreverse a hablar, (Tu nombre) se limitó a asentir con la cabeza. A pesar de todos sus esfuerzos, se dio cuenta de que los sentimientos empezaban a escapársele de las manos. Debía tener mucho cuidado. Sabía que Tom tenía un arma para vengarse mucho más poderosa a su disposición. Sabía que no podía permitirse cometer el mismo error que en el pasado. Porque esa vez no sobreviviría.
(Tu nombre) echó un vistazo al restaurante. El sube y baja emocional que estaba experimentando le resultaba extenuante. Tan pronto se abría, al igual que una flor en busca de luz, como enseguida empezaba a recordar y se cerraba. Tom era mucho más difícil de manejar cuando era… (Tu nombre) estuvo a punto decir para sí simpático, pero tampoco era que estuviera siendo especialmente simpático, sino educado y correcto, y ella era como un patético ratón comiendo de las migajas.
La cena había sido deliciosa y el entorno había sido fantástico. Sin embargo, las emociones encontradas no le daban tregua. Era como si una fuerza superior a ella estuviera manipulándola como a una marioneta. El que la conversación no hubiera entrado en zonas peligrosas y ella verdaderamente hubiera disfrutado charlando con él lo hacía aún más difícil. Por primera vez, llegó a sentirse algo relajada. En un momento dado, incluso rió, aunque con brevedad, lo que supuso un gran alivio a las semanas de tensión acumulada.
Acababan de servir el postre. (Tu nombre) tomó una cucharada de helado y lo saboreó con un placer inusitado. Por algún motivo, nunca antes se le había ocurrido pensar que la experiencia de tomar helado podía ser tan sensual, pero tenía que admitir que, al lado de Tom, todo era diferente.
Evidenciando que se encontraba en una sintonía muy diferente a la de ella, bastó una simple pregunta para devolverla a la realidad.
—¿Mencionaste que tu padre había matado a tu madre en el accidente?
Ella dejó la cuchara y asintió con desconfianza. ¿Qué necesidad tenía de recordar aquello ahora? Lo miró durante un buen rato a los ojos. No parecía haber maldad en aquella mirada.
—¿Recuerdas que él siempre fue un bon vivant? —dijo ella, esta vez sin mirarlo, mientras jugaba con la cuchara—. Cuando ya ya murió, las cosas empeoraron en la empresa y comenzó a beber cada vez más.
Ella dio un suspiro y continuó.
—Aquel día… aquel día mi padre ya había aceptado que necesitaba ayuda, pero quería tomar una copa más… y no dejó que mi madre condujese… —el recuerdo hacía aflorar el dolor a la superficie—. Así que ella, como no quería quedarse sola, se fue con él.
Finalmente miró a Tom con cierta expresión desafiante, lo que a él le sorprendió. ¿Qué se había creído? ¿Que ella buscaba compasión? Él respondió de forma instintiva.
—Lo siento, (Tu nombre), no tenía ni idea.
Ella se volvió a encoger de hombros.
—Bueno, entiendo que no lo supieras. No después de…
—No —concordó él. Ambos sabían que no necesitaba terminar aquella frase.
(Tu nombre) quería hablar de otra cosa.
—¿Y qué hay de tu madre? ¿Por qué no fue a la boda?
Él giro de la conversación fue radical. De pronto, a Tom le cambió la expresión de la cara. (Tu nombre) pensó que no iba a responder, pero al final sí lo hizo.
—Nunca le ha gustado viajar. Ella es feliz mientras sepa que la Naviera Kaulitz genera suficiente dinero para mantener su tren de vida.
Su voz sonó tan fría y distante, que (Tu nombre) se asustó un poco, pero no podía engañarla. Aunque él intentaba restarle importancia a la actitud de su madre, ella sabía por su propia experiencia con el dolor que la realidad era muy distinta. (Tu nombre) no podía creer el raudal de emociones que estaba surgiendo en dentro de ella. Quería ir y darle un abrazo, pero sabía que él no apreciaría su comprensión. Cuando depositó la cuchara en el plato, su mano estaba temblando.
Se excusó para ir al lavabo antes de que él se diera cuenta del estado en que se encontraba. Sólo regresó después de serenarse. La esperaba un café en la mesa.
—Gracias, pero no pedí café.
—Invita la casa… es un detalle de mi amigo Theo.
—Vale —aceptó.
Se hizo un silencio. Tom parecía estar dándole vueltas a algo. Obviamente, los temas más banales de conversación se habían agotado. Mientras tomaba el café, (Tu nombre)comenzó a pensar en lo que le preocupaba. Muy pronto estarían de vuelta en la finca, solos. ¿Dejaría él la puerta abierta esa noche? ¿La besaría hasta hacerla caer a sus pies? ¿La obligaría?
«No lo iba a necesitar…».
El pulso de (Tu nombre) se aceleró y dio otro gran sorbo a su café. Era incapaz de mirar enfrente de la mesa, donde estaba Tom. Tratando de pensar en otra cosa, volvió a tomar café. Éste tenía un sabor algo extraño que no lograba identificar.
—¿Qué tiene este café? Sabe de una forma diferente —preguntó sin poner demasiado interés, como para ocultar la confusión reinante en su cabeza.
Tom la miró fijamente, lo que aceleró de nuevo el pulso de (Tu nombre).
—Algún licor, creo que dijo el camarero.
Automáticamente (Tu nombre) pudo sentir algo en su interior. No había probado ni una gota de alcohol en cuatro años y de pronto, algo mareada, lo único que podía oler, saborear o sentir era el alcohol. Con una increíble intensidad, se encontró en el patio, con su cabeza dándole vueltas, sintiendo otra vez la misma profunda humillación de aquella lejana noche. El pánico la atenazó. Se llevó una mano al pecho, al lugar donde notaba una asfixiante presión.
Todo estaba empezando de nuevo. Otra vez se encontraba en Atenas con Tom, quien la estaba observando fijamente. ¿Acaso parecía graciosa? (Tu nombre) se sintió muy rara… y supo que por alguna razón había dejado de respirar.
—¿Qué te pasa? —la voz de Tom venía de muy lejos—. (Tu nombre), respóndeme.
Las palabras no le salían. No podía respirar.
—No lo sé… debe de haber sido algo…
Lo único que sabía con claridad meridiana era que él no podía saber a qué se debía semejante reacción. Todo daba vueltas en su cabeza y apenas podía mantener el equilibrio sentada. Entonces unos poderosos brazos la levantaron. Estaba mareada, pero se sintió a salvo, y enseguida perdió el sentido.
 

 
CHICAS....perdón por la demora...pero no tengo mucho tiempo... y las ficc que no he podido comentar es por eso.. no tengo tiempo de nada...pero si es posible el fin de semana..pasare a ver las ficc de ustedes...como la de sofii y la de Virgi =)
Cuídense
Las Quiero
Bye =D

2 comentarios:

  1. Please sube mas(': soy tu nueva lectora y pues desde que empeze a leer tu fick,la ame por completo(': please sube mas

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  2. Siguelaa hasta cuando Tom se resistiraaa..
    Me encantaaa mucho la fic :)
    Bye cuidate

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